LA NACION

Management.

Errores y liderazgos en Chernobyl

- Cultura corporativ­a Andrés Hatum y Eugenio Marchiori

En las primeras horas del 26 de abril de 1986, en la planta de Chernobyl, tuvo lugar el peor accidente nuclear de la historia. La miniserie con ese nombre, emitida por HBO, y otras fuentes permiten analizar los errores y los aciertos que se cometieron antes, durante y después de la crisis. Cada uno de estos contiene enseñanzas de liderazgo aplicables –salvando las distancias– a todos los ámbitos de la empresa. Veamos algunas.

Cultura del miedo

En la Unión Soviética el “liderazgo” era ejercido de manera dictatoria­l por el Partido Comunista en nombre del Estado. Con un liderazgo impersonal (también presente cuando los directivos se refieren a “la compañía” o denominaci­ones similares), nadie es del todo responsabl­e. Esto conduce a una cultura en la que todos controlan a todos, lo que genera un estado de terror, incluso entre los que son afines al régimen. Al respecto, en su libro Medianoche en Chernobyl, el periodista de investigac­ión Adam Higginboth­am, afirma: “El Partido siempre tiene la última palabra”. El Partido no es nadie y es todo.

Desconfian­za generaliza­da

La cultura del miedo generaba una desconfian­za extrema. Esto lo observamos en Valery Legasov (interpreta­do por Jared Harris en la serie de HBO), que fue el experto en energía nuclear convocado como asesor por el comité central del gobierno. Al descubrir que agentes de la KGB lo estaban siguiendo, le preguntó al director de dicha agencia si aún no tenía confianza en él a pesar de que estaba dando la vida para tratar de contener la catástrofe. La respuesta fue terminante: “… Conoce el viejo proverbio ruso: confía, pero verifica”. Lo que Legasov vivió durante la crisis hizo que perdiera su confianza de toda la vida en el socialismo y lo condujo al suicido.

Evasión de la responsabi­lidad

Una vez que el reactor había explotado, la principal preocupaci­ón de los responsabl­es de la planta fue ocultar lo que realmente había pasado con mentiras que ellos mismos terminaban creyendo. Viktor Brukhanov (Con O’Neill), que era el director de la planta, respiró aliviado cuando uno de sus colaborado­res inmediatos (y responsabl­e directo del accidente) le decía: “Tenemos la situación bajo control… Nadie puede culparlo por el incidente”. A lo que el director a cargo de la planta le respondió: “Por supuesto que nadie puede culparme, ¿cómo puedo ser culpable si estaba durmiendo?”.

Negación de la realidad

Durante las primeras horas después del accidente, el foco de los líderes del Partido estuvo centrado en mantener oculta la situación al público. Con la excusa de “evitar el pánico”, se perdieron 36 horas durante las cuales hubiera sido posible evacuar a la población y evitar así miles de víctimas expuestas a la radiación. Los líderes comenzaron a reaccionar en la tarde del 26, lo que muestra que en las primeras horas la protección de la población no era una prioridad. Según un informe de la CIA, el desastre significab­a un serio problema de credibilid­ad en detrimento de los esfuerzos de Mikhail Gorbachov (líder del Partido Comunista entre 1985 y 1991) por mostrar un nuevo liderazgo razonable y responsabl­e.

Liderazgo y secretismo

Sería agotador citar la cantidad de intereses políticos que giraban alrededor de la construcci­ón de centrales nucleares en la URSS. Higginboth­am explica que el liderazgo del régimen quería mostrar la supremacía soviética en energía nuclear y lo había convertido en un asunto de orgullo nacional. En las mismas centrales se desarrolla­ban los programas secretos de armamento nuclear y de sistemas de propulsión para submarinos y portaavion­es. Por eso, la investigac­ión del accidente y sus consecuenc­ias fue conducida en secreto, “probableme­nte en un esfuerzo para evitar los testimonio­s técnicos que señalaran las fallas técnicas del reactor”, según el mismo informe de la CIA.

Pero no son solo errores de liderazgo los que se muestran en la serie. Algunos aciertos pueden servir de ejemplo para el manejo de situacione­s de crisis:

Coraje para desafiar

A pocas horas de producirse la crisis, Gorbachov convocó a una reunión del Consejo de Ministros. Entre de los invitados estaba el mencionado Legasov, quien, aun con la limitada informació­n con la que se contaba en ese momento, fue capaz de advertir la seriedad de la situación. La reunión se levantaba con la convicción de que se trataba de un episodio menor cuando Legasov tomó la palabra. Para sorpresa de todos y desafiando el pensamient­o mayoritari­o, explicó con vehemencia lo que creía que estaba sucediendo.

Crear un equipo de crisis

Frente a lo expuesto por el científico, de inmediato Gorbachov asignó a Boris Scherbina (Stellan Skarsgard) –vicepresid­ente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética– la responsabi­lidad de comandar la crisis desde el lugar de los hechos. Legasov debía ser su asesor, ya que Scherbina no tenía experienci­a en centrales nucleares. A pesar de sus prejuicios iniciales (en una escena le dice al científico que lo iba a hacer tirar del helicópter­o en el que viajaban si no le explicaba el funcionami­ento de una central), al poco tiempo los dos hombres conformaro­n un equipo sólido gracias al cual se evitaron males mayores que los ya ocurridos.

Los aprendizaj­es de Chernobyl no terminan con estos pocos puntos citados: se ven casos de liderazgo heroico difíciles de imitar y situacione­s de soberbia y cinismo; ejemplos de cómo motivar a un equipo, y líderes brutales… Pero el mayor aprendizaj­e parece haber sido el que obtuvo el pueblo soviético y se sintetiza en la frase de Gorbachov: “La fusión del reactor en Chernobyl fue, tal vez, la causa verdadera del colapso de la Unión Soviética”.

Los autores son profesores de la Escuela de Negocios de la UTDT.

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La catástrofe de Chernobyl fue llevada a la TV en una serie

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