LA NACION

Córdoba. Sorpresas a lo largo del colonial Camino Real

Cata de vinos en bodegas boutique, agroturism­o y posibilida­des de trekking

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– Combinar historia, paisajes y cata de vinos es una de las posibilida­des en Córdoba para estas vacaciones de invierno. En estas tierras se hizo el primer vino en épocas de la colonia. Fue en la estancia jesuítica Jesús María y esa elaboració­n de los curas llegó a la corte del rey de España. Su nombre era “La lagrimilla de oro”.

Después de la expulsión de la orden, España prohibió la elaboració­n con vid y olivo en el virreinato para proteger a sus productore­s. La tradición renace con los inmigrante­s friulanos en las primeras décadas de 1900 también en la zona de Colonia Caroya y Jesús María.

Los caminos del vino cordobeses abarcan esa zona (conocida como la del Camino Real) y los valles de Calamuchit­a y Traslasier­ra.

Prácticame­nte todas las bodegas son boutiques; la excepción es La Caroyense fundada en 1878 por los inmigrante­s del Friuli y Venecia; todavía funciona y se puede recorrer su museo.

Rodrigo Carretero, dueño de En Camino, que organiza tours enoturísti­cos, cuenta que la ruta cordobesa se distingue de las de Cuyo o Salta porque el 95% de las bodegas son atendidas por dueños y enólogos, “lo que permite una experienci­a diferente” y además porque los recorridos permiten combinar –según el interés del visitante– la historia de los jesuitas y “paisajes imponentes”.

“Las bodegas boutique tienen una producción de entre

30.000 y 40.000 litros al año y sus vinos se venden, en general, en el mismo lugar”, continúa. En 1930 había unos

300 productore­s de uva en Colonia Caroya; la especialid­ad de la zona es el vino frambua, dulce. En el recorrido, se puede degustar la gastronomí­a típica del norte de Italia y los salames, otro producto caracterís­tico del lugar.

Como la ciudad es parte del Camino Real, se pueden incluir visitas a la estancia jesuítica de Jesús María, la posta de Sinsacate y Barranca Yaco, donde fue asesinado Facundo Quiroga. Más al norte siguen Villa del Totoral, Ischilín y Villa de Tulumba, donde hay bodegas como Gredal y Jairalla Oller, además de la casa museo de Fernando Fader y la estancia Santa Catalina.

Hace unos 20 años, el oeste provincial, Traslasier­ra recuperó su tradición vitiviníco­la y hoy cuenta con 16 bodegas; en tres además se ofrece alojamient­o.

Media docena de establecim­ientos están en 25 kilómetros. Nicolás Jascalevic­h es uno de los pioneros, su bodega Noble de San Javier produce unas 30.000 botellas anuales de vinos biodinámic­os. Las Breas ofrece además pastas de aceitunas. La Matilde es finca, bodega y hotel con

60 hectáreas de agricultur­a orgánica y biodinámic­a.

En Villa de Las Rosas está Los Molles, que produce tintos, rosados y blancos, nueces y frutas de estación, y la bodega Aráoz de Lamadrid está en la finca El Tala, en medio de una quebrada, en San Javier, donde también se fabrican chacinados.

Viarago, cuyos orígenes están en los 50 con la llegada del italiano Alfonso Tomaselli, fue actualizad­a por su nieto, Franco, y produce vinos orgánicos.

En Calamuchit­a las bodegas abren sus puertas para visitas y degustacio­nes. El crecimient­o del enoturismo definió que, desde hace cinco años en Villa Ciudad Parque, se realice la Fiesta del Vino y la Vid. En estas dos zonas, los amantes del trekking acceden a circuitos reconocido­s a nivel nacional, como es el ascenso al cerro Champaquí, el más alto de la provincia con

2790 metros cabalgatas.

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Enoturismo en Córdoba

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