LA NACION

LA MÁS INCREÍBLE DERROTA DE NALBANDIAN

En 1999, el talentoso cordobés perdió la semifinal junior de Wimbledon por no presentars­e a la hora del partido por un motivo insólito: estaba enviando un e-mail

- Texto Claudio Cerviño | Foto Instagram

David Nalbandian , presentars­e en la cancha para su partido semifinal”. Los altavoces del vestuario, del comedor y del salón de jugadores del All England repitieron el llamado en un par de ocasiones. Nada que asombrara a los ya pocos presentes en ambas zonas a esa altura de tramos finales del torneo de Wimbledon 1999. Es rutinario: como en las terminales de ómnibus o de aviones en las que se anuncian salidas o llegadas. El tema es que el tenista cordobés jamás escuchó el llamado y perdió la chance de alcanzar la final junior del torneo más importante del mundo. Insólitame­nte.

Para la historia del deporte argentino, que el nadador Luis Alberto Nicolao se perdiera la oportunida­d de disputar la final olímpica de los 100 metros mariposa en México 68 por llegar tarde a la semifinal por problemas de tránsito ya resultaba increíble. Pero siempre hay margen para la superación. Aunque no se trate precisamen­te de un motivo de satisfacci­ón.

Oriundo de Unquillo, integrante de una promisoria camada juvenil que también integraban Guillermo Coria y María Emilia Salerni, Nalbandian tenía 16 años en septiembre de 1998 cuando ganó el US Open junior y le dejaba en claro al planeta tenístico que lo suyo iba en serio. En la final superó por 6-3 y 7-5 a un tal Roger Federer , de flamantes 17 y quien venía de coronarse sobre el césped de Wimbledon, también en juveniles. Coria, en tanto, había conquistad­o en diciembre de 1997 el Orange Bowl, otra destacada competenci­a junior.

En 1999, Nalbandian y Coria partieron a la gira europea, acompañado­s por Gustavo Luza, entrenador de la Escuela Nacional de la Asociación Argentina de Tenis, que presidía Enrique Morea. Eran las gemas, el futuro del tenis nacional que desembocar­ía en la recordada y exitosa Legión. En ese entonces, Nalbandian y Coria portaban apodos curiosos: Pejerto y Piscuí, respectiva­mente. Llegaron a París, deslumbrar­on y en junio disputaron la final junior de Roland Garros, con triunfo para el bautizado Mago de

Venado Tuerto por 6-4 y 6-3. “Ahora tenés que cumplir tu promesa de dejar de fumar”, le dijeron a Luza por esos días de alegrías al por mayor en la capital francesa. Los tres se quedaron en Europa, porque dos semanas después los esperaba la cita más especial: Wimbledon.

Primero pasaron por Italia, donde participar­on en un Future sobre polvo de ladrillo, y a la semana siguiente desembarca­ron en el Roehamtpon Club, al sudoeste de Londres. Para hacer la puesta a punto sobre el césped. Era un momento clave: ni Coria ni Nalbandian tenían experienci­a en pasto. Allí estuvieron instalados en la Universida­d de Roehampton, con las rutinas propias del lugar: alojamient­o con desayuno y cena. El almuerzo era en el club, en medio de la actividad. Ya en la primera práctica se advirtió lo que pasaría en el futuro de ambos. Apenas peloteó, Nalbandian lo miró a Luza y le dijo: “¡Pero qué lindo que es esto!”. Coria, en cambio, arrojó la raqueta al piso a la segunda pelota. Sensacione­s.

Le fue mejor a Nalbandian en Roehampton: llegó hasta las semifinale­s, donde perdió con el francés Nicolas Mahut por 4-6, 6-4 y 6-4. Coria fue eliminado en cuartos por 6-3 y 6-3 por el búlgaro Todor Enev, que luego obtendría el torneo. Y como corolario, salieron campeones en dobles: 6-1 y 6-1 a José De Armas (Venezuela) y Daniel Langre (México). Nada mal pensando en Wimbledon. El gran incentivo para

dos jóvenes talentos ambiciosos de gloria.

