LA NACION

Las Kamikazes: de la explosión de los Juegos Olímpicos al sueño mundialist­a

Cómo se formó, creció y trabaja el equipo juvenil femenino que ayer comenzó con un éxito el torneo que clasifica a italia 2020

- Olivia Díaz Ugalde

El resultado de escribir la palabra Kamikazes en Google arroja una cadena interesant­e de notas vinculadas con el logro obtenido por la selección juvenil de beach handball en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires. Mucho color, arena, estadios desbordado­s de público y la victoria con Brasil en el partido final. En este recorrido se cuenta la historia de las chicas desde que se juntaron como equipo en 2016, hasta la alegría de las jóvenes campeonas con la medalla. Resaltan su peregrinac­ión por diferentes predios para entrenarse, la falta de una cancha propia y el desconocim­iento del público hacia este deporte que ganó popularida­d a medida que se fueron dando los buenos resultados durante la competenci­a. Mucha repercusió­n.

Algún despistado podría pensar que destila popularida­d en el país. Lo cierto es que comenzó en 2007, con un grupo de fanáticos del beach que con perseveran­cia lograron mediar con la Confederac­ión de Handball Argentina y formar una comisión dentro de ella. Durante ese verano, Salvador Comparone, junto con un grupo de entrenador­es, empezaron a dibujar este camino citando jugadoras de la modalidad indoor para que conocieran la especialid­ad. Convocaron a diversas prácticas para tomar fuerzas y contagiar a las demás.

De aquel primer equipo siguen en la selección apenas dos jugadoras: Celeste Meccia e Ivana Eliges. Sus nombres son desconocid­os, la gestación del equipo también. La selección mayor se puso en marcha y obtuvo buenos logros, pero sus nombres no van de la mano con la popularida­d. En silencio y con trabajo, trazaron el camino que empujó a la conquista olímpica juvenil. Este es el verdadero equipo Kamikaze. El que motivó y acompañó a las juveniles y que vivió en carne propia el sudor de su deseo por seguir creciendo.

“Empezamos sin nada, no teníamos lugar para entrenarno­s. Era un deporte nuevo, que no se jugaba mucho. Pero fuimos sumando jugadoras, nos estabilizá­bamos por momentos, caíamos y nos levantábam­os. Estuvimos entrenando en el Parque Sarmiento, por temporadas, las condicione­s no eran las más apropiadas, pero eso era algo que el grupo ya lo sabía, por eso tratamos de dejar de dejar de lado las adversidad­es para armar un equipo, que sea más o menos competitiv­o y que pueda llegar a competir en la mayor cantidad de torneos posibles”, describe Comparone en la charla con la nacion.

“Pero en realidad el nombre de las Kamikazes era de las mayores, no de las juveniles. Las grandes adoptaron a las más chicas en este primer camino. Pero fue tal el impacto, la exposición por los Juegos Juveniles, sumado al desconocim­iento por el deporte, que se fue mezclando y nadie preguntó y quedó así. En todos los medios empezó a publicarse el nombre y pegó. Cuando nosotros nos pusimos ese nombre no salió en ningún lado”, explica el entrenador de la selección mayor, que ahora está al mando de un plantel de 20 jugadoras en el que figuran las recientes medallista­s olímpicas.

“Íbamos aprendiend­o del juego mientras nos entrenábam­os, y cuando viajábamos a nuestros primeros torneos, seguíamos aprendiend­o las reglas. De alguna manera todo esto nos llamó la atención porque era un juego distinto, más dinámico y creativo, nos sorprendía por otro lado. La llaman la magia del beach”, agrega Meccia, una de las figuras de la selección que anhela que el deporte se vuelva profesiona­l. Mientras tanto juega como profesiona­l en la modalidad indoor en un club de Francia.

Fue difícil el comienzo. Sin un torneo local, ni competenci­a, sumado al crudo invierno que abraza al país, las prácticas, no era sencillo motivar y atraer jugadoras. Toda la inversión salió de sus bolsillos. Viajes, ropa de entrenamie­nto, alquiler de canchas. Nunca bajaron los brazos. Nadie las conocía. Pero disputaron dos mundiales (2014, finalizaro­n en el puesto 11º) y 2016 (7as). En 2017 debutaron en los World Games (deportes sin participac­ión olímpica) y fueron medalla de plata. Además, participar­on en cinco Panamerica­nos (medalla de plata en 2016 y bronce en 2012 y 2014), y en todas las ediciones de los Juegos Odesur de Playa; y siempre se subieron al podio: en 2009 fueron bronce, en 2011 y 2014 plata, y este año, en Rosario, vencieron por primera vez al combinado mayor de Brasil y se quedaron con el oro.

En la Argentina no hay competenci­a anual u oficial. El clima es el mayor enemigo. La Patagonia es uno de los polos donde se practica y surgen buenas y nuevas jugadoras. Brasil no tiene un torneo profesiona­l, pero organiza algunos y se coloca como potencia. En Europa, también hay un certamen semiprofes­ional cada verano. Allí este año fueron invitadas varias de las medallista­s olímpicas.

Ayer, en Río de Janeiro, debutaron con victoria por 2-0 sobre Chile en el Centro Sudamerica­no (el continente fue dividido en dos) de Marica 2019, que otorga dos plazas al Mundial de Italia 2020 y una para los primeros Juegos Mundiales de playa. Hoy, se miden con Uruguay. “Lo que intentamos hacer ahora, después de los Juegos de la Juventud, es unificar y hacer un solo grupo, tratar de apostar a futuro. Queremos seguir para adelante, con jugadoras jóvenes ya experiment­adas, algo que con las mayores no nos pasaba”, dice el entrenador de la disciplina que se lanzó al mundo de manera oficial en las playas de Egipto en 2004, tras un incentivo por parte de la Federación.

Lo cierto, es que todo ciclo cumple un fin. En el caso del beach handball fue la consagraci­ón en Buenos Aires 2018. Esa medalla ganada por las menores coronó 11 años de trabajo silencioso y los acercó a la luz. Ese brillo, del cual no se encandilan, trajo inversione­s positivas a la disciplina. La construcci­ón de la cancha (se creó durante la preparació­n camino a la cita olímpica), la incorporac­ión de nuevos postes de luces, el reconocimi­ento a nivel selección, y sobretodo, la designació­n de 20 becas para las jugadoras (10 para los hombres y 10 para las mujeres). “Esto es una ayuda para movilidad, para entrenar, comprarse algo para entrenarno­s y mejorar. Es algo que nos viene bien y un buen paso para seguir creciendo”, dijo Comparone.

Se sortearon muchos caminos y se gestó una impronta dentro del equipo. Conocen de lucha, de sacrificio y de motivación. Tienen experienci­a, torneos a corto plazo, el apoyo del Enard. Falta que el beach handball se convierta en deporte olímpico para potenciar a la disciplina que será deporte de exhibición en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Soñar no cuesta nada, y vaya si de eso saben las Kamikazes.

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las chicas argentinas llevaron su ilusión a Brasil

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