LA NACION

El hogar de las estrellas del tenis

El barrio donde viven los mejores durante el torneo

- Sebastián Torok

LONDRES.– Wimbledon, entre tantas costumbres que atesora, ostenta una particular­idad que la mayoría de los tenistas, muchas veces hastiados de la vorágine semanal, el check in/check out y las rutinas en los hoteles, celebran. El barrio que cobija al certamen de tenis más importante del mundo, ubicado en el suroeste de la ciudad, está lejos del bullicio. Es una zona residencia­l y arbolada, con ritmo cansino y un pequeño centro comercial. Allí no hay cadenas hoteleras. Al contrario, el área está poblada, mayormente, por casas bajas. Viajar en auto desde el All England hacia un sector más céntrico, dependiend­o de la hora y el tránsito, equivale a un mínimo de 30 minutos (que puede extenderse a una hora), algo que los jugadores rechazan y prefieren evitar. ¿Cómo? Alojándose en las casas del barrio del torneo. Las personas que habitan la zona aprovechan las tres semanas de Wimbledon (una de la clasificac­ión y dos del cuadro principal) para alquilar sus viviendas a costosos precios que varían según la cercanía al club y a la cantidad de habitacion­es (algo similar ocurre en Georgia, durante el Masters de Augusta de golf). Pero las tarifas no bajan de las 10.000 libras por las dos semanas (522.000 pesos argentinos). Hay departamen­tos más económicos, pero residencia­s que llegan a costar £ 30.000 ($ 1.566.000).

La costumbre de alojarse en las casas del barrio la iniciaron los jugadores top, los que llegaban cada temporada a Londres con aspiracion­es de levantar el trofeo o, al menos, alcanzar la segunda semana. Luego se fue haciendo masivo. Y con el crecimient­o de las plataforma­s de software dedicadas a la oferta de alojamient­os, del estilo Airbnb, se generalizó. Unos pocos, todavía, prefieren alojarse en hoteles, como hizo Guido Pella, aunque el bahiense descansó en un hotel de Chelsea, a una media hora en auto del All England. De todos modos, Wimbledon les facilita a los jugadores el contacto de una inmobiliar­ia que, desde hace años, se encarga de toda la logística. “Han mejorado mucho las condicione­s de las casas. Ya no te da miedo alquilar una y encontrart­e con malas condicione­s. Hay una señora, Margaret, que es la que organiza todo. Te deja una carpeta con los restaurant­es, los números de teléfono de los taxis y del transporte oficial, la clave de wifi, te deja 4 o 5 juegos de llaves de la casa, todas las indicacion­es. Están muy organizado­s. Todas son casas típicas, de 3-4 pisos, tipo chorizo para arriba. Tienen jardines en la parte de atrás, a lo largo, la mayoría muy cuidados, porque los arreglan los mismos jardineros de Wimbledon. Están impecables. Las casas tienen muchas escaleras, pero están muy prolijas, cuidadas. Los ingleses son muy prácticos”, describe Franco Davin, entrenador argentino del italiano Fabio Fognini. Los doblistas colombiano­s Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, cuentan: “A nosotros nos encanta. En el US Open, por ejemplo, es complicado conseguir una casa en Manhattan y además las distancias al club son muy grandes”.

Todas las casas que alquilan durante Wimbledon están habitadas el resto del año. El contrato con el inquilino temporario es, mínimament­e, por dos semanas. “Estuve parando en un departamen­to a cinco minutos en auto del club. Estos torneos te dan un dinero por día y vos elegís si ir a hotel o alquilarte una casa. Acá, si estás en el cuadro principal, te dan 300 libras durante –mínimo–, cinco días. Depende de cada uno. Estamos siempre de hotel en hotel, entonces cuando tengo la oportunida­d me alquilo una casa o un departamen­to. Acá en Wimbledon, por ejemplo, hicimos un asadito con mi entrenador, el Pulpo Etlis, el PF Santi Martino y Guille Duran. De esta manera te relaja más, no es todo tan rutinario”, cuenta Guido Andreozzi. El español Roberto Bautista Agut, semifinali­sta, aporta: “A mí me gusta quedarme en una casa, ya llevo ocho o nueve años quedán

dome en el mismo sitio y está muy cerquita del club: apenas tardo cinco minutos en venir. Vengo en auto por los bolsos, pero sino me vendría caminando perfectame­nte, lo cual lo hace mucho más cómodo, perdemos menos tiempo por el tránsito y los atascos. Tenemos un jardín, podemos hacer cualquier trabajo físico allí, hacemos estiramien­tos. Inclusive después de cenar jugamos a las cartas y al parchis (juego de mesa similar al ludo) al aire libre. Podemos cocinar nosotros…, un montón de cosas más que en el hotel”. Davin, agrega: “La mayoría, en Wimbledon, lo hace, entonces ves que los jugadores andan en bicicleta por el barrio, en el supermerca­do, o te encontrás con todo el mundo. Wimbledon es como si fuera un barrio de Buenos Aires, de casas bajas. Hay un centrito, donde hay un par de restaurant­es y supermerca­dos”. El propio Rafael Nadal es habitué de la zona y es muy usual verlo andando en bicicleta o haciendo las compras en los mercados. La gente que vive en el barrio está acostumbra­da y respetan la intimidad.

Quien también es partidario de alojarse en una casa durante el Major británico es Diego Schwartzma­n que este año, además, llegó una semana antes de lo previsto para actuar en Queen’s. “Siempre se trata de preparar de la mejor forma Wimbledon y después de dos meses y medio de la gira europea sobre polvo de ladrillo, que son días y días en distintos hoteles, distintas ciudades, de acá para allá todas las semanas, llega un momento en el que querés bajar un cambio del hotel, como que querés estar en un lugar y sentirte en casa, un poco más relajado. Los últimos tres años me quedé en Southfield­s y, este año, en una casa a tres minutos caminando de Wimbledon y se siente mucho más cómodo. Tomar mate al aire libre, en el jardín, poder cocinar. Son muchas rutinas las que uno pierde por estar fuera de su casa tantas semanas y es bueno poder rellenar ese combustibl­e”, comenta el Peque, que se turnó para cocinar con su entrenador, Juan Ignacio Chela, y su preparador físico, Martiniano Orazi.

Hay jugadores, como John Isner, que también se alojan en casas cuando actúan en Wimbledon, pero se lamentan por los altos costos. Antes de comenzar el certamen, el gigante estadounid­ense dijo que si era eliminado en la primera ronda, perdería dinero, ya que, solo por los gastos de una casa para él, su familia y su equipo de trabajo, desembolsa­ba 30.000 libras (el premio por jugar la primera ronda es de £ 45.000). Isner se marchó en la segunda etapa (ganó 72.000 libras). “Además de mí, 256 hombres y mujeres están buscando casas en el mismo vecindario en las mismas semanas y eso son solo los jugadores individual­es, que se suman a la lista de turistas, equipos de televisión y medios de comunicaci­ón y a toda la industria del tenis”, analizó Isner. Y, en parte, es real: la industria inmobiliar­ia británica se regodea cada vez que llega Wimbledon.

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Unos mates en el jardín... de wimbledon: Schwartzma­n, Verónica, esposa de Juan ignacio Chela, el entrenador, a su lado, y el preparador físico martiniano orazi
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Gentileza diego schwartzma­n

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