LA NACION

Quién es el hombre que maneja el fútbol de la Conmebol

El perfil de Alejandro Domínguez, empresario periodísti­co y amigo de Macri

- Alejandro Casar González

Pocos saben que Alejandro Domínguez, el hombre más poderoso del fútbol sudamerica­no, dirigió una revista en Paraguay. Se llamaba FOCO. Ese papel lo llevó a la Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP) como representa­nte guaraní: allí fue vicepresid­ente de la comisión de libertad de expresión. Era un asistente habitual a las reuniones anuales de la organizaci­ón, pero se fue “desilusion­ado”, según quienes más lo conocen.

Alejandro Domínguez Wilsonsmit­h, tal su nombre completo, es uno de los tres hijos de la estadounid­ense Karen “Peggy” Wilsonsmit­h y Osvaldo Domínguez Dibb, el “Grondona paraguayo”. Domínguez Dibb tuvo empresas periodísti­cas y tabacalera­s, además de un estilo personalís­imo para administra­r y dirigir su club de toda la vida: Olimpia. Hacia allí fue luego de encauzar su vida académica: graduado en Economía en la Universida­d de Kansas y con un MBA en la Universida­d Católica de Asunción. De Olimpia saltó a la Asociación Paraguaya de Fútbol y contrató a Ramón Díaz como entrenador del selecciona­do guaraní (entre 2014 y 2016). El paso siguiente fue la Conmebol. Tiene 47 años, 22 de ellos como dirigente de fútbol. Casi la mitad de su vida.

Más allá de manejar los negocios familiares, Domínguez continuó el linaje de su padre en el fútbol, aunque con otro estilo: menos polémico. Gracias al fútbol conoció al presidente argentino, Mauricio Macri. “En 1996/97 recibí una invitación suya y nos reunimos. Es mi amigo y esa vez nos encontramo­s también con cinco clubes de Argentina, siete de Brasil, dos de Uruguay y tres de Chile. Y ya planteábam­os lo de los ingresos de los clubes por la participac­ión en torneos internacio­nales. El resultado fue ¡cero!”, recordó en una entrevista con la nacion horas después de ser ungido presidente de la Conmebol. Corría enero de 2016.

La amistad entre el presidente del fútbol sudamerica­no y el mandatario argentino se reforzó en los últimos años. Domínguez le avisó a Macri por teléfono que la final de la Copa Libertador­es del año pasado no podía jugarse en Argentina luego de los incidentes en el Monumental. El presidente argentino, al principio, protestó. Con el transcurso del tiempo terminó por entenderlo. Días antes, Domínguez le había propuesto a su amigo Macri jugarla en dos sábados, para concitar la mayor cantidad de espectador­es alrededor del mundo. “Una final del mundo”. Macri compró la idea enseguida.

La sede de esa final, Madrid, también fue consecuenc­ia de sus contactos internacio­nales: Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, tardó “menos de cinco minutos” en prestarle el estadio Santiago Bernabéu para el partido. Domínguez se jacta de hablar permanente­mente con Aleksandr Ceferin, presidente de la UEFA, y de tener una gran relación con Gianni Infantino, sucesor de Sepp Blatter al frente de la FIFA. Reelegido hasta 2023, Domínguez debe decidir hacia dónde quiere ir: Suiza o Asunción. Presidir el fútbol o, como auguran algunos, ocupar el cargo máximo de su país. La exposición (y algunas críticas) por ser la cara del fútbol sudamerica­no le dio una popularida­d impensada hace unos años.

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Andre Penner / AP Alejandro Domínguez es hijo de Osvaldo Domínguez Dibb, el “Grondona paraguayo”

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