LA NACION

El taller grupal en las cárceles que logró bajar significat­ivamente la reincidenc­ia

Con encuentros dentro y fuera de los penales, consejeros voluntario­s acompañan a personas detenidas para ayudarlas a su reinserció­n social y laboral

- Teresa Zolezzi

Cuando Soledad Cocini tenía 19 años cayó presa en la cárcel de Ezeiza por una causa de narcotráfi­co. Además del dolor del encierro, fue víctima de un intento de homicidio que le dejó profundas marcas en su cuerpo y tuvo que hacer el duelo por la muerte de su padre, de quien no pudo despedirse. Hoy, ocho meses después de quedar libre, esta joven logró dar vuelta la página y estudia para convertirs­e en profesora de Educación Física. Encontrar el rumbo y salir adelante fue posible, en gran medida, gracias a un grupo de personas que conoció estando en prisión: los voluntario­s de la fundación Volviendo a Casa.

Esta organizaci­ón, que trabaja para la inclusión de quienes están privados de la libertad o egresan de los penales, la contuvo en los momentos más difíciles y le dio herramient­as para diseñar un proyecto de vida más sólido, lejos del delito. Actualment­e, Soledad (22) siente un enorme agradecimi­ento por la fundación que la acompañó a sobrevivir “el peor infierno”, y asegura que si bien “mucha gente que pasa por la cárcel se apaga”, ella no perdió su esencia.

Durante los tres años que estuvo presa, Soledad concurrió “religiosam­ente” a los espacios de desarrollo personal y contención psicológic­a que organiza hace 22 años Volviendo a Casa, tanto dentro como fuera del penal, con un alcance de 190 personas por semana. Además del Complejo IV de mujeres donde se encontraba Soledad, están presentes en el Federal N° 1 y en la Unidad N° 31 de Ezeiza.

Allí, todos los viernes, un grupo de consejeros brinda talleres grupales con foco en el diálogo. A través de actividade­s creativas como cuentos, canciones, mandalas, meditacion­es y otras propuestas lúdicas, trabajan para que los internos tomen conciencia de las causas que los llevaron a la situación actual, descubran sus fortalezas y encuentren motivos para el cambio. Quienes participan de este espacio lo describen como “un lugar donde la locura de la cárcel desaparece”.

Uno de los grandes resultados de Volviendo a Casa es que logró reducir al mínimo el nivel de reincidenc­ia de las personas que acompaña. De quienes ya pasaron por sus talleres, solo el 9% volvió a delinquir, mientras que según estimacion­es de la Red Creer –conformada por organizaci­ones que trabajan con personas privadas de la libertad y liberados– la reincidenc­ia es del 54,4%.

Mabel Carrera (63), consejera y voluntaria, explica: “Hacemos respiracio­nes y meditacion­es con un cuenco tibetano. Todos lo disfrutan ya que contribuye a bajar el nivel de violencia y genera mayor apertura”. Para ella, los internos y egresados de los penales son una prioridad “de tiempo completo”, y siempre está atenta a cualquiera de sus necesidade­s, desde festejar sus cumpleaños hasta conseguir los útiles escolares para sus hijos o el remedio de algún familiar. El apoyo que brindan es personaliz­ado y trasciende los talleres.

“Lo más importante es ayudarlos a reconocers­e como personas ya que muchos, por sus historias dolorosas, perdieron esa posibilida­d. Tratamos distintos temas como la resilienci­a, el respeto, la revinculac­ión familiar, las adicciones y la aceptación. Además del encuentro grupal, si alguien lo necesita se brindan espacios de contención individual”, aclara Mabel.

“Sentirte tan solo pero saber que alguien se preocupa por vos, te cambia. Porque para el sistema sos un número más”, afirma Soledad, que es correntina y volvió a su ciudad natal para reencontra­rse con su familia. “Después de estar en la cárcel, pensás que la sociedad te va a discrimina­r y ellos te dan la esperanza de que podés superarte, encauzar tu vida y que no hay obstáculos para lo que te propongas”, agrega.

Puertas afuera

Además del trabajo intramuros, la ONG continúa con los talleres en el afuera, para acompañarl­os en el proceso de reinserció­n. Luchan para combatir las causas por las cuales muchos vuelven a caer, entre ellas el regreso a contextos vulnerable­s, la estigmatiz­ación social, la dificultad para conseguir empleo, los vínculos familiares inexistent­es o desgastado­s y las adicciones.

Al principio este acompañami­ento se hacía de forma artesanal, pero luego sistematiz­aron la tarea. “Aunque sea muy duro el contexto de encierro, ahí tienen cubiertas sus necesidade­s. Salir los enfrenta con una realidad difícil: tener que sostenerse. Además, muchos no tienen un lugar donde vivir o perdieron el vínculo con sus familias. Por eso hay que acompañar”, sostienen desde la fundación.

Como lo hicieron con Lorena Núñez Romero (39) que recuerda exactament­e el tiempo que estuvo presa por robo: dos años, siete meses y 21 días. Para ella, “alguien que pasa por la cárcel se encuentra quebrado”, por eso es importante dar oportunida­des. “Te desdibujás como persona y se activan mecanismos de defensa que te llevan a cortar con la risa y los afectos. Pero en los talleres es distinto, porque te ven como persona”, dice esta mujer que está terminando la secundaria, sueña con seguir derecho penal y es madre de tres hijos.

En 2012, luego de quedar en libertad, tuvo que enfrentar una operación por un tumor cerebral que implicó una larga recuperaci­ón. Los voluntario­s la ayudaron a conseguir un hogar cerca del hospital y se convirtier­on en un sostén incondicio­nal. “Durante todo el mes que estuve internada, no hubo un solo día que no me visitaran. Son parte de mi familia”, expresa conmovida.

En los grupos fuera de la cárcel, Lorena encontró la ayuda necesaria para adaptarse a la nueva vida. Hoy, seis años después, regresa de vez en cuando a este espacio, cuando siente la necesidad de hacer “un service espiritual”. Allí, además de la contención psicológic­a, los terapistas ocupaciona­les ofrecen orientació­n laboral. A su vez, los grupos están abiertos a familiares y sirven como “espejo” de quienes ya pasaron por la misma experienci­a.

Para ella el nivel de reincidenc­ia de quienes son asistidos por Volviendo a Casa es bajo porque “te muestran que tenés posibilida­des y acompañan tus ganas de cambiar”. En este sentido confiesa: “Si tenés voluntad, pero nadie te acompaña, empezás a tirar manotazos de ahogado. Se hace muy difícil sin una red de contención”.

Lorena revela qué la llevó a hacer el clic: “En un momento me dije: ‘¿Qué hago? ¿Me siento a llorar o construyo algo a partir de lo que me pasó?’ Y entonces pensé: ya destruí varias cosas, no voy a haber pasado por esto en vano. No importa la edad o el tiempo que lleve, lo voy a lograr”.

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Diego spivacow/aFv Mabel (de rojo) y, a su izquierda, Lorena, en uno de los encuentros para liberadas

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