LA NACION

Tras ganar la Libertador­es, a los 31 años y lesionado, el ídolo de River se retiró del fútbol y ahora actúa en El marginal

Las lesiones se volvieron un sufrimient­o y, a los 31 años, eligió retirarse luego de que River se consagrara en la Copa Libertador­es; la palabra de Gallardo, el amor de su hijo y el futuro

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“Rodri, mirá que no viajás”. Cinco palabras fueron suficiente­s para que el mundo de Rodrigo Mora se viniera abajo aquel domingo 6 de enero. La voz de su representa­nte del otro lado del teléfono fue un doloroso puñal para el uruguayo, que estaba yendo al Monumental para volver a los entrenamie­ntos y partir hacia la pretempora­da en Punta del Este. Aquella decisión sacudió la vida de Mora y tan solo horas más tarde anunció su retiro a través de WhatsApp, en una decisión que conmovió al mundo River. Pero la vida le vuelve a hacer un mimo a un incansable guerrero, que mañana vivirá un emocionant­e partido despedida en Núñez.

“Cuando volvimos del Mundial de Clubes, desbordaba de alegría, más allá del dolor que tenía. Me fui de vacaciones a Uruguay y volví el 27 de diciembre a Buenos Aires por un estudio, pero no quería saber nada. Si me decían los resultados, podía pasar mis peores vacaciones. Necesitaba disfrutar y me la podía ver venir, pero no estaba preparado. Cuando me llamó mi representa­nte yendo al club, caí en un llanto, solo… no podía ni hablar, no pude contestarl­e. Se me vino una angustia encima…”, recuerda Mora, aún con la voz entrecorta­da. Entonces, se hace un profundo silencio en una intensa entrevista con la nacion.

“Entré en el club, vino la Roca (Diego Moreno, seguridad del plantel), me golpeó el vidrio riéndose porque siempre hacíamos bromas, pero no podía hablar. Solo me dio un abrazo fuerte. Me fui y le pedí a mi representa­nte que le dijera a Gallardo que volvía después del entrenamie­nto. No podía ver a los chicos. Cuando regresé, entré por atrás y fui derecho a hablar con Marcelo. Pero tampoco me pude contener”, revive el exdelanter­o, que jugó 184 partidos en River, marcó 41 goles y conquistó nueve títulos desde su llegada en 2012.

Levantarse de los golpes es una ley en la vida de Mora. En junio de 2017 debió pasar por el quirófano para realizarse un “forage de la cadera derecha” por la necrosis aséptica en la cabeza del fémur, producto de un infarto en el hueso por falta de flujo de sangre. Afrontó tres meses en muletas, trabajos de kinesiolog­ía y gimnasio para recuperars­e y, contra todos los pronóstico­s y en medio de rumores de retiro, regresó en enero para un 2018 glorioso. Pero a fin de año sufrió una sinovitis en la cadera derecha, los dolores se agudizaron y lo forzaron a un imprevisto retiro a los 31 años.”

–¿Qué recordás de esa charla con Gallardo?

–Yo seguía sin poder hablar. Me dio un abrazo enorme, porque mi relación con él no era solo técnico-jugador. Siempre me aconsejó con mi hijo, mis cosas, mi familia, en situacione­s que no sabía actuar. Y en un momento me dijo: ‘Rodri, tenés que quedarte tranquilo porque diste todo lo que tenías. Hay jugadores que van a jugar más, pero no sé si dan todo. Llevate todo eso, el cariño de la gente y la persona que sos, porque no te quieren solo por los goles’. Esas palabras fueron una caricia.

–¿Cómo sobrelleva­ste todo lo que sucedió?

–Sigue siendo duro y trato de no revolverlo. Me rodeé de gente con buena energía. Me apoyé en mi hijo Máximo, que es lo más importante de mi vida, y ahora intento estar mucho con él porque desde que tiene un año lo tuve lejos. También en mi familia y mis amigos, y en el club he charlado mucho con Gallardo y mis compañeros.

Texto Juan Patricio Balbi Vignolo | Foto Daniel Jayo para la nacion

–Tu último momento fue ganando una Copa Libertador­es, ¿alguna vez lo imaginaste?

–Si me decían antes de la operación que iba a volver a jugar y encima le iba a ganar la final a Boca… te lo firmaba sin mirar. Yo exprimí todo lo que tenía y no me arrepiento de nada. El último año di todo y estoy feliz porque valió la pena, más allá de que ahora cuando salí de mi casa venía rengo y decía: “Puta madre, no puede ser que no pueda ni caminar”. Pero estoy tranquilo. Se logró algo que los hinchas de River nunca olvidarán. Es eterno.

–Y encima iniciaste el camino con el gol a Flamengo en el 2-2 del debut.

–Sí, aquel gol en Brasil... Me llevo muchas cosas lindas de todo lo que pasó. Después de la operación me hacían notas y me preguntaba­n por el partido de la Supercopa ante Boca. Y yo era feliz con estar en el banco, y terminé jugando los noventa minutos y corrí como si no me hubiese pasado nada. Son las vueltas de la vida. Dios me dio la oportunida­d de volver a jugar y encima estar entre los 11 y ganarle una final a Boca en un partido histórico. Por eso rompí en llanto esa noche: no podía creerlo, más después de todas las cosas feas que se dijeron.

–¿Cuándo te dijo Gallardo que ibas a hacer titular?

–A la mañana. La noticia me puso súper feliz porque confiaba en mí para un partido tan decisivo y con Scocco (Ignacio), Borré (Rafael) o Juanfer (Quintero), que ni jugó. Yo no sabía si iba a hacer un gol, pero iba a dejar todo hasta el último minuto. Marcelo me dijo: “Rodri, si vos cumplís esta función para el equipo, el partido lo ganamos”. Y así fue, yo me sentía bien y le dije que sí, que iba a correr hasta donde lo necesitara y no lo iba a dejar moverse a Fabra (Frank). Me sentía bien y con muchas ganas.

–¿Qué tiene el Muñeco?

–Es una persona muy inteligent­e tanto él como el cuerpo técnico. Ve las cosas, las siente y te exprime de la mejor manera. Cuando él siente que no estás en tu mejor momento, mete mano y la emboca. Y vos decís: ¿cómo hace? Es increíble cómo le pega a todo con su intuición.

–¿Cuál fue el clic que conseguist­e con Gallardo al volver del préstamo en Chile en 2014?

–La confianza. Me sentí querido y, más que nada, respetado. Todo lo que salió fue natural, más allá de que Gallardo y su cuerpo técnico le saca lo mejor a su equipo. Yo no me quería ir, pero me fui porque no estaba siendo feliz. La cabeza me volaba. Pero las cosas pasan por algo. Me fui y volví para poner mi granito de arena para ganar todo.

–Te fuiste seis meses y River fue campeón, ¿qué te generó?

–Me había puesto feliz por los chicos y por la gente de River. Pero después volví y ganamos todo… no tiene ningún tipo de comparació­n y nada que envidiar. Disfruté todos los momentos, dentro o fuera de la cancha. Esto no es tenis, el fútbol es en equipo y Marcelo se lo dejaba claro a cada uno que llegaba: nadie se salva de forma individual. O ganamos todos o no gana nadie. Eso es lo que te exige. El grupo humano que se ha forjado en este tiempo fue lo más lindo. Los jugadores se han ido, llegaron, vuelven, quieren volver… y River sigue de la misma manera.

–¿Con qué jugadores te entendiste más en el club?

–Con Teo (Gutiérrez) y con Alario (Lucas) me entendí muy bien. Son de distintas caracterís­ticas, pero me iba adaptando. Donde me decían que jugara yo trataba de dar lo mejor. A veces estaba un poquito más lejos del arco, pero no me importaba si sacábamos el resultado que necesitába­mos.

–¿Qué sentiste aquella noche de enero ante Huracán, cuando volviste después de más de ocho meses sin jugar?

–Fue tan importante… volví a vestir la camiseta de River, volví a jugar. Estaba feliz, pero habíamos perdido y no había un buen ambiente. Pero yo había superado algo más grande que un resultado, desbordaba de alegría. Fue el primer paso de todo lo que vino.

–¿Hoy cómo proyectás tu futuro?

–No tengo planes todavía sobre cómo conectaré mi vida con el fútbol. No sé qué hacer, solo me enfoqué en la despedida. D’Onofrio (Rodolfo) y Gallardo me dijeron que tengo las puertas abiertas en el club, pero tengo que ver en qué me quiero preparar y qué quiero hacer. No puedo ir probando porque sí. Tengo que pensar qué me hace feliz. Ahora pienso en la despedida e irme a Uruguay a disfrutar de mi hijo porque necesito estar cerca de él.

–¿Qué imaginás para la tarde del sábado?

–En algún momento pienso y sueño en eso porque quiero despedirme adentro de la cancha. Me hubiera encantando despedirme de otra manera, pero lamentable­mente no pude, la vida no me dejó. Pero la despedida va a ser muy linda. El cariño de la gente fue muy importante para mi recuperaci­ón. Me ha hecho muy feliz y espero disfrutar del Monumental, que sea una fiesta con mis compañeros con los ídolos del club, con los que alguna vez me hubiera encantado jugar así que voy a aprovechar este momento para hacerlo. Quiero ponerme los cortos y entrar a agradecerl­e el cariño a toda la gente de River.

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 ?? Daniel jayo ?? Rodrigo Mora, de 31 años, en las entrañas del Monumental, donde mañana tendrá una emotiva despedida; “Di todo por River”, se emociona
Daniel jayo Rodrigo Mora, de 31 años, en las entrañas del Monumental, donde mañana tendrá una emotiva despedida; “Di todo por River”, se emociona
 ??  ?? Mora y la camiseta que lo hizo feliz: la de River, con el Nº 7; llegó en 2012 y ganó nueve títulos
Mora y la camiseta que lo hizo feliz: la de River, con el Nº 7; llegó en 2012 y ganó nueve títulos

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