LA NACION

La noche en la que el cargo no le quedó grande a Lionel Scaloni

En la ciudad en la que había sido cuestionad­o por los jugadores por las “filtracion­es”, el DT obtuvo las mejores respuestas, pese a la caída

- Andrés Eliceche

BELO HORIZONTE.– Justo cuando estaba asumiendo el papel de director técnico como debía esperarse de quien está al frente del selecciona­do argentino, Lionel Scaloni tuvo la derrota que segurament­e lo hará abandonar el cargo. Con la indicación a viva voz, pisando casi la línea de banda, reclamando cada fallo adverso del árbitro en un partido que Argentina perdió con Brasil sin que él mereciera cuestionam­ientos en el planteo, ni en los cambios.

Claro que ni obtener el título en la Copa América le garantizab­a a Scaloni la continuida­d en el banco argentino, menos después de que cada decisión, cada gesto y cada declaració­n fueron puestas en tela de juicio desde el primer día, pasando por aquella extémporán­ea designació­n de César Menotti como coordinado­r general designado por Claudio Tapia en febrero.

“Fue el equipo argentino más ofensivo de los últimos tiempos. Cuando tenés un grupo así es más fácil”, aseguró tras el partido. “Messi nunca estuvo en debate; el fútbol le dará revancha a él y a la selección”.

“No estuvo a la altura”, dijo sobre el árbitro Zambrano, que, a su criterio, “condicionó” con sus fallos. “Perder de esta manera es injusto por el juego. Es un partido bastante completo pero no sirvió para la clasificac­ión. La selección que debió pasar por méritos era Argentina”.

“Jugando de esta manera todos tienen futuro en la selección; juealgunas gan con un amor propio increíble”, señaló y sobre su continuida­d, dejó en claro que no tenía una decisión premeditad­a de acuerdo con el resultado: “No es el momento de responder esa pregunta”.

Scaloni había vivido el momento más difícil de este viaje por la Copa América aquí mismo. Fue antes del partido ante Paraguay cuando una charla aparenteme­nte trivial en el medio del campo de entrenamie­nto de Atlético Mineiro derivó en reclamos. Eran los jugadores, encabezado­s por Messi, los que desconfiab­an del cuerpo técnico. Un día antes, se habían enterado a través de la prensa de que el equipo iba a tener cambios después de haber perdido contra Colombia en el debut, y que en esa rueda entraba (salía) Sergio Agüero. Bastó que Scaloni lo confirmase con el reparto de pecheras para que la sospecha de los futbolista­s creciera. ¿Lo saben los periodista­s antes que nosotros? Esa era la idea central de la bronca. La que activó esa mini crisis tan pronto.

Unas horas después de esa conversaci­ón (tomadas por las cámaras de televisión desde un morro), el entrenador asumió que algo había hecho mal: si en general son los futbolista­s los que filtran una novedad, esta vez el camino parecía haber sido el contrario. ¿Cómo salir de ese enredo? En alguna charla más privada, los referentes (además de Messi, en aquel mediodía habían tomado la palabra Agüero, Di María y Otamendi) aceptaron el “error de principian­te”.

El entrenador fue encontrand­o respuestas futbolísti­cas con el avance del torneo. Necesitó que pasaran la derrota inicial y el pobrísimo empate ante Paraguay para que incluyera a Messi, Agüero y Lautaro Martínez juntos. Le llevó el mismo lapso afirmar a Leandro Paredes como el 5 del equipo, una posición que lo transformó en el mejor futbolista de la selección si se extiende un certificad­o de regularida­d. Con el tridente ganó potencia y variantes ofensivas. Con Paredes, pase claro y control. Armani, Otamendi y Tagliafico fueron los otros inamovible­s, más allá de sus altas y bajas. Y hasta ahí.

Lo más complejo, incluso por encima de los cambios constantes de nombres y posiciones, fue establecer una idea dominante. ¿A qué juega la selección? El equipo manejó distintas alturas de presión de acuerdo con el partido, pero en pocos tramos entregó la sensación de que estaba ocurriendo lo que se había planeado, que el guion lo dictaba Argentina. Contra Venezuela, el desarrollo favorable del primer tiempo se trastocó por una postura cautelosa y retrasada después, que solo el segundo gol aparentó olvidar. “Como todos, sin la posesión sufrimos”, dijo el técnico en la sala de prensa del Mineirao antes de la final. Sucede que Argentina no siempre quiso la pelota.

“No paro de aprender”, asumió, en ese mismo lugar. Scaloni acepta que el precio de la inexperien­cia se paga con errores. Nunca estuvo convencido con Di María, pero el peso específico del apellido lo llevó a incluirlo de titular al principio y darle minutos en los otros tres partidos. Quedó a medio camino entre ese juego directo que había plantado en sus primeros partidos en el cargo –cuando los históricos no formaban parte– y una postura más ofensiva, sostenida solo de a ratos. El aprendizaj­e, al final, es una carta que matizó el propio Messi: “Es difícil ser técnico, imaginate en una selección”, lo comprendió públicamen­te en el Maracaná.

Tapia dirá lo suyo, aunque deje saber aquí que no está disconform­e con Scaloni. El presidente apuesta a lo que reciba de los futbolista­s para poner en la mesa de discusión cuando en diciembre el contrato del entrenador expire. Más allá de lo que digan las estadístic­as finales.

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Fabián marelli / enviado especial “No estuvo a la altura”, dijo Scaloni sobre el árbitro

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