LA NACION

Romina Ricci

Es una de las protagonis­tas de la nueva Brujas y, en charla con la nacion, se refiere a sus ex, a la crianza de sus hijas, al feminismo y a su trabajo en la biopic de Maradona

- Texto Gustavo Lladós | Foto Soledad Aznárez

En mis inicios sufrí abusos y acosos; los resolví sola, hasta con cachetazos

Desde el verano integra el elenco de la nueva versión de Brujas, aquel exitazo de los años 90 que supo reunir (en un hallazgo de producción) a Moria Casán, Thelma Biral, Nora Cárpena, Susana Campos y Graciela Dufau e imponer para siempre el género de comedias femeninas en la cartelera local. En la remake Romina Ricci encarna a Inés, papel por el cual se ganó el premio Carlos a la mejor actriz en Villa Carlos Paz.

Hoy la obra del español Santiago Moncada ocupa el escenario del Teatro Astros, en plena avenida Corrientes. El elenco del verano ha sufrido algunas variacione­s, pero el resultado sigue siendo el mismo: una comedia eficaz, que combina el humor con el misterio, el drama

y, a diferencia de la versión original, cierta pátina feminista. Allí Romina comparte cartel con Leonora Balcarce, Andrea Bonelli, Andrea del Boca y Viviana Saccone.

–¿Habías visto la versión original de Brujas?

–No, no la vi. Y tampoco vi un video que estaba dando vueltas de la versión original. Preferí no ver nada. En algún momento lo veré, porque obviamente me da intriga. Pero quise ingresar al proyecto sin tantas influencia­s, quise sentirme lo más libre posible para poder componer mi personaje a mi manera. Al principio leí bien el libro e investigué un poco sobre el autor. Descubrí que originalme­nte eran solo cuatropers­onajes, después se agregó un quinto, que es el personaje de la jueza. Y también me preocupé por estudiar la época en que fue escrita la obra, a fines de los 80. Segurament­e en aquel momento era muy moderno tocar ciertas cuestiones que, después, quedaron un poco demodé.

–¿Ustedes aceptaron el texto original sin retaceos o pidieron algunos cambios?

–Hubo cambios desde el vamos, pero a nuestro entender había que seguir modificand­o varias cosas. Por ejemplo, al comenzar la obra en la versión original las cinco amigas cantaban una canción religiosa; bueno, ahora nosotras cantamos “La rumba del piano”, de Fito [Páez]. E hicimos muchas modificaci­ones al texto. Yo, por ejemplo, le sumé lenguaje inclusivo. También hicimos mucho para que el personaje de la lesbiana no terminara desplazada. Nos replanteam­os si ciertas cuestiones estaban acordes con la época o no. Pese a ser una comedia femenina, la obra tenía un notorio costado machista, así que fuimos modificand­o y modificand­o todo lo que pudimos. Originalme­nte me propusiero­n el personaje que hacía Moria [Casán], el de la prostituta. Y me pareció algo muy fácil, no porque alguna vez haya sido prostituta, sino por el tema del cuerpo… siempre me llaman para hacer de sexy. Podría haberlo hecho y me hubiera divertido un montón, pero este me pareció un desafío mayor: era la naif, algo totalmente opuesto a lo que suelo interpreta­r. Además es alcohólica, un rol realmente difícil, porque te podés pasar fácilmente.

Viene de tapa

–A partir de tus trabajos en Resistiré, Doble vida, Vidas robadas, Mujeres asesinas, Herederos de una venganza y Farsantes, en general se te conoce más como actriz dramática...

–Mis compañeras se sorprendie­ron. La Bonelli, por ejemplo, me dijo: “¡Ay, no te hacía tan graciosa!”. He hecho algunas cosas cómicas, pero pocas. A los 20 años, por ejemplo, hice un papel pequeñito en La señorita Elsa; recuerdo que era una tragedia y, sin embargo, yo hablaba y el público se reía. Ahora, que estoy estudiando dirección de ópera en el Colón y montando Romeo y Julieta, me pasa que todo me causa gracia. Encuentro la comicidad en lo trágico. Pero, ojo, para hacer reír con un personaje dramático tiene que estar hecho con mucha verdad. Es complejo. La gente se ríe con mi personaje en Brujas, pero yo lloro en el escenario.

–¿El proceso judicial que está viviendo Andrea del Boca es un tema de discusión entre ustedes?

–No nos metemos en eso, no se habla. Es algo muy privado de Andrea y respetamos si ella no quiere hablar.

–¿Es lo mismo trabajar con una colega que con una estrella?

–Sé que Andrea del Boca es una estrella, pero arriba y abajo del escenario es una compañera más. No veo esa diferencia ni ella la marca. Me parece divina.

–En los años 90 Brujas inauguró los espectácul­os de y para las mujeres, una costumbre que se mantiene hoy en día. ¿Cómo te llevás con ese tipo de piezas?

–Siempre me aburrieron, no son obras que yo vaya a ver o me diviertan. Me habían llamado para varias, pero siempre me parecieron obvias. Esta es una obra del mismo género, sí, pero a la vez tiene una historia potente. Hay un misterio a develar y hay varios temas que se ponen en debate.

–Según tu experienci­a, ¿reina mayor armonía en un elenco de mujeres o en uno mixto?

–En los elencos de mujeres en los que estuve siempre hubo armonía, yo creo que la armonía o disarmonía tiene que ver más con la cantidad de gente. Si es un grupo muy grande, todo se torna más complejo. Pero siempre en los grupos, chicos o grandes, existen ciertos conflictos y a veces son alimento para lo que tiene que suceder artísticam­ente. Pero por el momento en nuestro grupo no hay rispideces ni nada parecido.

–¿Cómo es la relación con cada una de tus tres hijas?

–Es muy linda. Estoy muy feliz de tener tres mujeres. Ojo, me hubiera encantado también tener un varoncito, pero me siento muy orgullosa de ellas, de cómo nos entendimos, de todo lo que vivimos. Con cada una todo fue y es muy diferente. Porque tengo una de 21 (Valentina Gutiérrez), otra de 15 (Margarita Páez) y por último una de 3 (Bethiana Abud). Las tuve en tres momentos muy diferentes de mi vida y con tres padres distintos, pero así y todo hemos logrado vínculos muy lindos y armónicos.

–¿Es difícil criar a tres hijas de distintas edades? ¿A una mujer, a una adolescent­e y a una niña?

–La mujer es también muy niña, la adolescent­e es también mujer y la niña es… está todo muy mezclado por momentos. A veces la niña te dice cosas que no podés creer y la grande te sale con cosas de niña. Van aprendiend­o de ellas mismas y van rotando los roles de quién cuida a quién. Conmigo a veces también sucede lo mismo, si bien soy la que cuida siempre y no permito que me cuiden, a veces, de repente, sucede lo contrario: me sorprenden cuidándome, y me gusta.

–¿Las tres viven con vos?

–La más grande y la más chica viven permanente­mente conmigo. Y la del medio va y viene de la casa de su padre, porque Fito vive muy cerca.

–¿El hecho de que sean hijas de padres diferentes te complica a la hora de tomar decisiones sobre su crianza?

–No. La más grande ya tiene 21, la voy guiando, pero ya es una mujer, tiene su novio, estudia y trabaja. No hay mucho para hablar con su padre al respecto, salvo alguna eventualid­ad. Tampoco hay mucho para criar, pero sí para aconsejar. Justamente el otro día me dijo que soy la persona que mejores consejos le da en la vida y eso me dio mucho amor y me hizo bien que así sea. En sus etapas de rebeldía siempre traté de no ir al choque, le permití que expresara su rebeldía y, bueno… con el tiempo se fue dando cuenta de que no hacía falta. Y con Fito como padre nunca tuvimos un problema, porque vamos para el mismo lado, muy claramente, nunca tuvimos ni un roce, es impresiona­nte cómo nos acompañamo­s, formamos un dúo imbatible y eso da mucha seguridad a la hora de criar un niño. Con el padre de Valentina, en cambio, sí hemos tenido diferencia­s, pero con el tiempo se fueron limando. Sobre todo cuando ella misma fue eligiendo lo que quería y si eso se encontraba más cerca del pensamient­o del padre o de la madre. Y en cuanto a la más chiquita… yo estoy con su papá y si hay alguna diferencia está ligada al tema de los caprichos, de si se los permitís o no. A Bethiana la quiero malcriar y en ese sentido me siento como si fuera su abuela. Más que criarla, la quiero malcriar dándole todos los gustos. Me desespero si llora o le falta algo. No lo puedo tolerar, y el padre, claro, intenta poner límites. Es que soy madre desde los 20, por eso ya me siento abuela, pensá que Bethiana podría ser la hija de mi primera hija, que ya tiene 21.

–¿Tendrías más hijos?

–¡No doy más! Pero, como te digo esto, no sé… con mi actual pareja podría tener otro hijo; es más, ¡lo hubiera tenido anoche! En momentos como el de anoche, me digo: “Vamos, que venga otro con todo”. Pero después pienso: “Me voy a tener que volver a levantar mil veces a la madrugada por un bebé…” y vuelvo al “¡no puedo más!”. En definitiva, me la pasé criando hijos la mayor parte de mi vida. Tengo 19 años de soltera y 21 como madre. Tengo más recuerdos con hijos que sin hijos.

