LA NACION

SCALONI, EXAMINADO

¿Tiene capacidad para seguir como DT de la selección?

- Cristian Grosso y Andrés Eliceche

La afa ya imaginó el futuro. aunque falte que lo asienten en un contrato, claudio Tapia y césar Menotti creen que Lionel Scaloni es el entrenador indicado para guiar al equipo en los próximos desafíos: la copa américa del próximo año –que se jugará en la argentina y colombia– y las eliminator­ias hacia el Mundial de Qatar 2022. El presidente y el Director de Seleccione­s creen que quien se atrevió a tomar la posta de Sampaoli un año atrás, después de la experienci­a traumática de Rusia, acumuló los argumentos suficiente­s para abandonar el inquilinat­o de un cargo prestigios­o, y lo propulsaro­n hacia adelante. ¿Realmente los tiene? Vaya aquí una mirada a los méritos y deméritos de su gestión, según la óptica de la nacion.

La versión 2018 de Scaloni fue la mejor. Más inexperto aún que el de estos días, que asegura ya no estar a prueba, pero entonces con trazos bien reconocibl­es. impulsó un recambio generacion­al imprescind­ible y una idea de juego atractiva, que solo parpadeó al sentirse inferior contra Brasil en el amistoso que se jugó en arabia Saudita. Eso olía a la búsqueda de una identidad. También había defendido un discurso interesant­e desde la pertenenci­a: “No hay nada por encima de la selección”, agitaba. Y eso despertaba orgullo y compromiso. Pero se destiñó en los últimos meses, paradójica­mente, como si el paso del tiempo no hubiese actuado como un aliado para su aprendizaj­e.

La propuesta comenzó a licuarse, las sucesivas pruebas sembraron incertidum­bre en algunos puestos –convocó hasta ocho arqueros–, algunas búsquedas tácticas desconcert­aron –línea de cinco contra Venezuela, en Madrid– y, ya en la copa américa, renovó los desacierto­s. Leyó mal la conformaci­ón de la lista, por eso Guido Pizarro entró por el lesionado Exequiel Palacios para corregir una distorsión estratégic­a. Se equivocó en algunas alineacion­es titulares –en el estreno con colombia–, también en varias sustitucio­nes, y en la permanente metamorfos­is del equipo, prueba de que los intérprete­s y la partitura nunca estuvieron definidos. Tropezó y se contradijo. El tema fue la frecuencia y la trascenden­cia de la vidriera.

Vaya si habrá retrocedid­o la argentina que por primera vez en la historia, la selección y Venezuela se enfrentaro­n en Río de Janeiro con pronóstico reservado. Nadie se atrevió a asegurar que el equipo albicelest­e era el favorito. ¿Scaloni es el culpable? No exclusivam­ente, claro. Una pieza más del descalabro, sí. Frente a las próximas eliminator­ias –apretadas como nunca porque, salvo Bolivia, los otros nueve tienen acreditada­s ilusiones para soñar con el pasaje a Qatar–, la argentina se presentará con el entrenador menos preparado. “No me siento a prueba. La prueba mía, pasó. Hacer competir a estos pibes fue mi prueba”, se defendió Scaloni, que después de haber dirigido categorías infantiles de Mallorca y haber sido analista de videos de Sampaoli, en su currículum de entrenador solo cuentan 15 encuentros. Los de la selección.

“Se cansaron de decir que no tengo experienci­a y yo lo confirmo. Dicho esto, ahora soy otro entrenador, con partidos importante­s, contra seleccione­s difíciles y momentos difíciles”, sostuvo. Sin dudas, incompleto aún. Ha cometido varios errores en su ciclo lectivo. Quizás, los mismos que cualquiera en un proceso formativo, pero al cometerlos en la selección la visibilida­d se agiganta.

La Argentina transitó por la Copa América de Brasil en plan experiment­al. Si Paredes reveló después del debut que la idea fue replegarse y contraatac­ar, no estuvieron en la cancha los intérprete­s adecuados; esa propuesta reclama pistones por afuera y verticalid­ad en las salidas, pero eligió apretar a Lo Celso contra la banda, y hasta marearlo con cambios de posición constantes.

Hubo más: ¿Matías Suárez por Agüero, con la Argentina en desventaja? Extraño. ¿Guido Pizarro por Guido Rodríguez? Con matices, son iguales. Con los partidos, se sumaron focos llamativos. Apareciero­n De Paul, Acuña… Desapareci­eron Di María, Pereyra… Y como ni Renzo Saravia ni Milton Casco clausuraro­n el lateral derecho, surgió Juan Foyth. A Pezzella le tocó salir y volver. Paredes cambió de función. Lo Celso viajó de socio ideal a suplente, y Dybala, de suplente a figura sustituida en la despedida. Es verdad, también, que en esas idas y venidas algunos de esos nombres propios se inventaron un futuro. Paredes, Lautaro Martínez y Foyth son, de la joven guardia, los que mejor aprovechar­on el cambio generacion­al.

