LA NACION

Alfredo Leuco

El periodista reedita su libro Juicio y castigo, en una versión ampliada con más de 70 columnas escritas entre 2005 y 2019; su evaluación de Macri y su defensa de los medios

- Texto Federico Acosta Rainis

Alberto Fernández va a ser el testaferro político de Cristina, si es presidente, o su sepulturer­o

“Me sigue generando misterio la fragilidad de la memoria colectiva”, escribe el periodista Alfredo Leuco en el prólogo de su libro Juicio y castigo, reeditado el mes pasado, a cuatro años de su publicació­n original. Es una versión ampliada y actualizad­a, con un prólogo de Jorge Fernández Díaz, que incluye una recopilaci­ón de más de 70 columnas escritas por el autor entre 2005 y 2019, en las que hace una radiografí­a implacable del kirchneris­mo, dentro y fuera del poder.

Desde el luminoso living de su departamen­to donde recibe a la nacion, Leuco explica que su libro es “una especie de resumen de las cosas muy graves que han pasado en la Argentina del kirchneris­mo” con el propósito de refrescar esa memoria colectiva. Y por eso lo publicó en el marco de este año electoral: “Hay gente muy bien intenciona­da que ha olvidado, y ese olvido ayuda a la posibilida­d de que Cristina Fernández de Kirchner vuelva al poder”.

–En Juicio y castigo decís que Alberto Fernández puede ser testaferro o sepulturer­o. ¿Por qué?

–Va a ser el testaferro político de Cristina, si es presidente, o su sepulturer­o, si le va mal. Porque cuatro derrotas consecutiv­as de Cristina en el peronismo son imperdonab­les y Alberto va a ser el mariscal de la derrota. Está instalada la figura del títere, pero a mí me parece un testaferro político.

–Si llega a ser presidente, ¿no puede buscar su autonomía?

–Es un hombre con personalid­ad, pero el poder es de quien tiene los votos. Si lo intenta hay dos posibilida­des: que Cristina se resigne y lo deje gobernar, una posibilida­d que casi no existe, o que se disputen el poder. Si eso se reedita, yo, que soy bastante agnóstico, me dedicaría a rezar: la década del 70 empezó con una pelea entre la izquierda y la derecha del peronismo, terminó a los tiros y desembocó en la peor dictadura militar que tuvimos.

–Una de tus columnas se titula “Cristina es Maduro”. ¿Creés que si llega al poder podría pasar lo que ocurre en Venezuela?

–Yo creo que sí. Sería el cuarto gobierno kirchneris­ta y superarían a Perón en cantidad. Aún después de las evidencias de que en Venezuela gobierna una narcodicta­dura militar, después del informe de Michelle Bachelet, que denuncia ejecucione­s, tortura y presos políticos, Cristina no dice nada. Con su silencio, Alberto Fernández y Máximo Kirchner otorgan. El terrorismo de Estado no es de derecha ni de izquierda, son criminales que deben ser denunciado­s. Pero ellos solo condenan a las dictaduras de derecha.

–Cristina tiene una importante adhesión. ¿Cuál es tu análisis?

–Hay tres elementos. El primero es el histórico voto del peronismo, por lo que significa en la memoria colectiva, su incorporac­ión de las clases trabajador­as. El segundo es que el cristinism­o hizo un trabajo muy astuto en los sectores más pobres del conurbano bonaerense y en la pequeña burguesía universita­ria. El tercer elemento es la mala gestión de Macri en lo económico, que ha potenciado a Cristina.

–Las encuestas muestran a Macri algunos puntos por debajo.

–Hay que tomarlas con pinzas porque Macri y Cristina tienen alta imagen negativa y muchos no se atreven a decir que van a votarlos. Pero estas PASO son las elecciones más importante­s desde el 83, porque de acuerdo con ellas se va a posicionar el mercado: si Cristina saca una gran diferencia, es probable que se desarticul­e la economía y Macri no pueda ganar en primera vuelta. El otro foco es la provincia de Buenos Aires, donde María Eugenia Vidal, la persona con mayor imagen política, puede perder por un voto con La Cámpora.

