LA NACION

Erotismo sin edad, lejos de las redes sociales

- Silvina Marino La autora es licenciada en Letras

El taller de literatura erótica que dicto nació como una actividad no pensada para un grupo excluyente en términos generacion­ales. Tuve la suerte de contar siempre con una asistencia ecléctica en edad, género o nivel educativo. Sin embargo, la última experienci­a sucedió con un grupo especial y específico: los adultos mayores. El erotismo en el arte constituye una temática que nos atraviesa desde el comienzo de la humanidad y que nos increpa en el cuerpo, nos hace pensar y, por qué no, nos calienta. Y, por eso, tratarlo frente a una concurrenc­ia de personas a las que se les suele silenciar su sexualidad, duplicó el desafío de estas clases.

Lo que resulta excitante en estos encuentros es, por supuesto, la problemati­zación conceptual, la definición de términos, el rastreo histórico, y el contrapunt­o con otras disciplina­s artísticas.además,elinterésp­roviene del corpus de textos a analizar: de la ingenuidad sugerida de García Lorca o rubén Darío a los sonetos lujuriosos de Pietro Aretino y el deseo antropofág­ico de Wilcock o la pornografí­a

de la crueldad de Sade y Georges Bataille. De eso se trata: abrir la mente como un modo de abrir los vínculos. Aquí y allá la vida puede recomenzar a los 50, a los 60, y más. Porque los asistentes, de una u otra forma, entablan relaciones diversas. De hecho, un matrimonio de alumnos jubilados asiste junto: Norma acompaña a Guillermo en una afición que nació en este mismo taller pero en el Club Cultural Matienzo y que lo convirtió en un prolífico escritor porno queer (su primera novela editada es Ella se llamaba Roberto).

En la Facultad de Filosofía y Letras, por otra parte, el público está ávido de literatura, de antropolog­ía o de cine. Y, sobre todo, de interactua­r. Como en cualquier actividad y en cualquier espacio de este tipo es espontáneo el diálogo antes y después del taller, el envío de mails, las recomendac­iones de películas o libros, la invitación a otros encuentros. Eso: no faltan excusas para conocerse. O seguir conociéndo­se. Y se han de haber formado amigos y amigas, parejas esporádica­s, encuentros definitivo­s, compañeros de vida, compinches de travesía. “Se miran, se presienten, se desean”, leemos a Girondo. Y le creemos: todo puede suceder.

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