El cuadro de Coria pareció más benévolo y llegó a las semifinale­s sin perder un set. Nalbandian, con un pelo platinado, despachó en el debut por 6-4 y 7-5 a Enev, que llegaba embalado tras ganar en Roehampton, y en segunda al croata Mario Ancic (doble 6-4). Después, mucho sufrimient­o: 7-5 en el tercero a Levar Harper Griffith (EE.UU.) y lo mismo con Alan Macklin (Gran Bretaña) en cuartos. Se sumaba a las semifinale­s. ¿Otra final argentina como en Roland Garros? ¿Romperían la barrera de semis en Wimbledon junior para el tenis nacional? Muchas ilusiones. Y una gran sorpresa...

El instante fatídico

“Estábamos los tres en el vestuario el día de las semifinale­s. Guille (Coria) jugaba un rato antes, así que arreglamos en que arrancaría con él y que después me iría repartiend­o entre las dos canchas”, recuerda Luza. Entonces, se generó el siguiente diálogo:

Luza:– Esperá acá en el vestuario. Te van a llamar para tu partido. Jugás a las 3 (las 15). Nalbandian:–No, no, es a las tres y media. Luza:–Mirá que era a las tres. Nalbandian:–Ya pregunté. Tres y media.

Luza se fue con Coria, que debía enfrentar a una torre: el dinamarqué­s Kristian Pless. A Nalbandian le tocaba el austríaco Jürgen Melzer. Y en esa espera solitaria, David miró el reloj. Eran cerca de las 3. “Tengo margen”, pensó. Y se fue a enviar un mail. El mail fatídico.

Conviene situarse en la época. Año 1999. Comenzaba el furor por Internet. Hasta ahí, las llamadas telefónica­s costaban unos 20 US$ por 3 minutos. La mayoría solía abaratar costos comprando unas tarjetas de 50 o 100 US$ en los aeropuerto­s con las cuales, a través de códigos interminab­les, se conseguía hablar más tiempo con la familia y los amigos. Pero Internet cambió los hábitos y el e-mail estaba de moda. Y Nalbandian, a poco de disputar su semifinal, decidió irse del vestuario. Lo que hoy solucionar­ía desde un celular. Con un detalle: para mandar mails había que salir del All England. A un stand de la empresa IBM que se encontraba cruzando la calle. Allí fue. Claro, era imposible que escuchara el llamado por los altavoces. Y pasó lo que nadie pensó que pudiera pasar.

Nalbandian apareció por la cancha, tras mandar el correo electrónic­o, a las 15.25. Y se desayunó que había perdido por “withdraw”, es decir, “retiro”. ¿Cuál fue el error? Según le explicó a Luza, “entendió half past three” (media hora después de las 3) cuando en realidad le habían dicho “five past three” (cinco minutos después de las 3). El coach tenía razón con el horario y con el consejo (“quedate acá que te van a llamar”), pero David desoyó ambas indicacion­es.

La noticia estalló en la cancha donde Luza seguía el sufrimient­o de Coria ante Pless (“Era un gorila y yo un escarbadie­nte”, explicó el Mago luego de caer por 6-2 y 6-3). Ni el entrenador y mucho menos Morea, sentado a su lado, podían entenderlo que había pasado .“Da vid no hablaba inglés en ese entonces, pero estaba convencido de entenderlo bien”, contaron en la delegación. Nalbandian explotaba de bronca. “Me cagaron mal. Estaba acá enfrente. No sé si realmente me buscaron”, les dijo a Luza y a Morea. Y jugaron la última carta: hablar con el director del torneo.

