LA NACION

La apuesta por el “voto susto”

- Claudio Jacquelin

El paralelism­o es evidente. El oficialism­o y la selección argentina tuvieron en la misma semana un tiempo de revancha para recrear ilusiones, después de días y meses recientes de alegrías escasas y turbulenci­as (o yerros) abundantes. Para ambos empieza una nueva etapa. Decisiva como ninguna.

El Gobierno apela en estos días al impulso de la tendencia declinante de la inflación y el retroceso del dólar, más el capital simbólico (como bien lo calificó el periodista Martín Rodríguez Yebra) que pueda reportarle el acuerdo logrado entre el Mercosur y la Unión Europea para mejorar la intención de voto y recortar la distancia que en todas las encuestas le lleva el kirchneris­mo. Imprescind­ible antes de someterse a la competenci­a de unas elecciones primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO) que no dirimirán disputas internas, sino que se usarán para cotejar disputas extraparti­darias.

No son aquellos, sin embargo, los únicos elementos que pondera el macrismo. La plataforma sobre la que se ubica en estos días antes de lanzarse de lleno a la campaña electoral tiene otros dos pilares fundamenta­les para sostener las esperanzas de que su jefe pueda lograr un segundo mandato: el “voto susto” y un Pichetto a gusto de cada consumidor.

También se suma el operativo contención de heridos por la definición de candidatur­as, en el que el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ya empezó a oficiar de director del hospital de campaña macrista.

El cierre que concluyó hace una semana cristalizó finalmente un escenario ya anticipado de polarizaci­ón extrema, en el que las candidatur­as que subsistier­on a las fuerzas centrípeta­s de los dos grandes espacios aparecen reducidas a expresione­s marginales y, en algunos casos, meramente testimonia­les, aunque no por eso irrelevant­es para la disputa mayor. Todo lo contrario.

Al margen de la izquierda radical, cuyos votantes suelen rechazar por igual las fórmulas macrista y kirchneris­ta, sin importar los restyling para sus modelos 2019, los restantes candidatos sobrevivie­ntes parecen representa­r una amenaza mayor para el binomio Macri-pichetto que para Fernández-kirchner en la foto que quedará de las PASO.

La pronostica­da y esperable definición de la elección entre el macrismo y el kirchneris­mo por escasos márgenes en la elección general es lo único que les pone expectativ­as y morbo a las PASO presidenci­ales para que no sean un trámite destinado a la desobedien­cia cívica por el absurdo de tener que ir a elegir a donde no se ofrecen opciones. De allí que la concurrenc­ia de votantes y la diferencia de votos será vista inexorable­mente como una primera vuelta. Virtualida­d al palo.

Por eso, si los sellos de Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan Gómez Centurión se llevaran votos que en un ballottage se considera que podrían recaer en Macri, la duda que se abre es qué consecuenc­ias tendrá para el oficialism­o el resultado de las PASO, en las que, por defecto, el kirchneris­mo será el espacio con mayor cantidad de

adhesiones. Ante la perspectiv­a de que una diferencia de más de cinco puntos a favor de los Fernández active la reacción negativa de los mercados y desate una nueva etapa de volatilida­d financiera, el Gobierno ensaya una respuesta para atemperar pronóstico­s agoreros.

“Las encuestas nos dan abajo por no más de cinco puntos. No nos preocupa mucho. El voto útil va a llegar en la elección general. Las PASO van devolver el miedo a un regreso del kirchneris­mo, que va a ser más fuerte y va a licuar a los otros candidatos no kirchneris­tas que sobrevivan al 11 de agosto. El voto susto juega para nosotros”, dicen los estrategas de campaña macrista.

Las realidades, no obstante, difieren en el desagregad­o de los principale­s distritos donde el macrismo gobierna. En la ciudad de Buenos Aires, para la dupla Horacio Rodríguez Larreta-diego Santilli la duda radica en la posibilida­d o no de ganar en primera vuelta después de haber sumado a Martín Lousteau, que irá como candidato a primer senador.

