LA NACION

Verstappen celebró un éxito con pasado, presente y futuro

El piloto de Red Bull Racing ganó por segundo año consecutiv­o el GP de Austria; se repuso a una pésima largada para superar, a falta de dos vueltas, a Leclerc (Ferrari), un rival de los días en karts

- Alberto Cantore

Construyó el Gran Premio de su vida, por la forma y por el fondo. Max Verstappen ganó en Spielberg, Austria, en la novena estación del calendario de la Fórmula 1, aunque hizo mucho más que eso en el circuito Red Bull Ring. El neerlandés se repuso a una pésima partida: cayó del segundo cajón de la grilla al octavo lugar, pero 69 giros después, con una maniobra ajustada que fue investigad­a por los comisarios deportivos, superó a Charles Leclerc (Ferrari) y repitió aquel éxito de 2018; firmó así su sexta victoria, después de aquel primer festejo en Montemló, España, en 2016; devolvió al éxito a Honda, que arrastraba una abstinenci­a de más de 12 años y terminó con la hegemonía de Mercedes, que se impuso en las ocho carreras anteriores de 2019.

Con su típico estilo de manejo, de superacion­es arriesgada­s –con el que hace honor a la sangre fierrera que recorre sus venas– Verstappen desató el multitudin­ario y colorido festejo de esa marea naranja que lo acompañó y empujó desde las tribunas. Y también frustró al monegasco Leclerc, que como en Bahrein observó cómo se le escurría la oportunida­d de firmar su primer éxito en la F.1: si antes fue por un fallo en el sistema de inyección que le quitó potencia al motor Ferrari, ahora el avasallant­e Verstappen fue quien lo despojó de la victoria en un duelo que tiene antecedent­es y que se ofrece como una batalla que tendrá varios otros episodios para satisfacci­ón de los fanáticos del Gran Circo.

En la vuelta 69 de 71, la Curva 3 del circuito resultó el escenario donde se dirimió la contienda. El mismo sector del trazado en donde un giro antes Verstappen enseñó que sería el espacio ideal para ensayar el sobrepaso, lanzar el ataque final para firmar un triunfo antológico. El neerlandés emparejó a Leclerc y cuando el monegasco intentó regresar a la pista ya no tenía lugar: los neumáticos delanteros de los autos se tocaron, aunque el roce no tuvo la ferocidad del golpe que tres años atrás puso en riesgo el triunfo de Mercedes, cuando Lewis Hamilton y Nico Rosberg, las espadas de la escuadra de Brackley, sostenían una guerra en las pistas y psicológic­a por la corona.

El estilo Verstappen incomodó a Leclerc, que se quejó por el modo y no por la superiorid­ad que a esa altura demostraba el Red Bull Racing sobre la Ferrari. “El final probableme­nte hubiera sido el mismo, pero creo que no es la forma en la que se debe adelantar”, resaltó el monegasco, que en la antesala del podio evitó al ganador y quien al momento del descorche del champagne optó por recostarse sobre un lateral del podio. Volvió a la escena para la fotografía, esa que incluyó a Valtteri Bottas (Mercedes), tercero en el clasificad­or, y al representa­nte de Honda.

La respuesta expuso los diferentes puntos de vista, esos que no son nuevos, ya que la rivalidad existe desde los días en que competían en karts. “Se corre duro, de lo contrario tenemos que quedarnos en casa. ¿Si esas cosas no están permitidas en las careras, qué sentido tiene estar en la Fórmula 1?”, disparó Max, el hijo de Jos, el expiloto de F.1 que corrió entre 1994 y 2003, pero que nunca logró un triunfo.

De Hasselt, Bélgica, Verstappen –que utiliza la nacionalid­ad holandesa– nació el 30 de septiembre de

1997. Ese mismo año, pero el 16 de octubre y en Montecarlo, lo hiz Leclerc. Las poco más de dos semanas de diferencia, el par de kilos de peso y un centímetro de altura, algunas de las diferencia­s de dos pilotos que con 21 años le dieron forma a la primera fila más juvenil de la historia de la F.1. También la de dos rivales que se miden desde

2012 y que tuvieron el primer chispazo en el campeonato de KF2 de las WSK Euro Series. Con rostros aniñados ya mostraban talento y ambición en las pistas. En Nantes (Francia), en el circuito de Val d’argenton, Verstappen iba a la cabeza de la carrera cuando Leclerc no dudó en posicionar su kart y dejarlo fuera del dibujo a Max. “Es injusto, no actuó de manera correcta. Me dio un golpe y me dejó sin pista”, se quejaba cargado de ira Verstappen, mientras la calma del monegasco se traducía en su cara y sus palabras: “Un incidente de carrera”, exponía animadamen­te Leclerc, restándole gravedad a la maniobra.

Siete años después, pero en la Fórmula 1 y en Austria, las imágenes del pasado se reviven en el presente y, con seguridad, se replicarán en el futuro. Verstappen y Leclerc son dos pilotos destinados a marcar una época y ofrecer batallas épicas, esas que engrandeci­eron a la historia de la F.1.

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L. Niesner / reuters el baño de champagne y la satisfacci­ón de Vertappen contrasta con la salida rápida del podio y la bronca de leclerc

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