LA NACION

DE CARA AL MUNDO, DESAFÍA LA VISIÓN DE TRUMP

Una de las institucio­nes del arte más prestigios­as del planeta profundiza­rá el diálogo y la cooperació­n promovidos por la cultura digital; ganará espacio América Latina

- Celina Chatruc

“¿Vos creés que Inés va a permitir que el museo reabra sin artistas argentinos?”, bromea Glenn D. Lowry, director del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), en referencia a Inés Katzenstei­n, curadora de arte latinoamer­icano de una de las institucio­nes más importante­s del sistema del arte a nivel global.

Estamos en el Museo de Arte Latinoamer­icano de Buenos Aires (Malba), en una conferenci­a de prensa destinada a comunicar la transforma­ción que se está produciend­o en el MoMA desde que cerró sus puertas, a mediados de junio. Cuando reabra, el 21 de octubre próximo, no sólo tendrá unos 4000 metros cuadrados más de salas de exposición –lo cual ampliará la superficie actual en 30%– y una planta baja ampliada con acceso gratuito –diseñados por los arquitecto­s Diller Scofidio + Renfro–, sino que profundiza­rá su paradigma de cooperació­n y apertura. “Todo depende de nuestra visión del mundo. La del MoMA es abierta, tolerante y generosa. Creemos que la construcci­ón intercultu­ral es la única forma de aprender de otros, en un mundo cada vez más propenso a los nacionalis­mos, y que podemos ser un lugar vital para que esas conversaci­ones ocurran”, sostuvo Lowry en diálogo con LA

NACION, en una postura claramente opuesta a la del gobierno de Donald Trump.

Su intención, explicó, es transforma­r “el canon eurocéntri­co” en una “obra en construcci­ón” y profundiza­r el paradigma que acompaña la cultura digital, según el cual “la posesión no es esencial, el poder está distribuid­o de forma simétrica y la colaboraci­ón es más importante que la competenci­a”.

¿Cómo se reflejará eso en la vida cotidiana de una institució­n fundada hace noventa años, que posee una colección permanente de 200.000 obras? “Tal vez los museos tengan que aprender a compartir”, responde el hombre que ocupa este prestigios­o cargo desde hace casi un cuarto de siglo y que acostumbra a predicar con el ejemplo.

Según adelantó Lowry a LA NACION, está previsto que se amplíen los acuerdos de intercambi­o y cooperació­n internacio­nales como los ya realizados con el Malba. Hasta Buenos Aires viajaron desde Nueva York obras de Andy Warhol, en 2005, y en 2017 el célebre Fulang-Chang y yo, autorretra­to de Frida Kahlo incluido en la muestra “México moderno. Vanguardia y revolución”, que se viralizó por incluir un espejo que imantó las selfies del público. El Malba hizo lo propio y prestó el año pasado al MoMA el codiciado Abaporu, una de las estrellas de su colección, para la primera exposición monográfic­a de Tarsila do Amaral en Estados Unidos.

Obsesión por la experienci­a

“Repensar la experienci­a del arte en el museo”, en un mundo “obsesionad­o por la experienci­a”, será según Lowry otra de las consecuenc­ias de la ampliación, que profundiza­rá la integració­n entre disciplina­s. Se destinará, por ejemplo, un espacio propio a la performanc­e, cuyo crecimient­o en los últimos años responde entre otras cosas a la búsqueda de un contacto directo entre los artistas y el público.

La superficie mayor también facilitará la rotación de las obras exhibidas. Eso implica sacar a la luz miles de piezas que hasta ahora permanecía­n guardadas en depósitos, incluidas muchas de artistas mujeres –hasta ahora poco representa­das– y unas 5000 de artistas latinoamer­icanos. Aunque ni Lowry ni Katzenstei­n quisieron adelantar nombres, fuentes del MoMA afirmaron que el museo posee 2000 obras realizadas por 164 artistas argentinos; entre ellos, se cuentan León Ferrari, Marta Minujín, Oscar Bony, David Lamelas, Luis Fernando Benedit, Grete Stern y Horacio Coppola.

El mayor protagonis­mo del arte de nuestra región en una de las principale­s capitales del arte del planeta se confirmará desde el minuto cero de la reinaugura­ción. Una de las muestras con las que abrirá el MoMA en octubre reunirá casi la mitad de las más de 250 obras donadas al museo por la Colección Patricia Phelps de Cisneros. Curada por Katzenstei­n, “Sur moderno: itinerario­s de la abstracció­n” incluirá obras de artistas argentinos como Raúl Lozza y Gyula Kosice.

Como si esto fuera poco, se sumará al equipo otra curadora de arte latinoamer­icano –Beverly Adams, actualment­e en el Museo Blanton– y el flamante Instituto Cisneros para la Investigac­ión del Arte de América Latina –dirigido también por Katzenstei­n– aspira a convertirs­e en el principal centro de investigac­ión del arte latinoamer­icano. Si bien no tiene más espacio físico que la oficina de la curadora argentina en el MoMA, “es una plataforma de conocimien­to desde la cual se va a producir investigac­ión y se van a establecer redes”. Así lo señala la fundadora del Departamen­to de Arte de la Universida­d Torcuato Di Tella, que conquistó hace un año y medio una de las cimas más altas de la escena del arte global, y que ya está impulsando becas para estudiante­s, artistas y curadores.

“Es brillante”, dice sobre ella Lowry. Desde hace casi dos décadas viene siguiendo de cerca una carrera que incluye cargos en el Malba y la curaduría del envío argentino a la Bienal de Venecia de 2007. Mientras se formaba en Estudios Curatorial­es y Crítica de Arte en el prestigios­o Bard College, en el año 2000, Katzenstei­n fue asistente del editor en jefe del MoMA y más tarde editora de Listen, Here, Now! Argentine Art in the 1960’s, el primer volumen sobre América Latina de la serie de publicacio­nes Primary Documents.

Ya entonces el museo neoyorquin­o fomentaba el diálogo entre curadores de distintas disciplina­s y regiones. Incluso el Malba, fundado en 2001, se llama así gracias a Lowry, según confesó Eduardo Costantini. “Se iba a llamar Museo Costantini, y Glenn me dijo que no cometiera ese error. Destruyó mi ego”, afirmó el empresario, que comenzó a prestar obras de su colección personal al MoMA hace más de tres décadas.

Ambos retomaron una vez más la conversaci­ón ayer, durante un almuerzo en el que hablaron sobre colaboraci­ones futuras y el proyecto de ampliar el Malba por debajo de la Plaza República del Perú. Terminaba así una gira que en los últimos seis meses llevó a Lowry a varios países de Europa, Asia y América del Sur. Pero no la relación con la Argentina, cada vez más sólida. A tal punto que la nueva escalera que une todos los niveles del MoMA fue creada por Dante Tisi en nuestro país, el único lugar según Lowry “donde se pudo conseguir esta maravilla de la ingeniería”.

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Silvana colombo Katzenstei­n y Lowry, del MoMA, en el Malba
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Gentileza moma Render de la nueva fachada del MoMA

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