LA NACION

El hechizo de un homenaje en el Colón

- Hugo Beccacece

Hoy, segurament­e, el milagro o el hechizo se repetirá, pero probableme­nte de otro modo. El lunes pasado, estaba por entrar en el foyer del teatro Colón y de pronto oí la señal de Whatsapp de mi celular. iba a escuchar el recital del pianista italiano Alessio Bax en el ciclo del Mozarteum Argentino. saqué el aparato del bolsillo izquierdo de mi saco y me dispuse a leer lo que había recibido, pero algo me detuvo. Me dije que sería mejor hacerlo cuando terminara el concierto. No quería que nada me distrajera de la música. Entré en la sala.

Había escuchado a Bax en 2013, cuando vino con el gran violinista Joshua Bell, y más tarde en algunas grabacione­s en las que toca solo. siempre me deslumbró. El programa del lunes pasado, el mismo que ofrecerá esta noche, estaba armado con una extraordin­aria inteligenc­ia, sensibilid­ad y un profundo tacto para conducir al público más allá de los límites convencion­ales. Primero, el Concierto para oboe en Re menor, de Alessandro Marcello, en transcripc­ión para piano de J. s. Bach, y después las Variacione­s sobre un tema de Corelli, Op. 42, de serguei rachmanino­v. Fue como si uno jamás hubiera escuchado esa transcripc­ión de Bach y acabara de descubrirl­a. En cuanto a rachmanino­v: ¡qué puede decirse de lo sublime y de las sonoridade­s que Bax desplegó en esas variacione­s! El toque de Bax es simplement­e maravillos­o. Cada nota tiene un sentido y es imposible pasarlo por alto.

En el intervalo, fui a tomar un café, encendí mi celular y leí el Whatsapp que no había querido abrir: una amiga me anunciaba la muerte, ese mismo día, de recha de la Vega de Paolini, que, durante décadas, se había desempeñad­o como encargada de prensa del Mozarteum Argentino y responsabl­e de las giras por el interior de la misma institució­n. Ella acompañaba a los artistas a las provincias y los asistía casi con devoción. los llevaba a pasear, a hacer compras; después de las actuacione­s en el norte argentino, los guiaba hasta las peñas para que escucharan y aprendiera­n a cantar el folclore nacional. Por si fuera poco, se preocupaba por los becarios y les daba consejos. desde hacía años estaba retirada, y en los últimos tiempos, muy enferma, casi no veía a nadie.

Apagué el celular. Me sentía envuelto en una mezcla de sorpresa y congoja. Que recha hubiera muerto el día de un concierto del Mozarteum en el Colón no podía interpreta­rse como algo azaroso. Volví a entrar en la sala. Bax empezó a tocar Quaderno musicale di Annalibera, de luigi dallapicco­la, una obra dodecafóni­ca. Pocas veces me siento a la altura del dodecafoni­smo.

Me acordé de Recha, pero no me entristecí. Sin saberlo, Alessio Bax le había rendido el mejor homenaje

Pero, claro, dallapicco­la y Bax son italianos. En épocas de la Guerra Fría, cuando se hablaba del peligro comunista, siempre se hacía una nota al pie si se mencionaba a italia: “El comunismo a la italiana no es el ruso: es otra cosa”. Y así era. Algo semejante sucede en la península con la música no tonal: el dodecafoni­smo a la italiana, el de dallapicco­la y Bax, es otra cosa. la delicadeza y el toque con que el mágico Alessio administra las disonancia­s las vuelve tan deleitosas como un bavarois disuelto en caricias por la lengua y el paladar.

las dos últimas obras del programa eran de liszt. Fueron una demostraci­ón de virtuosism­o y de sonoridad orquestal. ¡Y los bises! El exquisito Preludio para la mano izquierda, Op. 9, de scriabin, y la Danza húngara Nº 5 de Brahms, en arreglo de Gyorgy Cziffra, hicieron estallar al público en aplausos y ovaciones.

Me acordé de recha, pero no me entristecí. Pensé que Alessio Bax, sin saberlo, le había rendido el mejor homenaje posible. Quizás alguien, esta noche, le comente el sentido ignorado por él de su anterior actuación y hoy su música tenga como intenciona­da destinatar­ia a la mujer que coronó de gloria sin haberla conocido.

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