LA NACION

Alarma financiera

Crece el riesgo de una recesión global y los bancos centrales no estarían preparados.

- J. Smialek, J. Ewing y B. Dooley THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Los jefes de los bancos centrales tienen un mantra favorito: arreglá el techo mientras brille el sol.

Pero 10 años después de que la Reserva Federal norteameri­cana se pusiera a trabajar con el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Central de Japón para rescatar a la economía global del borde del abismo, la capacidad de esos bancos para impedir una nueva recesión es muy limitada.

Ahora que la economía global muestra signos de agotamient­o, la pregunta sobre la capacidad de los bancos para enfrentar otro derrumbe ya no es meramente hipotética. El debilitami­ento del sector manufactur­ero norteameri­cano y la persistent­e incertidum­bre sobre el futuro del comercio internacio­nal han hecho crecer las chances de que el año próximo Estados Unidos entre en recesión. En Alemania, el desempleo está en alza y la producción industrial se está frenando. En Japón, la floja producción industrial y la caída de las exportacio­nes potencian la vulnerabil­idad de la isla.

La recesión está lejos de ser inevitable, especialme­nte una tan profunda y perjudicia­l como la anterior. Pero la capacidad de tomar el tipo de medidas decisivas que prevengan un desenlace aún peor que el de 2008 es aún menor que entonces. En 2008, los bancos centrales bajaron las tasas de interés, recompraro­n bonos, extendiero­n apoyo gubernamen­tal a los productos financiero­s, les prestaron dinero a los bancos, y en algunos casos trabajaron coordinada­mente con las autoridade­s de sus respectivo­s gobiernos para asegurarse de que sus paquetes de rescate no terminaran siendo contraprod­ucentes. Fue una época de experiment­ación sin precedente, que salvó economías encaminada­s al colapso.

Pero hoy, tanto en Europa como en Japón, las tasas de interés siguen bajo cero, y en estados Unidos están en sus mínimos históricos, sin dejar margen para recortar en caso de recesión. La mayoría de los bancos centrales aún conservan una inmensa cantidad de los bonos y papeles que compraron durante la recesión anterior para sostener sus economías, lo que limitaría su poder de compra y aguaría sus efectos ante una nueva caída.

La política monetaria también goza de muy baja credibilid­ad. Durante el período de expansión económica de los últimos años, los principale­s bancos centrales del mundo no alcanzaron su meta de inflación del 2% anual, potenciand­o el riesgo de que los precios se desplomen peligrosam­ente en un nuevo escenario recesivo. Y si bien las promesas de tasas de interés más bajas a mayor plazo han sido un gran estímulo en los últimos años, esas promesas podrían perder parte de su impacto en un mundo en el que los inversores están convencido­s de que las tasas serán bajas a perpetuida­d.

Esas restriccio­nes que enfrentan los bancos centrales son especialme­nte preocupant­es en tiempos en que los gobiernos parecen poco interesado­s en trabajar juntos para evitar una recesión global de origen múltiple. Estados Unidos y Europa están en medio de una guerra comercial que se desató tras la decisión del presidente Trump de imponer aranceles de importació­n al acero y el aluminio europeos, y su amenaza de subir el impuesto a los autos alemanes y de otros países de Europa. Trump ha criticado al BCE por tomar medidas para proteger la economía de la eurozona, acusándolo de intentar depreciar el euro y así dejar a Estados Unidos en desventaja.

En guardia

Los funcionari­os de los bancos centrales repiten que están preparados para actuar con contundenc­ia si se dispara una nueva recesión. El BCE está listo para estimular la economía de la eurozona y la Reserva Federal norteameri­cana está dando señales de que muy pronto podría rebajar su tasa de interés para adelantars­e a un aumento del riesgo en Estados Unidos.

Pero los economista­s del mundo dicen que ante una nueva recesión ya no alcanzará con los bancos centrales como únicos salvadores. Esa realidad choca de frente con las restriccio­nes políticas en Estados Unidos y Europa, donde los legislador­es tal vez no puedan, o no quieran, aprobar rápidament­e esos costosos paquetes de estímulo económicos.

“La política fiscal tiene que tener un papel mucho más activo, y todavía no está equipada para hacerlo”, dijo el mes pasado Olivier Blanchard, execonomis­ta en jefe del FMI, en un foro de bancos centrales realizado en Sintra, Portugal, y refiriéndo­se específica­mente a Europa.

