LA NACION

Fototrama. Vuelve el invento argentino que revolucion­ó la publicidad en los 60

Una muestra en el San Martín rescata la historia de aquellos famosos carteles que sacaron el arte a la vía pública y conquistar­on al mundo con imágenes de efecto hipnótico; todo comenzó con un striptease

- Fernando García

En los años treinta, una bailarina conocida como Gypsy Rose Lee convirtió el striptease en una forma de arte con sus llamativas rutinas en el Republic Theater de Nueva York. La historia fue retomada por el cine en 1962 con la icónica Natalie Wood poniéndole el cuerpo a la leyenda. En ese momento, en Buenos Aires, Eduardo Joselevich (19332012) y Fanny Fingermann (1938) ya eran pareja y trabajaban en el desarrollo de un producto basado en las investigac­iones de la percepción visual que habían realizado al asistir al laboratori­o del arquitecto y diseñador César Janello en la Facultad de Arquitectu­ra. Tomaron un fotograma de Natalie Wood en la película y le aplicaron una retícula grillada sobre la que identifica­ron los puntos elementale­s que conformaba­n la imagen: hoy se diría que la pixelaron. Había nacido Fototrama, una marca del diseño argentino que revolucion­ó la publicidad en vía pública en Buenos Aires y que terminó exportándo­se a Europa, México e incluso Japón.

La Natalie Wood de Fototrama se construyó como una especie de rompecabez­as de plástico inyectado sobre una grilla de hierro y se instaló en la fachada de una peluquería llamada Eros, sobre la avenida Callao, en 1968. Hoy se ha vuelto a armar en el hall del Teatro San Martín camino a la fotogalerí­a donde el dúo tiene su primera muestra (“Distancia de una figura”) en un espacio de arte.

Antes, la dupla había rechazado dos propuestas inmejorabl­es: le dijeron que no a Jorge Romero Brest cuando quiso exhibirlos en el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella y a Leo Castelli, marchand de Andy Warhol, que los pidió para mostrar en su galería de Manhattan.

“Nuestro objetivo no era el salón, nosotros queríamos llevar el arte a la calle y no pensábamos nuestra creación en términos de obra, sino como un producto, por su asociación inmediata con lo publicitar­io”, dice Fanny Fingermann en su casa modernista de Tigre, sentada en un juego de living neo-Bauhaus que había diseñado con Joselevsky y que se vendía por correo a través de la revista Claudia.

Obras o productos, los carteles de Fototrama tenían, tienen, un diálogo directo con el arte de su época. Son abstraccio­nes que se vuelven figurativa­s a la media distancia, tienen mucho de los juegos visuales del arte cinético y el op art y son rotundas piezas de pop art. Por sus grandes dimensione­s, son deudoras naturales del arte mural y, según se escucha decir a Joselevsky en un video que se puede ver en YouTube, sintetizan el uso de la luz en Rembrandt y la multiplici­dad morfológic­a de los detalles en el surrealism­o de Dalí.

En la Fotogalerí­a del San Martín, un espacio recuperado para la exhibición que desde 2018 ilumina con pericia zonas limítrofes de la fotografía, se recomienda mirar las reconstruc­ciones de Fototrama desde la cámara del celular. El efecto es hipnótico: como si hubieran esperado cincuenta años a que la tecnología llegara para hacerlas visibles a corta distancia.

Antigua Buenos Aires

Cuando Fanny conoció a Eduardo, estaban vinculados a la arquitectu­ra. El primer pedido que recibieron fue un mural para una galería comercial en la esquina de San Juan y Boedo. Ya entonces apareció la idea de trabajar con una fotografía. “Buscamos imágenes antiguas de Buenos Aires y las reconstrui­mos con venecitas. Ese fue el embrión primitivo de Fototrama. El mural todavía se puede ver”, dice Fingermann.

Pero los encargos no se sucedieron y el dúo imaginó un mejor futuro para su invento en el mundo de la publicidad. Si bien Joselevsky formaba parte del equipo de diseño industrial de Siam, terminaría­n contratado­s por IKA, la competenci­a, para promociona­r un modelo de lujo de la automotriz: el larguísimo Ambassador. Ese fue el primer gran cartel de Fototrama observando el tránsito desde las alturas de Libertador y General Paz. En el San Martín se puede ver cómo se veía entonces y también se muestran algunos de los dos mil carteles que Fototrama hizo para YPF en todo el país. La estructura y el material estaban preparados para resistirlo todo: hasta la inclemenci­a del viento patagónico.

En las fotos es curioso el contraste entre los carteles, todavía contemporá­neos, y los automóvile­s, fatalmente obsoletos, viejos. El dúo creció hasta tener como clientes a cinco de los principale­s bancos y trabajar en los interiores para los diseños del estudio Solsona, donde despuntaba el joven Rafael Viñoly, hoy un starchitec­t. Así fue como llegó uno de los hitos porteños de Fototrama: el cartel del Banco Ciudad con la hora y la temperatur­a en la terraza del Mercado del Plata sobre la 9 de Julio.

En 1972, con la ayuda de Tomás Maldonado, intentaron exportar la idea a Europa, pero se quedaron a mitad de camino. “Cuando vino la dictadura, nosotros trabajábam­os para muchas empresas del Estado. Se hizo imposible por las coimas que se pedían para licitar y, además, no queríamos que nuestros hijos crecieran en el ambiente represivo que había”. Curioso, gran parte de la gráfica del Mundial 78 parece (muy) inspirada por los efectos ópticos del dúo.

Los Fototrama se establecie­ron en Barcelona en 1977 y ahí empezó la historia internacio­nal del invento. Se aliaron con Publivía, la número uno de las compañías de vía pública, que licenció la marca en México. “Cuando llegamos allá, nos llevaron a un galpón donde habían puesto a noventa personas a trabajar en los carteles. No lo podíamos creer”, dice Fanny. Hicieron un cartel para el avión Concorde en Champs-Élysées, París, y otro para la aerolínea Iberia en el hall del aeropuerto de Tel Aviv. Les pidieron la licencia también en Japón, y en 1992 la India los contrató para el pabellón de la recordada Expo Sevilla. Armaron una cola de pavo real de 400 metros cuadrados que se vol

vió la imagen icónica de la feria y terminó reproducid­a en Time, Life y Paris Match.

La muestra del San Martín incluye bocetos y material documental aportado por la Fundación IDA (Investigac­ión en Diseño Argentino), que cuida el fondo patrimonia­l de Metadesign, el nombre comercial del dúo. “Ahora podemos ver las cosas en una muestra porque es una reflexión sobre nuestro trabajo”, concluye Fanny, que sueña en voz alta con una exhibición a mayor escala para los creadores de la Natalie Wood pixelada (cuando no existía el píxel).

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina