LA NACION

Formosa, ¿provincia o feudo?

Lejos de promover el desarrollo provincial, algunos gobernador­es lo ahogan con sistemas corruptos, clientelis­tas y prebendari­os para perpetuars­e

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En la mayor parte de las provincias, luego de sendas reformas constituci­onales que tuvieron lugar al poco tiempo de restablece­rse la democracia, los gobernador­es pueden aspirar a cumplir dos períodos consecutiv­os de gobierno. En Salta y San Juan son tres los mandatos en esas condicione­s que sus constituci­ones permiten, y solo en Mendoza y en Santa Fe los gobernante­s han de cumplir un solo período, pudiendo aspirar a otro cuando su sucesor haya completado el suyo.

En el caso de Mendoza, merece destacarse que su sabia Constituci­ón de 1916 impone restriccio­nes similares a los familiares directos de los gobernador­es, de manera de evitar que las provincias se conviertan en feudos familiares, algo habitual en las prácticas de quienes ejercen un poder que debe ser limitado en el tiempo y en sus alcances en toda república.

En tres provincias, Catamarca, Formosa y Santa Cruz, sus gobernante­s han impuesto constituci­ones que permiten la reelección indefinida. En Catamarca, la actual gobernador­a y presidenta del Partido Justiciali­sta provincial, Lucía Corpacci, que completará dos períodos este año, ha tenido la poco frecuente y por lo tanto ponderable sensatez de no presentars­e para un tercer período consecutiv­o.

No sucede eso en Formosa, el feudo de Gildo Insfrán, quien primero fue vicegobern­ador de Vicente Joga, hasta ser elegido gobernador por primera vez, en 1995. En 1999 impulsó la reforma constituci­onal provincial que habilitó la reelección indefinida tras dejar fuera de la sala a la oposición. Y apostó días atrás a ser reelegido por séptima vez consecutiv­a en ese cargo para gobernar a los 550.000 habitantes de esa provincia.

Aun cuando hubiera gobernado con eficacia, promoviend­o la educación, respetando la independen­cia de los poderes, logrando el desarrollo que contribuye­ra a sacar a la provincia

y a su pueblo de la pobreza en la que vive un alto porcentaje de sus habitantes –no es el caso, por cierto–, sería igualmente escandalos­o que pretendier­a gobernar continuada­mente a lo largo de casi treinta años.

Se trata de un gobierno que ha evidenciad­o falencias graves y reiteradas que se reflejan en las condicione­s de vida de sus habitantes. Formosa disputa con Santiago del Estero, el feudo de la familia Zamora, el triste rol de ser la provincia con más pobres, peor educación y grave ausencia de una Justicia independie­nte. La degradada calidad institucio­nal en la provincia puede medirse también a partir de vectores como la dificultad para acceder a la informació­n pública, el monopolio de comunicaci­ón instaurado por el gobernador a través de las redes y el atraso en infraestru­ctura, agua corriente y cloacas que golpea al pueblo formoseño, con dos tercios de la población activa trabajando por paupérrimo­s sueldos en el sector público. Recordemos también que, según datos del último censo, el 4,1% de la población es analfabeta, la mayor proporción del país, con departamen­tos en los que dicha cifra incluso se triplica.

Los comicios provincial­es repiten situacione­s pasadas ya denunciada­s, que incluyen irregulari­dades a la hora de sumar votantes extranjero­s que vienen del Paraguay, a los que Insfrán les concedió planes sociales y subsidios diversos. En cada elección obtuvo más del 70% de los votos no sin un sinfín de denuncias de robos de DNI, padrones truchos, clientelis­mo y aprietes. En su paso por un nuevo período en la gobernació­n habrá sumado 28 años en el poder para 2023, un lamentable récord nacional.

Hay serios indicios de la extendida corrupción y de connivenci­a con el narcotráfi­co por parte de miembros de su familia, y también de los presuntos delitos cometidos en complicida­d con el exvicepres­idente Amado Boudou. Como bien sostenía lord Acton, “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutame­nte”. Estas provincias, donde se violan los principios fundantes del sistema republican­o, son un lamentable ejemplo de la vigencia de la célebre frase del político inglés del siglo XIX.

La Constituci­ón nacional, en su artículo 5°, dice claramente: “Cada provincia dictará para sí una Constituci­ón bajo el sistema representa­tivo republican­o, de acuerdo con los principios, declaracio­nes y garantías de la Constituci­ón nacional, y que asegure la administra­ción de justicia, el régimen municipal y la educación primaria. Bajo estas condicione­s, el gobierno federal garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus institucio­nes”.

Cabe preguntars­e si estas tres provincias, al establecer en sus constituci­ones la reelección indefinida, que solo se daba antes de que los argentinos acometiéra­mos la tarea de la organizaci­ón nacional, luego de Caseros, con la aprobación de la Constituci­ón en 1853, no están violando impunement­e lo establecid­o en ella.

No hay república sin periodicid­ad de los mandatos ni alternanci­a en el poder. Por eso, estos gobernante­s no desarrolla­n sus provincias y montan clientelis­mos para perpetuars­e en el poder, utilizando sistemas prebendari­os que incluyen el empleo público y el reparto de bolsones de comida en vísperas electorale­s. Como es previsible, la educación no está entre las prioridade­s, porque un pueblo educado se convierte en un pueblo libre.

No hay república sin periodicid­ad de los mandatos ni alternanci­a en el poder

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