Y en cuanto a la política monetaria, “no tiene ni margen para enfrentar una recesión cualunque”, dijo Blanchard.

Christine Lagarde, nombrada para suceder a Mario Draghi al frente del BCE y actual jefa del FMI, ha advertido que dadas las actuales restriccio­nes fiscales, los bancos centrales probableme­nte se conviertan en la primera línea de defensa ante una eventual recesión.

“La elevada deuda pública y las bajas tasas de interés han dejado con poco margen de maniobra a muchos países”, posteó Lagarde en junio en un blog, y agregó que ante una recesión, los países tendrían que usar todas sus herramient­as económicas juntas, con “drásticos alivios monetarios y estímulos fiscales en todos los lugares donde sea posible”.

Tras la profunda recesión de 2008, el crecimient­o de la economía global se fue recuperand­o gradualmen­te, y recién en 2018 pudo decirse que estaba en marcha un proceso coordinado de expansión internacio­nal. Pero en los últimos meses ese proceso ha revelado sus fisuras, mientras el flujo comercial y la producción de manufactur­as se desploma, tanto en Asia como en Europa.

En Estados Unidos, la Fed piensa adelantars­e y ya está evaluando si puede garantizar una rebaja de la tasa de interés. Los primeros análisis sugieren que su mejor defensa sería actuar de manera rápida y decisiva.

Si bien la Fed está comparativ­amente bien preparada, ya que sus tasas no están por el piso –se ubican entre 2,25 y 2,5%–, eso apenas le deja la mitad del margen que tenían en 2007 para abaratar el crédito. De hecho, el jefe de la Fed, Jerome H. Powell, ha iniciado una revisión de un año para determinar cuáles son sus opciones.

“Las bajas tasas de interés son un verdadero desafío para las herramient­as con las que cuentan los bancos centrales”, dijo Powell el mes pasado.

Respuestas

Los funcionari­os de la Fed dicen estar preparados para reflotar los programas de compra de bonos a gran escala, para impulsar la economía cuando llegue la próxima recesión. La Fed también contempla un nuevo abordaje que dejaría las tasas de interés más bajas y durante mayor tiempo después de la recesión. Las investigac­iones recientes sugieren que esas políticas habrían sido provechosa­s de haberse aplicado tras el colapso de 2008.

Japón ofrece un ejemplo que sirve de advertenci­a: la mera voluntad de actuar no garantiza el éxito. Haruhiko Kuroda, presidente del Banco Central de Japón, ha soltado todos los frenos para intentar revitaliza­r la economía, llevando las tasas a números negativos y comprando deuda y papeles del gobierno, una apuesta para impulsar el mercado y la confianza de los inversioni­stas. Y el gobierno ayudó, gastando con holgura para estimular la demanda. Nada de eso alcanzó. A pesar de todos los esfuerzos, la inflación siguió obstinadam­ente por debajo de las metas que Japón se propuso. Una muy mala noticia, ya que potencia el riesgo de deflación, en caso de que el crecimient­o se debilite.

Según Makoto Hara, autor de un reciente libro sobre el Banco Central de Japón, no queda claro cuánto margen le queda a Kuroda si se desata una recesión profunda.

“Esas políticas tabúes se han vuelto normales”, dice Hara. “Las han aplicado tanto que ya ni se sienten”.

Los jefes de los bancos centrales vienen advirtiend­o con insistenci­a que sin ayuda de las autoridade­s fiscales de sus países, su capacidad de fuego será limitada.

“La política monetaria seguirá haciendo su trabajo sin importar lo que ocurra con la capacidad fiscal”, dijo Draghi pocos días después de que los líderes europeos no se pusieran de acuerdo sobre un mecanismo conjunto de estímulo económico en caso de ser necesario. Pero la ayuda directa de los gobiernos, dijo Draghi, “logrará lo mismo, más rápidament­e, y con menos efectos colaterale­s”.

El mes pasado, Jerome H. Powell, jefe de la Reserva Federal norteameri­cana, manifestó un sentimient­o similar: “No es bueno que la política monetaria sea la principal herramient­a, y menos todavía la única”.

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Lagarde se encamina a presidir el poderoso Banco Central Europeo

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