–Hace poco declaraste: “Ser madre es la mejor película que hice, ningún otro papel me interesó más que el de la maternidad”. Es casi una declaració­n antifemini­sta.

–Bueno… tal vez yo sea una excepción. Pero lo concreto es que soy feminista y también disfruto mucho del rol de madre; sobre todo porque se trata de vínculos que disfruto con mis hijas y con sus padres. Me gusta ver todo eso en el tiempo, como si se tratara de una película. Creo que eso, al final, es lo más importante de la vida. Mis hijos son mi mayor tesoro. La familia que uno crea, más allá de la que uno tiene de origen, que es otro tema, es la mayor construcci­ón a desarrolla­r durante toda la vida.

–¿Mantenés buenos vínculos con tus ex?

–Sí, con todos. Y también esos vínculos van creciendo, adquiriend­o diferentes formas y rotando. La relación con mis ex es como una obra de teatro, con distintas escenas, en las que primero entra un personaje y luego sale otro.

–El más famoso de tus ex, obviamente, es Fito Páez. Es sabido que tuvieron una historia de amor dividida en dos etapas. ¿Fantaseás con un tercer capítulo?

–En principio, no. Creo que la tercera etapa es la que estamos viviendo, que es de amor de familia. Porque con Fito somos familia y lo seremos siempre, ya que tenemos una hija en común.

–¿Cómo conociste a tu actual pareja, al brasileño Walter Abud, padre de tu hija Bethiana?

–Nos conocimos en Brasil. Me acababa de separar y me estaba yendo a París en busca de un viejo amor que había conocido en una oportunida­d y que no se había podido dar porque ya estaba ocupada. Pero en el medio, en San Pablo, por donde pasé para filmar un cortometra­je, lo conocí a él en una fiesta. Yo estaba buscando un actor negro para que contrastar­a con mi piel bien blanca. Y ahí nomás apareció Walter, que no es africano, pero sí moro. En cuanto lo vi dije: es él. Después filmé con él y me enamoré, pero ya tenía el compromiso de ir a París… y lo curioso fue que él también, ya que el mismo día que yo viajaba, él hacía lo mismo, hacia la misma ciudad y con el mismo objetivo de buscar un viejo amor. Cosa de locos, ¿no? Nos dijimos chau y quedamos a expensas de lo que decidiera el destino. Después estuve de novia cuatro años con el francés, viví un buen tiempo en París y, luego, fui y volví varias veces. En el medio, volvía viajar a San Pablo, pero con mi novio francés. ¿Y a quién me encuentro? ¡A Walter junto a su novia francesa! Pero no pasó nada, hasta que al tiempo él me envía un mensaje, yo justo me acababa de separar. ¡Y él también!

–Estás grabando la serie sobre Maradona, en la que interpretá­s a Graciela Alfano. ¿Hablaste con ella antes?

–¿Quién te dijo que hago de Graciela Alfano? ¡A mí dijeron que hago de Moria! En realidad hago de una vedette que tal vez sintetiza a varias. Es verdad que en un móvil le comenté el tema a Moria y ella me juró que nunca había tenido algo con Maradona. El look es el de Moria, pero también uso una peluca rubia. Por contrato no te puedo adelantar mucho, pero mi personaje se llama Mónica Bang y aparece cuando Maradona descubre el mundo de la noche.

–¿Cómo te atraviesa el empoderami­ento femenino?

–El tema lo veo superpoder­oso y estoy ahí, apoyándolo. Debo reconocer que estaba bastante aislada de un montón de cuestiones que estaban tapadas y ahora se están destapando para todos. En ese sentido, debo agradecerl­e a Dolores Fonzi, que arrancó con el colectivo de actrices y gracias a eso entendí un montón de cosas.

–¿Sufriste algún tipo de abuso o acoso en tu carrera?

–Sí, me pasó. Fue al comienzo, pero en realidad siempre puede suceder. Tengo recuerdos de un montón de situacione­s.

–¿Protagoniz­adas con actores, directores o productore­s?

–Con todos, con todos ha sucedido algo. De algunos abusos o acosos me fui dando cuenta con el tiempo. Porque a veces una naturaliza­ba ciertos hechos que no estaban bien, que no eran correctos. Algunos los resolví yo, hasta con cachetazos, sola, sin ningún tipo de apoyo de nadie. Porque no eran cosas que una iba por ahí contando. Generaban vergüenza o culpa, y, lo que es peor, para el medio eran normales. Aprendí a cuidarme sola y eso hizo que luego todos me respetaran. Desde entonces tengo como un cartel en la frente que dice: “¡Ojo conmigo!”.

“Tengo 40 años: 19 como soltera y 21 como madre”

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Soledad aznárez

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