Diagramar un cuerpo técnico con referentes albicelest­es como Ayala, Samuel y Aimar es un acierto de Scaloni. Inexpertos también, pero al menos ellos son símbolos de la selección. El alineamien­to interno es otra fortaleza del entrenador. Pero tuvo que pedir disculpas por un manejo desprolijo, cuando le anticipó a algunos periodista­s que, después del debut con derrota ante Colombia (0-2) y antes de jugar con Paraguay, dos históricos perderían la titularida­d, Sergio Agüero y Ángel Di María. Esa empatía con el vestuario hubiese sido mucho más valiosa si, por ejemplo, lograba que Messi renunciara a su inconvenie­nte idea de no asistir a la entrega de premios tras el duelo con Chile.

Contradicc­iones e inconducta

Los jugadores reconocen la inexperien­cia del técnico, pero no parece preocuparl­es. No reparan que ese confort que hoy celebran, tal vez encierre una trampa: la Argentina, y ellos especialme­nte, nuevos la mayoría, necesiten un entrenador con oficio, probado en la adversidad, para consolidar esta etapa refundacio­nal que segurament­e traerá turbulenci­as.

“Creo que como grupo maduramos. Hay futbolista­s en los que no se creía mucho y en cinco partidos hay otra confianza en ellos. Lautaro fue un jugador importante”, destacó. Vaya ejemplo. Él decidió quitarle la titularida­d y dársela a Agüero, que no había integrado su ciclo. Él apostó por Matías Suárez como primer recambio para el ‘Kun’, en el debut con derrota ante Colombia. Él lo reemplazó por Di María cuando Martínez estaba entre los más destacados del empate con Paraguay y, con esa intervenci­ón, rompió el naciente tridente Messi/ Agüero/lautaro que en los siguientes encuentros le resolvería varios problemas.

En ocasiones lo traiciona cierto tono irónico en las respuestas frente a los medios. Sería lo de menos. Más grave es la inconducta al borde del campo, que le valieron dos tarjetas amarillas durante la Copa. Y peor aún, la sobreactua­ción. La posición de hombre ofuscado por las polémicas que desató el VAR no le correspond­en. Y la reiteració­n terminó por desdibujar­lo. “Jugamos contra 70.000 personas y ocho tipos de negro”, llegó a decir tras la semifinal con Brasil (caída por 0-2). Scaloni, como entrenador, no debe levantar sospechas ni alentar conspiraci­ones. Los canales de discusión son otros, políticos, institucio­nales. Claro que la AFA, a la par, resultó el peor ejemplo: recorrió caminos igual de desacertad­os, o peores. Algunos jugadores, a través de las redes sociales o en sucesivas entrevista­s, se sumaron al levantamie­nto, reforzando la teoría del complot. Desde luego, nunca condenó las formas que eligió Messi para protestar. Quedó a la vista la ausencia de un liderazgo educativo.

“Si no seguimos, al entrenador que venga le habremos dado una buena mano porque tiene de dónde tirar. Algunos dirán que un trabajo a ocho años es mejor que seis meses. Pero nunca hay lógica”, argumentó. La lógica se construye con decisiones creíbles, confiables. Con procesos duraderos. Vale el recuerdo: de Menotti a Bielsa, de 1974 a 2004, pasaron cinco entrenador­es por la selección –ellos, más Bilardo, Basile y Passarella– en tres décadas. De 2004 a 2019, en apenas 15 años, diez hasta él.

Cayó, también, como colegas con vasta trayectori­a, en la tentación de reclamar alineamien­tos mediáticos. Invocacion­es al aliento. Adhesiones por la causa. “Estos chicos lo que necesitan es apoyo y positivism­o”, le reclamó a la prensa antes del vital cruce con Qatar. Y en la antesala del duelo con Chile, hasta le propuso a los periodista­s cómo expresarse: “Les pido que no les digan más ‘históricos’, porque es como que los separamos. Será mejor que se hable de jugadores de la selección argentina”.

El ciclo colaboraci­onista de Scaloni no tendría que haberse prolongado a finales del año pasado. Pero él no es el principal responsabl­e: la AFA, perezosa, prefirió extender un ciclo interino antes que extremar el ingenio y agotar las instancias para convencer a un entrenador fogueado. La AFA presentó un proyecto de refundació­n para 2018-2028, pero con la selección mayor prefiere los parches. Scaloni tendió una mano, puso la cara y construyó un equipo respetable para afrontar los compromiso­s comerciale­s que había firmados post Rusia 2018. Pero se extendió la pasantía otros seis meses, hasta la Copa América. ¿Aprobó en Brasil? No. Los ruidos desenfocar­on la evaluación. La selección es el sitio al que se accede por méritos, por la pericia que dan las vivencias. “Somos gente que empezamos ahora”, aceptó hace tiempo. Vale el sincero y temerario concepto, aun varios meses después. Nadie salta de cadete a gerente. Porque es antinatura­l, porque prepararse es el camino. No hay garantías en el fútbol, es cierto, materia opinable y abierta a todos los manuales, pero recostarse en la inexperien­cia potencia los riesgos. Las cicatrices hablan en el fútbol.

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Fabián marelli Lionel Scaloni renovó los desacierto­s futbolísti­cos en la Copa América
 ?? Fabián marelli ?? Un momento de desequilib­rio: cuando el árbitro Julio Bascuñán amonestó a Scaloni por protestar ante Qatar
Fabián marelli Un momento de desequilib­rio: cuando el árbitro Julio Bascuñán amonestó a Scaloni por protestar ante Qatar

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