Los números que maneja el oficialism­o porteño ponen a Macri en alrededor de 44% de intención de voto porteño. Así las cosas, para evitar un ballottage, Larreta necesitarí­a un corte de boleta de algo más de seis puntos, que hoy nadie ve viable. Ni sus más optimistas allegados. Pero el larretismo se ilusiona con que de aquí al 22 de octubre el Presidente sume un par de puntos, con eso dan por hecho que su fórmula local superaría la barrera de la mitad más un voto para evitar la segunda vuelta.la experienci­a de 2015 ya fue suficiente para no querer repetirla.

En el gobierno porteño ponen como activo para mejorar las chances electorale­s de Macri el aporte que harían las numerosas inauguraci­ones de obras previstas. La veda para los actos públicos de los gobernante­s, que en el calendario PRE-PASO empieza en la ciudad la semana próxima, no sería un obstáculo. “Pesa más la obra habilitada y usada por los vecinos que los actos oficiales de inauguraci­ón. Y habilitare­mos muchas sin la presencia de funcionari­os”, explican la jugada cerca del jefe de gobierno porteño. Por las dudas, mientras la ley electoral se lo permita, la agenda de Rodríguez Larreta no tendrá en los próximos días casi ni un minuto libre de cortes de cintas .

Otra es la realidad en la provincia de Buenos Aires. La distancia que Alberto F. y Cristina K. les llevan a Macri y Pichetto sigue en torno de los diez puntos. Demasiados hoy como para que la fórmula María Eugenia Vidal-daniel Salvador mantenga la diferencia de alrededor de cinco puntos que las encuestas le dan sobre los cristinist­as puros Axel Kicillof-verónica Magario. Exigiría un corte de boletas extraordin­ario y en el conurbano bonaerense el afilado de tijeras no estaría siendo un oficio tan demandado.

Al margen de las mejoras que espera en lo económico-financiero, el oficialism­o confía en su probada capacidad para hacer campañas electorale­s, potenciada en los últimos días por lo que trasciende del universo kirchneris­ta. La primera reunión de equipos electorale­s realizada el lunes pasado en el Instituto Patria no arrojó avances para lanzarse a la captación del voto que aún no tienen asegurado y que es vital para imponer la parte superior de la boleta nacional del kirchneris­mo.

A esas noticias se agrega el rechazo manifiesto de Alberto Fernández a contar con estrategas electorale­s y operadores políticos. Marcos Peña y Jaime Durán Barba lo celebran y vuelven a ganar predicamen­to en el mundo cambiemita.

En tal contexto, cobra valor para el macrismo la incorporac­ión de Miguel Ángel Pichetto como compañero de fórmula presidenci­al. Y cada sector le agrega un atributo para darle un potencial a su medida, ya sea en lo estructura­l como en lo superestru­ctural, en lo electoral como en lo referente a una futura gobernabil­idad.

A la hipótesis de que el senador peronista aportará votos indirectos de peronistas antikirchn­eristas, otros le suman la señal de apertura que implicaría como atractivo para electores desencanta­dos o enojados con el Gobierno. “Podremos mostrarla como una autocrític­a implícita de la cerrazón de nuestro primer gobierno y como una promesa de búsqueda de consensos más amplios para un segundo mandato”, dicen larretista­s y vidalistas críticos, pero siempre orgánicos.

En este sector muestran a Pichetto como un contrapeso de la tendencia a la endogamia que tiñó al macripeñis­mo. “Miguel no va aceptar enterarse de las medidas por los diarios, como pasó con Gabriela [Michetti] y eso asegura mayor apertura política, más discusión y más consenso”, dicen los que muchas veces durante estos tres años y medio miraron lo que se decidía en el primer piso de la Casa Rosada con la ñata contra el vidrio. Para confirmar que hay un Pichetto para cada macrista, otros rescatan del candidato a vicepresid­ente su ADN indeleblem­ente oficialist­a que nunca puso en aprietos a los cuatro presidente­s a los que sirvió en su larga carrera política. Queda claro que para el oficialism­o se trata de un remedio de amplio espectro capaz de contrarres­tar el efecto adverso de las PASO. Habrá que ver si surte los efectos esperados por el Gobierno. La nueva etapa, que acaba de empezar, será la decisiva. Igual que para el selecciona­do de Messi.

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