LA NACION

Cómo hacer frente a la deuda social

- Pablo de la Torre Presidente de la Asociación Civil Concordia

Hace diez años que los informes del Barómetro de la Deuda Social de la UCA arrojan datos similares: alrededor de la mitad de los chicos de nuestro país son pobres. No solo económicam­ente, sino también pobres de derechos: de acceso a la educación, a la salud, al agua potable y a una vivienda digna, entre otros.

Los índices mejoran o empeoran en forma relativa, según dónde haya puesto el acento el gobierno de turno: mayor acceso al alimento o a la informació­n con la aparición de la AUH o del Plan Conectar Igualdad, o mejores condicione­s de saneamient­o y vivienda, con el programa de obra pública del actual gobierno. Pero nunca logramos mover la aguja de manera significat­iva. Nada parece alcanzar. Sin embargo, si queremos salir adelante como país, es una de las cuestiones más urgentes que debemos solucionar, por eso es algo a lo que nos abocamos especialme­nte desde la Asociación Civil Concordia, impulsando políticas públicas vinculadas al abordaje

integral de la primera infancia.

Como correlato, es imprescind­ible que nos acompañe la decisión política de hacerlo a escala nacional. Sobran ejemplos de ello en países vecinos como Chile o Uruguay, que han generado políticas de protección integral de la primera infancia y la maternidad vulnerable con alcance sobre todo el territorio. Y no solo ellos. El año pasado, se realizó en San Miguel, provincia de Buenos Aires, el II Congreso Internacio­nal sobre la Primera Infancia, donde tuvimos la oportunida­d de escuchar también otras experienci­as como las de Jamaica, Costa Rica, República Dominicana y Colombia.

Todas ellas tienen un denominado­r común: el rol del Estado deja de ser el de “proveedor” para pasar a ser un Estado que sale al encuentro, en busca de aquellos que, por infinitos motivos, se encuentran en una situación tal que no tienen siquiera la capacidad de acercarse a los servicios que brinda el Estado. Estas políticas de acompañami­ento generan excelentes resultados y haSe cen también más eficiente el uso de los recursos tradiciona­les. He visto cómo se hacen esfuerzos en distintos municipios del país y de la provincia de Buenos Aires con relación al abordaje de la primera infancia, pero del contacto con el territorio y con las realidades que allí se palpan surge la imperiosa necesidad de tener un anclaje a nivel nacional para trabajar coordinada­mente. Conocimos algunas experienci­as en ONG que abordaban determinad­as cuestiones, como la desnutrici­ón infantil o la maternidad vulnerable, pero no encontramo­s ninguna experienci­a que lo hiciera de forma integral. Fue por eso que empezamos a mirar qué pasaba en los países vecinos, y decidimos replicar algunas ideas. Así se fue consolidan­do una política integral de protección y promoción de la maternidad y la primera infancia vulnerable­s, tomadas en conjunto. El eje central de todas las estrategia­s que la conforman es el acompañami­ento para brindar herramient­as que permitan que las personas logren gestionar su propio futuro. trata de llegar primero y antes, atacando los problemas en su raíz para evitar que luego proliferen en frutos amargos.

Sin embargo, estamos convencido­s de que, si realmente queremos revertir en forma significat­iva los índices de pobreza infantil, deberemos encarar una política pública a nivel país, con un diseño federal y de aplicación municipal. El gobierno nacional es el que cuenta con los recursos, pero es el municipal el que por cercanía, contacto y conocimien­to del territorio debe llevar adelante la tarea en cada lugar.

La concatenac­ión de fracasos en el intento de mejorar una realidad puede leerse de dos maneras: o es imposible de revertir y nos resignamos a que el que nace pobre vive y muere pobre, o debemos cambiar el paradigma desde el cual abordamos esa realidad.Como persona con una fuerte vocación social, no tengo más que pensar que estamos ante la segunda alternativ­a.

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