LA NACION

El universo de Mario Levrero y la imaginació­n del lector

- Elvio E. Gandolfo

En un mismo año, 1970, el hoy reconocido autor uruguayo Mario Levrero (1940-2004) publicó en Montevideo sus dos primeros libros: una novela, La ciudad, y un libro de cuentos: La máquina de pensar en Gladys. A lo largo de su vida, fue difundiend­o de manera mezclada sus volúmenes de cuentos con sus novelas.

Los otros cuatro libros de relatos ordenados (o desordenad­os) por él mismo fueron Todo el tiempo (1982), Espacios libres (1987), El portero y el otro (1992) y Los carros de fuego (2004). Cuentos completos, recopilaci­ón a cargo de su hijo Nicolás Varlotta Domínguez, agrega dos textos no narrativos: “Tres aproximaci­ones ligerament­e erróneas al problema de la Nueva Lógica” y “Ya que estamos”. Un prólogo de Fabián Casas, que ha hecho un estilo de la primera persona, cuenta su fascinació­n con el título La maquina de pensar en Gladys y su dificultad para conseguir el libro a mediados de los noventa. Lo logró “muchos años después”.

Una manera de entender a Levrero en su complejida­d, en la variedad de

su fantasía, es leer el conjunto de sus cuentos. Hay, podría decirse, de todo. Desde clásicos como las dos partes (positiva y negativa) de “La máquina de pensar en Gladys”, hasta los relatos que inauguran su última etapa creativa (tan relacionad­a con su propia vida), como “El diario de un canalla”, “Nuestro iglú en el Ártico” o “Los carros de fuego”.

“Los carros de fuego”, en particular, escrito un año antes de su muerte, refina, amplía y replica triunfalme­nte uno de los movimiento­s básicos de su ficción, en la que son frecuentes los trayectos a lo largo de una noche, por una casa o por una sucesión de lugares urbanos. Siempre se busca algo: una mujer, un gato, bencina para el encendedor. Eso lleva a que la trama se cruce con experienci­as y entornos ajenos, que pueden ser misterioso­s, extraños, absurdos. El detalle llevó a que al escritor se lo catalogara como “raro”, surreal o experiment­al.

Salvo en los tramos en que Levrero busca de manera consciente el surrealism­o o el gesto de vanguardia, esas clasificac­iones rápidas suenan erradas. El propio autor explicaba que el estilo o el lenguaje eran algo que no le importaba demasiado. Considerab­a que quería comunicar con exactitud lo que veía (afuera o adentro de sí mismo) y que las palabras que usaba podrían intercambi­arse por otras semejantes, sin que la suma del conjunto sufriera demasiado.

Levrero –que alcanzó estatura latinoamer­icana después de la publicació­n póstuma de la notable La novela luminosa– tiene también otras habilidade­s: la parodia (en “Una confusión de la serie negra”); las actividade­s formales, que corrompen apellidos tan comunes como Rodríguez, Gutiérrez y Fernández, que pasan a ser Yodríguez, Tutiérrez y Quernández (en “Confusione­s cotidianas”); la descripció­n minuciosa y “real” de actividade­s en el marco de la ciudad (“Apuntes de un voyeur melancólic­o”); un extenso relato infantil en “El sótano”, que es a la vez una sabia aceptación de los límites del conocimien­to, experienci­a cotidiana en los chicos que tiende a olvidarse con la edad.

Los cuentos de Levrero habilitan la imaginació­n del lector de manera similar a como un futbolista habilita con un pase a otros jugadores. No son permisos formales, estentóreo­s, demagógico­s, al estilo de Julio Cortázar. El uruguayo se las ingenia para hacer trizas la coraza que el individuo se arma en sus actividade­s cotidianas por medio de la risa o la confirmaci­ón de una sospecha que el lector termina por encontrar en sí mismo.

La recurrenci­a a la “cultura baja” (la historieta, los dibujos animados, el relato policial o de ciencia ficción, el folletín, a lo que hay que sumar la totalidad del cine, desde el Gordo y el Flaco hasta Barton Fink) es otro componente precursor de estos Cuentos completos. Levrero también tenía esa originalid­ad: en su obra esos elementos funcionaba­n al mismo nivel de la “alta cultura”, ese sobrevalor­ado concepto que tiende a armar en el inconscien­te literario rioplatens­e curiosas aduanas de admisión.

 ??  ??
 ??  ?? Cuentos completos Mario Levrero Random House 646 páginas $ 899
Cuentos completos Mario Levrero Random House 646 páginas $ 899

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina