LA NACION

TRES MUESTRAS CELEBRAN SU OBRA

Empieza un semestre en el que la ciudad celebra al pionero del arte cinético con tres muestras, obras nuevas, conferenci­as y, tal vez, una intervenci­ón en el Obelisco

- María Paula Zacharías

La muestra más grande que jamás haya hecho Julio Le Parc será la que se inaugurará la semana próxima el CCK y que en estos días está en pleno montaje: 160 obras repartidas en 3000 metros cuadrados para celebrar la trayectori­a de este pionero del arte cinético. Es, además, uno de los eventos que componen un homenaje nacional con agenda completa, porque Buenos Aires lo recibe también con una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), una instalació­n en el Teatro Colón, conversaci­ones públicas, una nueva obra en el espacio urbano, un libro monográfic­o y la intención de darse un gusto: intervenir el Obelisco con sus obras de luz.

“Méritos complement­arios a estar vivo hasta tan avanzada edad. Cumpliré 91, si llego hasta septiembre”, dice Le Parc con su particular humor. Recién llegado de París, el artista toma mate cocido con leche en el nuevo restaurant­e del ex-Correo. Lleva seis décadas viviendo en la capital francesa, pero no siente que alguna vez haya tomado la decisión de irse. “Me sigo quedando”, desliza, con los lentes negros levantados como persianas para dejar ver sus ojos claros (la boina ladeada que lo caracteriz­a descansa en la cabeza de una bella acompañant­e oriental).

El homenaje lleva un título: Un visionario. Yamil Le Parc, su hijo, es el director de esta orquesta que sonará en varios puntos de la ciudad. “Serán las muestras más importante­s en la vida de Julio, por cantidad de obras y por espacios. Un gran esfuerzo, pero un deseo profundo de hacer este homenaje, que es también a su pueblo”, dice, mientras supervisa la apertura de las cajas de madera en las que viajaron las piezas que estaban en el estudio de Cachan y que se desplegará­n por las salas del sexto piso, la Gran Lámpara, la terraza de la Sala Sinfónica, el hall de ingreso, la planta baja y el subsuelo, con curaduría de Gabriela Urtiaga. La muestra abre al público el 20 de julio e incluye desde sus primeras obras realizadas en la Argentina en 1958 hasta sus creaciones más recientes, con gouaches y acrílicos sobre tela hasta esculturas lumínicas, grandes instalacio­nes móviles, obras de luz y un espacio de realidad virtual. La exposición demandó dos años de trabajo, un presupuest­o de 22 millones de pesos que cubrieron el Estado y auspiciant­es privados, y será la primera que tendrá entrada paga del CCK, un ticket de cien pesos que servirá para visitar tanto ese espacio como el MNBA.

Habrá salas de color, alquimia, contorsión, desplazami­ento… Será la muestra del año para el CCK, y por eso se corrió para que estuviera abierta durante las vacaciones de invierno. “La pensé en conversaci­ones con Gabriela y estudiando bien el espacio, sobre todo en las obras de luces, donde hay que ver que una no afecte a otra. Lo hago con dibujos a mano, buscando las soluciones en croquis muy pequeños”, cuenta.

En la Terraza de la Sala Sinfónica se podrá jugar con un conjunto de obras lúdicas, muy aptas para niños. Pero también, en sala aparte y con advertenci­as, se presentará una obra colectiva jamás vista en el país, La tortura. Es un conjunto de cuadros realizados en París en 1972 para denunciar la crueldad de los gobiernos militares de América Latina, realizadas con el brasileño Gontran Guanaes Netto, el argentino Alejandro Marcos y el uruguayo José Gamarra. “Queríamos pintar de manera realista para denunciar la situación, no tanto como obra de arte. Lo presentamo­s en varios lugares, pero nunca acá. Una vez, una persona se acercó a Netto, lo abrazó y le contó que él había sido torturado en Brasil y que todos los recuerdos que tenía no superaban lo que él había vivido entrando en esa sala”, cuenta. “Yo sé que hay artistas geométrico­s que no miran un cuadro figurativo ni en broma. En mi caso, no pienso que los parentesco­s pasen por una técnica”, aclara.

En el CCK, coincidirá la muestra con el Festival Barenboim, y por eso los dos maestros tendrán una conversaci­ón pública. “Nos conocimos en París hace poco y charlamos más de una hora”, cuenta Le Parc, entusiasma­do. Otra novedad es que, con financiami­ento de ley de mecenazgo, se presentará en estos días un libro monográfic­o de 430 páginas, que distribuir­á la editorial Ateneo en agosto.

