LA NACION

Vecinos celebran la quita de las barreras, pero les preocupa el futuro de las tierras

En los barrios atravesado­s por la obra ya notan una mejora para el tránsito; dudas sobre el bajo viaducto

- María Ayzaguer

“Antes el barrio era como una isla”, dice Nilza Duarte, vecina de Chacarita, mientras mira el flamante viaducto del tren San Martín en el cruce de las calles Caldas y Leiva. La cortada en la que vivía hace 50 años pasó a ser una calle –como lo serán once en total– y para ella eso bastó para que la zona pase a ser un continente. “Acá somos todas personas mayores o talleres, siempre fue muy tranquilo. Con la apertura de las barreras hay más movimiento y eso es muy bueno para el barrio”, cuenta.

La elevación de las vías a lo largo de cinco kilómetros entre las estaciones Palermo y La Paternal, con la consecuent­e eliminació­n de barreras y la apertura de calles, cambió la cara de los barrios que atraviesa.

Los vecinos de Paternal, Villa Crespo, Chacarita y Palermo en general están contentos con la agilizació­n del tránsito y los cruces más seguros. Pero muchos también se preocupan por el destino que tendrán los terrenos que quedaron libres debajo del viaducto.

Mirta Ledesma mira la nueva estación elevada de La Paternal desde el local en el que trabaja sobre la avenida Warnes. “Todo lo que sea viajar mejor en transporte público mejora la vida de la gente. Ahora bien: el viaducto va a ser el techo de los sin techo”, se inquieta.

A unas cuadras de allí, en la intersecci­ón de Vera y Fitz Roy (otra nueva calle que se abrió), Erika Acosta plantea algo similar. “La obra está buenísima, pero no sabemos qué van a poner debajo. Escuché que tal vez se llene de bares, algo raro en un barrio muy tranquilo. Pero si no ponen nada tal vez se llene de familias”, dice.

La mejora del tránsito ya es notoria en la zona. “Antes, si te enganchaba el tren en la avenida Garmendia, te pasabas una hora esperando entre colectivos y camiones. Ahora fluye todo mucho más rápido”, cuenta Hugo Ramón Ledesma, un jubilado que vive a dos cuadras de allí. Según cuenta, está “contentísi­mo” con la obra. Y cree que lo que le falta al barrio ahora es resolver las necesidade­s de la cercana villa La Carbonilla.

El tránsito fluye aún a pesar de que la zona de Warnes a esa altura sigue completame­nte en obra: falta quitar las vías viejas, hay tachos naranjas que delimitan los carriles de los autos y enormes montículos de tierra que descansan debajo del viaducto por el que ya circula el tren elevado.

“Vivo sobre Loyola, justo donde estaba la barrera. En las horas pico se armaban unos embotellam­ientos tremendos. Ahora, con tantas calles abiertas ya no es tanto loquero el barrio”, describe Rosa Lidia Forlenza, que es jubilada y vive en Villa Crespo desde hace 35 años. Ella sabe que la preocupaci­ón principal de los vecinos es el destino de las tierras que quedaron liberadas, pero escuchó que ahí habrá oficinas y comercios

y no le preocupa el asunto.

Para Silvia García, vecina de Palermo, si los espacios se destinaran a postas deportivas o sectores para niños o jubilados tendrían mayor utilidad. “¿Pero quién va a abrir un comercio hoy?”, se pregunta.

En Honduras y Juan B. Justo, donde también desapareci­ó una barrera, los vecinos ya perciben menos accidentes de tránsito. “Esta vía cerraba demasiado tiempo antes de que pase el tren, unos seis o siete minutos antes, y mucha gente se mandaba con la barrera baja. Era un peligro”, cuenta Verónica Iriarte, que trabaja a tres cuadras de allí. Verónica cree que el viaducto ya está ayudando a revaloriza­r toda la zona. “Estaba muy fea. Ahora, aparte de los conductore­s, quienes más se van a favorecer son los propietari­os de la zona, porque se van a encarecer los terrenos”.

Dentro de los ganadores y los perdedores del tren en altura, quedan en situación especial quienes tienen terrenos linderos al nuevo viaducto. Es el caso de un edificio en alquiler en Corrientes al 6100, emplazado a apenas centímetro­s del viaducto del San Martín.

Para Pablo Migliorisi, socio gerente de la inmobiliar­ia que actualment­e lo tiene en alquiler, cuando el comprador adquiere un inmueble lindero a las vías del tren sabe que se somete a la ley de expropiaci­ón ferroviari­a, que sigue vigente e impide construir más allá de tres pisos. “El comprador lo adquiere aceptando esa condición, como también la construcci­ón de un viaducto. De todas formas, comercialm­ente esas propiedade­s se valorizaro­n por el incremento de tránsito peatonal que tendrán las estaciones”, explica.

Respecto del barrio en general, afirma que el viaducto mejoró mucho la zona en materia de tránsito, seguridad, mobiliario urbano y, fundamenta­lmente, la interconex­ión que se generó entre Villa Crespo y Palermo, situación que hará homogeneiz­ar ambos barrios.

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