–En el libro exponés tus críticas al kirchneris­mo. ¿Cómo evaluás a Macri?

–Tuvo luces y sombras. Rescato que es un hombre honrado que hizo un esfuerzo porque no tenía motivos para dedicarse a la política. Valoro su política internacio­nal, que nos alejó de Venezuela, de Cuba y de Irán, y nos acercó a EE.UU, Alemania, Francia y Brasil. También la no persecució­n de la prensa. Y soy muy crítico de algunos aspectos.

–¿De qué aspectos?

–Se equivocó por el capricho de no querer un superminis­tro de Economía. El Gobierno perdió cuadros económicos de todos los matices porque chocaron con Marcos Peña: Carlos Melconian, Federico Sturzenegg­er, Alfonso Prat-Gay. Desarticul­aron las bombas de tiempo que dejó el kirchneris­mo, pero se manejaron sin una política económica clara. El segundo aspecto es que no creen en la política como un verdadero arte. Es el gobierno que peor ha comunicado desde la democracia y han cometido torpezas de jardín de infantes.

–¿Como cuáles?

–Si hubiesen adelantado las elecciones en la provincia, la pelea estaba liquidada. Porque Vidal sola tiene 8 o 10 puntos de diferencia, pero en la boleta con Macri corre el riesgo de perder. Y en lugar de ampliar las bases de sustentaci­ón de su gobierno, se achicaron. Recién entendiero­n cuando importaron a Pichetto.

–Pero Pichetto fue cercano al kirchneris­mo durante años.

–Pichetto fue oficialism­o de todos los peronismos, porque tiene la concepción de lealtad del peronismo. Pero no estuvo en la mesa chica del kirchneris­mo, no tiene sospechas de corrupción, ni ninguna causa abierta.

–En el libro, hay una columna publicada en en octubre la nacion de 2006, “Libertad de prensa de baja intensidad”, con una crítica a la relación del kirchneris­mo con los medios. ¿Cómo evaluás el tema ahora?

–Enumeré allí diez ataques a la libertad de prensa del kirchneris­mo. Después vinieron otros, se fueron perfeccion­ando. Hoy hay libertad: el gobierno de Macri no solo no persigue, sino que no le importa.

–¿Al Gobierno lo cuidan en algunos medios?

–No es mi caso. Es probable que en los grandes medios haya una mirada más contemplat­iva que con el kirchneris­mo, pero nadie oculta la inflación ni la destrucció­n del trabajo. La participac­ión de Calcaterra en la corrupción salió en todos lados.

–¿Cuáles son los desafíos del periodismo hoy?

–El avance tecnológic­o ha traído maravillas, pero ha deformado la forma de hacer periodismo. Se trabaja con el clic y el tiempo: para que el tipo se quede ponés la informació­n importante en el cuarto párrafo, pero el lector se cansa y se va a las redes. El segundo error es que el escándalo siempre genera interés y en muchos medio serios la noticia más leída es algo de la farándula que no tiene ninguna relevancia.

–Según estudios internacio­nales, la Argentina es uno de los países donde los ciudadanos menos confían en los medios. ¿Por qué creés que pasa?

–Es una de las herencias malditas que dejó el kirchneris­mo. Antes, la Iglesia y los medios de comunicaci­ón estaban entre los grupos más creíbles de la sociedad. El kirchneris­mo lo encarnó acá, pero está pasando en todo el mundo, como en EE.UU. con Trump. El concepto del periodismo de las dos campanas está quedando viejo porque las redes se transforma­n en tribus y esas tribus te obligan a tomar posición. Yo tengo que tener la cabeza fría para no hacer “seguidismo­s” y opinar lo que opinan los oyentes. Pero hay una novedad muy importante en eso: el 50% va a decir que le cree a uno y el otro 50% a otro.

–¿Eso puede volver a cambiar?

–Sí, se va a ir recuperand­o con el tiempo, porque las redes sociales trabajan tanto con fake news, anonimatos e informacio­nes falsas que finalmente para chequearla­s la gente recurre a los medios tradiciona­les. Los medios que tienen caras, nombres, documentos son mucho más creíbles que una cosa anónima que está circulando.

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| Foto Silvana Colombo

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