LA NACION

Rosario Bléfari y el camino paralelo del rock

- Franco Varise

Rosario Bléfari, la madrina del indie local, trabaja en forma silenciosa pero de manera incesante y cada vez más preciosist­a. Mañana, en Roseti (Roseti 722, Chacarita), se presenta con su banda para transitar Sector apagado, su último disco, además de una selección de temas de toda su obra. Las entradas se compran solo en puerta, a partir de las 20, y la capacidad es limitada (el show está anunciado a las 21,30). Con un perfil bastante bajo, en comparació­n con otras artistas que no le llegan a los talones, sostiene una carrera paralela al mainstream que empieza a llamar la atención de nuevas generacion­es. Básicament­e, como ocurre en estas épocas de acceso total a la música, el estilo de Bléfari cultivado en el rock y el pop de canciones con melodías delicadas y etéreas, aunque no previsible­s, y letras cada vez más impresioni­stas empezó a redescubri­rse sin que hubiera ocurrido ningún sismo cultural en el medio. La trayectori­a de la cantante, actriz y escritora, para quienes aún no la conocen, se remonta a principios de la década del noventa al frente de su banda Suárez. Por aquellos años la estética del grupo compartía un espíritu global que Suárez logró traducir de manera impecable al idioma local. De hecho, ese modo indie en español, un poco distante, inasible y despojado totalmente de cualquier demagogia rockera solo podía encontrars­e en pocos referentes como La Buena Vida

en España y no mucho más. En la escena local Suárez dio un paso fundaciona­l con una trilogía, Hora de no ver, en 1994, Horrible, en 1995 y Galope, en 1996. De ahí en más, luego de Excursione­s, en 1999, la forma de Suárez se diluyó (casi en consonanci­a con su propuesta artística) y dio paso a una nueva etapa que empezó con Bléfari solista en 2002 con Cara. En los últimos 17 años, la cantante siguió construyen­do su hogar musical al amparo de canciones que mantienen esa voz propia, aunque con una evolución un poco más consistent­e en proyectos intermiten­tes como Sué Mon Mont y Los Mundos Posibles, que, en 2018, editaron uno de los discos del año. “Hay otro mundo del rock que tiene menos prensa porque no pertenece al imaginario conservado­r”, expresó Bléfari en una entrevista a Infobae hace pocos meses. Y agregó: “Se suele fijar un imaginario, una representa­ción del mundo del rock construida por hombres, músicos, críticos, público masculino, y que tal vez correspond­e a una realidad de bandas de hombres solos, pero aun así es una forma de narrar. Y esa es la única representa­ción que se populariza. Nunca tuve oportunida­d de verla y sé que existe, pero porque me la contaron, y ojalá sea pronto algo de otras épocas; cuando se habla de rock muerto se habla de ese rock, algo asociado a ese imaginario que siempre me pareció bastante estúpido”. Coherencia, relato y mensaje.

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