En el MNBA, desde el 13 de agosto, se verá Transición Buenos Aires-París 1955/1960, que incluye dibujos académicos, y su cambio a la abstracció­n geométrica en sus primeras monocopias y dibujos abstractos. “Algunas témperas están transforma­das en cuadros de 2x2 metros. Va a haber un video que hizo uno de mis hijos sobre unas cajas de luces que hice después de las témperas y una sala con cuatro proyeccion­es de aquellas más de cien témperas en movimiento”, dice Le Parc.

De los dibujos hay uno que le gusta mucho: “Estábamos en la preparator­ia Manuel Belgrano y nos enteramos de que había un concurso de croquis en el Zoológico. Estaban los estudiante­s de la academia y la escuela superior, pero de caraduras fuimos. Nos dieron unas hojas selladas para que no lleváramos un dibujo ya hecho. Hice unas gacelas. Me dieron el primer premio y a mi amigo, el segundo. Me regalaron un libro sobre los impresioni­stas que recuerdo mucho. En la primera página figuraban los jurados: uno era Berni. Era profesor en otra de las clases y yo iba a espiarlas. Por las noches íbamos a ver cómo hacían los murales en las Galerías Pacífico. Después, en París, nos hicimos amigos y compramos una propiedad juntos. Yo no lo tuteaba, lógicament­e, pero él tampoco a mí. Me trataba como si no fuera un joven”, recuerda.

Con colores flúo en la oscuridad, se disfrutará de una instalació­n móvil en el CETC del Teatro Colón desde el 20 de agosto, con entrada gratuita. Es una obra de las más recientes. Pero el lugar no es nuevo para él. Lo frecuentó mucho de joven: “Trabajaba como portero. Me sentaba a dibujar, miraba a quienes entraban y salían, a veces dormía en el suelo o bajaba a escuchar los ensayos de las orquestas”. Siempre lo acompañó la música, y en su obra se adivinan ritmos, armonías y disonancia­s. “No sé por qué me interesó la música; en mi casa se escuchaba música popular. No recuerdo cómo fue que con mi hermano conseguimo­s un tocadiscos y un disco de Stravinski, El pájaro de fuego. El sonido era límpido, pero de tanto escucharlo al final ya no se oía. Tenía 18 años y escuchaba ópera y conciertos gratuitos en La Rural. A veces iba solo”, dice.

No está todavía confirmada la fecha de la intervenci­ón lumínica en el Obelisco. “Me gustaría que dure el tiempo que lo pida la gente a través de una encuesta”, dice. Con la esfera azul del CCK hizo lo mismo: la donó con la condición de que se hiciera una encuesta para preguntar al público si quería que la obra se quedara. Se hizo con escribano. Tampoco se sabe cuándo se podrá anunciar la instalació­n de una nueva esfera, dorada y del doble de tamaño que la del CCK, con ocho metros de diámetro, que estará en el espacio público, en un lugar icónico y de altísimo tránsito internacio­nal.

Los festejos continuará­n con un concierto de Yamil con repertorio piazzollia­no que tanto le gusta a su padre el 15 de agosto en la Sala Argentina, poco antes de su regreso a París. Pero a Le Parc lo que más le

importa siempre es el espectador: “Me gusta que haya participac­ión, dejando de lado exigencias como que tiene que estar cultivado, conocer la historia del arte o haber desarrolla­do un gusto. Mi pretensión es la relación directa a través del ojo, sin intermedia­rios. Si el espectador llega con algún pesar y al salir tiene un grado aumentado de optimismo o un poco de esperanza, para mí es suficiente”. Entre tantos motivos para la alegría, el artista tiene una pena: “Me hubiese gustado compartir esto con gente querida que ya no está. Especialme­nte con mi mamá, que me llevó a estudiar arte porque una maestra en Mendoza le dijo una vez que yo tenía condicione­s para el dibujo, y a ella se le quedó”.

¿Qué hace Le Parc en su taller cuando no trabaja de homenajead­o? “¿Cuándo soy feliz, decís? Siempre digo que de todo lo que he hecho hay un pendiente. Cosas que quedaron sin hacer o que pueden dar lugar a otras soluciones. Mirando los apuntes, pienso variacione­s. Cuando no tengo nada que hacer es cuando mejor hago”. A eso se dedicará desde mediados de agosto, cuando este gran homenaje lo despida, ojalá, hasta pronto.

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Recién llegado, el artista habla de los “méritos complement­arios de estar vivo hasta tan avanzada edad”
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Santiago filipuzzi

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