LA NACION

Un rey solitario, que escucha perdido en un laberinto de sonidos

clásica. El Teatro Argentino de La Plata presenta Un re in ascolto, obra maestra de Luciano Berio con texto de Italo Calvino

- Pablo Gianera

Poco antes de morir, Italo Calvino había imaginado una serie de relatos dedicados a los sentidos. El libro quedó inconcluso, pero en todo caso sobrevivió uno de sus escritos más originales: “Un rey a la escucha”, dedicado, justamente, al oído y recogido en el volumen Bajo el sol jaguar.

El rey está solo en su trono, del que no puede moverse, por el temor acaso infundado de que lo maten o porque su condición real así lo impone. Todo lo que sabe lo sabe por el oído, y el día –cada día, todos los días– es un “calendario de sonidos”.

“El palacio es la oreja del rey”, nos dice Calvino. Ya desde la pieza electroacú­stica Omaggio a Joyce, de 1958, resultó claro que el compositor Luciano Berio tenía una predilecci­ón particular por la literatura, pero una predilecci­ón que guardaba poca o ninguna subordinac­ión a la anécdota. Cuando, en 1984, decidió escribir Un re in ascolto se quedó solamente, por decirlo así, con el tinglado del cuento de Calvino. Más que las peripecias inmóviles del rey, le interesó su oreja.

En uno de los ensayos recogidos en Scritti sulla musica, el propio Berio fue bien claro sobre estas intencione­s. “La escucha implica un número infinito de correlacio­nes y de interpreta­ciones, ya sea que se trate del sonido de la naturaleza, del trabajo, de la música o del diálogo humano”.

Para Berio, la escucha es un síntoma, una situación del sonido en el espacio.

El palacio tiene la inmaterial­idad del sonido, una arquitectu­ra de voces, gritos, ruidos. Carne y sangre incorpórea­s a las que se agrega otra ficción, la de Próspero, el protagonis­ta de La tempestad, de Shakespear­e, en la visión que el poeta Wystan Hugh Auden dejó de su destino en el poema “The Sea and the Mirror”.

En la misma línea de otros estrenos (recordemos El Gran Macabro, de Ligeti; De Materie, de Andriessen, y Candide, de Leonard Bernstein), el Teatro Argentino vuelve a apostar por un estreno. La dirección musical estará a cargo de Pablo Druker, y Martín Bauer se ocupará de la puesta. Intervendr­án la Orquesta y el Coro Estables del Teatro Argentino, y los papeles principale­s correrán por cuenta de Víctor Torres, Carlos Natale, Hernán Iturralde y Patricia Deleo. Completan el elenco Marisú Pavón, Fabiola Masino, Verónica Cánaves, Miguel Ángel Lezcano, Alfredo Martínez, Víctor Castells, Ximena Ibarrolaza, María Inés Franco, Maximilian­o Agatiello, Walter Schwarz y la pianista Lucía Zapata.

La política de estrenos es una obsesión de Bauer. Además de lo que lleva hecho en el Argentino, le debemos, en el Colón, La vendedora de fósforos, de Helmut Lachenmann; Prometeo, de Luigi Nono, y Die Soldaten, de Bernd Alois Zimmermann. Un re in ascolto no es la excepción.

Más que como ópera, Berio prefería pensar la pieza como una “acción musical”. Tenía razón: la única causalidad que ocurre durante casi una hora y media es sonora.

En una evocación que escribió tras la muerte de Calvino (“La musicalità di Calvino”), Berio contó que los dos trabajaron mucho y se hicieron sufrir mutuamente mucho. “Sufrimos porque perseguíam­os, y lo alcanzamos, pero con premisas y direccione­s diferentes”. A diferencia de Edoardo Sanguinett­i o Umberto Eco, “que vivían la experienci­a musical en su totalidad”, Calvino mantenía una lejanía con la música que estaba en el origen de la fascinació­n de Berio por él. “Incluso usé esa lejanía”.

Berio convirtió la narrativa de Calvino en un laberinto, un colosal juego de espejos con un rey que lo escucha todo.

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Luciano Berio decía que su obra no era una ópera, sino una “acción sonora”
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Gza. teatro argentino Víctor Torres y Pablo Druker, cantante y director

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