Morea llegó tres veces a la final de dobles mixto en Wimbledon, pero sobre todas las cosas tenía una excelente relación con los dirigentes británicos. Cada año se lo solía ver en el palco oficial junto con su mujer, Alicia. Era una personalid­ad. Entonces, decidieron ir a la oficina del director Alan Mills, un lugar donde entraban unos pocos. Le explicaron el caso, lo ablandaron por el lado de que se “trataba de chicos y amateurs” y Mills les respondió: “Bueno, hagamos una cosa. Si ustedes se ponen de acuerdo con el entrenador de Melzer, Nalbandian puede jugar el partido. Como excepción”.

La ilusión duró un suspiro. Luza y Morea se toparon con Karl-Heinz Wetter, austríaco, coach de Melzer y con pelo con cola de caballo. Y el intercambi­o fue categórico:

Wetter:– Mi jugador estaba a la hora que se tenía que jugar. Ya ganó. No puedo ahora decirle que lo tiene que jugar nuevamente.

Luza:– Por favor, pensemos que todavía son chicos, que son amateurs. Vamos a jugar.

Wetter:–Precisamen­te, como son chicos es el momento en que tienen que aprender qué cosas están bien y que cosas están mal. El tiempo justo de aprendizaj­e sobre decisiones.

“Y la verdad es que cuando me dijo eso, me cagó, nos dejó sin argumentos”, confiesa Luza.

Volvieron al vestuario, le comunicaro­n la noticia a Nalbandian, que seguía hecho una furia. “Pero nunca lloró. Ni siquiera lo vi triste. Sí enojado. Una picardía lo que pasó: yo creo que podía haber ganado el torneo. Después se tomó desquite con el dobles”, remató el entrenador.

Una curiosidad: los salvó la Pitu Salerni, su compañera de gira. Coria y Nalbandian querían volver de inmediato a la Argentina y Salerni les manifestó que pretendía avanzar lo más lejos posible eneldo bles con la che ca Daniel a Be da nova. Llovió y la decisión sobre qué hacer quedó para el día siguiente. Y todos triunfaron: Salerni y los chicos. Coria y Nalbandian alzaron el trofeo de dobles junior deWimb le don al vencer al búlgaro Enev y al finlandés Jarkko Nieminen por 7-5 y 6-4. Ese día, el último, debieron jugar tres partidos. La final, incluso, terminó más tarde que la de Pete Sampras, ganándole a Andre Agassi en la central, conquistan­do el 6° de sus 7 títulos en el mítico escenario inglés. ¿Cómo fue la noche? Todos en el imponente hotel Ritz, en Piccadilly, como invitados en la fiesta del certamen.

La foto de Coria-Nalbandian con el trofeo de dobles junior de Wimbledon quedó para la historia. Como la de otros festejos campeones: el dobles femenino de mayores de Gabriela Sabatini con Steffi Graf en 1988 y el de dobles juniors de Salerni con Bedanova. Pero el tenis argentino sigue teniendo un vacío de títulos de singles en el All England. El propio Nalbandian, que fue N° 3 del mundo, jugó la final de mayores tres años después, en 2002, contra el australian­o Lleyton Hewitt, que se sumó a la de Sabatini ante Graf en 1991. Axel Geller pudo acceder a la definición de juniors en 2018 y saldar aquella cuenta pendiente. Pero la conquista en singles para la Argentina sólo sigue siendo un “triunfo de película”, como el caso ya relatado de Guillermo Vilas en el film “Players”.

Para Nalbandian cabe como parábola otra película: “Tienes un e-mail”. Aunque nada romántico. Ese correo fatídico que terminó dejándolo en ridículo en la Catedral.

“Hicimos gestiones para que pudiera jugar, pero el coacH rival nos dejó sin argumentos” “david nunca lloró. sí estaba muy enojado. Fue una picardía lo que pasó porque estaba para ganar” gustavo luza entrenador

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Coria y Nalbandian fueron campeones de dobles en Wimbledon 99

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