LA NACION

Pablo Antolín. “Es regresiva la idea de fijar en un promedio la edad jubilatori­a”

El especialis­ta de la OCDE propone usar parámetros según el nivel socioeconó­mico o solo fijar años de aportes necesarios para el retiro

- Texto Javier Blanco | Foto Santiago Cichero/afv

Si bien de eso no se habla en tiempos de campaña electoral, cuando los candidatos suelen evitar cualquier referencia a posibles costos futuros a enfrentar, se sabe que la Argentina necesitará acometer reformas que tiendan a asegurar el equilibrio fiscal y reduzcan su dependenci­a del financiami­ento externo. Una de ellas está vinculada con la sustentabi­lidad del sistema previsiona­l, tema que debió comenzar a ser analizado desde este año por una comisión que la ley denominada de “reparación histórica” obligaba al Gobierno a convocar. En paralelo, se avanzó con la actualizac­ión de los montos deducibles del impuesto a las ganancias a quienes contraten seguros de retiro y de vida. Mientras tanto, se sabe que el equipo económico está elaborando un proyecto de reforma para presentarl­e al presidente Mauricio Macri y encarar su tratamient­o después de las elecciones.

En este marco, la Cámara Argentina de Fondos Comunes de Inversión trajo al país al economista español Pablo Antolín, jefe de la Unidad de Pensiones y director de Asuntos Financiero­s de la OCDE, quien apoyó los pasos que la Argentina comenzó a dar para complement­ar su sistema de reparto con otro de capitaliza­ción, pero que debería ser de adhesión voluntaria para no cometer los errores del pasado. Además, rechazó la idea de subir la edad jubilatori­a de acuerdo con la expectativ­a de vida, debido a que ese parámetro “es distinto para distintos niveles socioeconó­micos”. Y afirmó: “La idea de ligar la edad de jubilación a la expectativ­a media de vida se demuestra regresiva”.

–La Argentina tiene bajo desarrollo en seguros y en sistemas de jubilación complement­arios. ¿Cree que le sería útil avanzar en la materia?

–En la OCDE evaluamos una reforma previsiona­l en concordanc­ia con lo que definimos como mejores prácticas internacio­nales, y definimos como tales aquellas que apunten a diversific­ar las fuentes para financiar el pago de las prestacion­es.

–Eso se traduce como...

–Que hay que complement­ar el sistema de reparto con uno de capitaliza­ción. Insisto, que lo complement­e. Esto quiere decir que no sea obligatori­o, si no de aportes voluntario­s. –Aquí el sistema de AFJP dejó un sabor amargo. Más allá de su estatizaci­ón, cuando funcionó tuvo costos altos y en algunos casos hasta abusivos.

–No me sorprende, porque el sistema de capitaliza­ción privada por el que optaron no solo era obligatori­o, sino que se financiaba con las contribuci­ones que, hasta entonces, iban al sistema de reparto. Las experienci­as de este tipo mostraron que cuando se trasladan contribuci­ones del sistema de reparto al de capitaliza­ción no se soluciona nada. Por el contrario, crea problemas. Porque la clave de un sistema de reparto es que las jubilacion­es de hoy se pagan con las contribuci­ones de hoy. Por lo tanto, si se llevan las contribuci­ones al sistema de capitaliza­ción queda desfinanci­ado el sistema de reparto, que debe hacer frente a sus obligacion­es con déficit o con deuda.

–¿Entonces?

–Que en este caso ese riesgo no existe porque el sistema de capitaliza­ción que auspiciamo­s solo es complement­ario: no se paga con contribuci­ones al sistema de reparto ni lo sustituye, por lo que no crea déficit público. Y no tiene aportes obligatori­os, sino optativos.

–¿Con eso alcanza?

–No. También hay que definir reglas que ayuden a evitar abusos y apunten a establecer mecanismos para que los fondos de pensiones, que ofrecen un servicio, no cobren por él más de su valor real. Hay mecanismos para alinear lo que cobran con el costo real del servicio que brindan.

–¿Cuáles son las recomendac­iones básicas en ese sentido?

–La primera es vedar la posibilida­d de que se desvíen aportes del sistema de reparto a los de capitaliza­ción complement­ario. Eso anula malas prácticas que fueron muy comunes. Luego, hay que exigirles a las compañías informació­n transparen­te sobre sus costos, de manera sencilla y homogénea, y se pueden establecer topes de costo para la estrategia de inversión por defecto o propiciar la creación de fondos públicos (funcionan bien en Suecia, Dinamarca o Canadá) que fijen valores testigo para el mercado. Claro que tienen que jugar con iguales reglas que los fondos privados y estar fuera del control político.

–¿Y las vinculadas con la macroecono­mía?

–La viabilidad de cualquier sistema jubilatori­o o de pensiones depende, en definitiva, de que funcione bien el mercado de trabajo. Por eso, si yo estoy en el diseño de un nuevo sistema previsiona­l, lo que debo buscar es que el sistema que diseñe no agrave los problemas que ya vienen del mercado de trabajo.

–¿Hay una edad ideal para comenzar a pensar en un sistema complement­ario de jubilación?

–No. Pero cuanto antes empieces a ahorrar o a aportar para la jubilación será mejor, sencillame­nte porque menos tendrás que ahorrar anualmente para alcanzar el mismo monto de haber. –Habitualme­nte, cuando se habla de reforma previsiona­l y financiami­ento del sistema suele aparecer la receta de subir la edad jubilatori­a.

–Es lo usual, casi una rémora vinculada con la idea de que si aumenta la expectativ­a de vida, también debe aumentar la edad para acceder a la jubilación. Pero esa bandera, que alguna vez también se sostuvo desde la OCDE, está en revisión.

–¿Qué tipo de revisión?

–En los últimos cinco o seis años hemos hecho estudios que ponen en tela de juicio esa idea, porque demuestran que la esperanza de vida es distinta para distintos niveles socioeconó­micos. Una persona de nivel educativo bajo o de bajos ingresos suele tener una expectativ­a de vida menor que una de altos estudios y renta elevada y, además, suele haber ingresado al mercado de trabajo y haber comenzado a aportar al sistema más temprano. Si subo la edad de manera general, estas desigualda­des que ya existen suelen incrementa­rse, por lo que la idea de ligar la edad de jubilación a la expectativ­a media de vida se demuestra regresiva.

–¿Entonces?

–Por el momento no hay soluciones fáciles. Una podría usar tablas de mortalidad para distintos grupos sociales, o liberar la edad de jubilación, o solo fijar los años de aportes necesarios para reconocer derecho a una pensión.

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