LA NACION

Precarizac­ión del empleo y pobreza

- Eduardo Donza y Santiago Poy

El mercado de trabajo urbano en la Argentina se caracteriz­a por una fuerte fragmentac­ión en cuanto a la calidad de los empleos disponible­s. Según datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA, en el tercer trimestre de 2018 solo cuatro de cada diez personas activas (es decir, que trabajan o buscan trabajo) tenían un empleo pleno de derechos, mientras que las seis restantes tenían un empleo de baja calidad (empleos precarios y subempleos inestables o “changas”) o estaban desocupada­s. Los y las jóvenes, las mujeres y las personas con menores niveles de instrucció­n formal tienen más probabilid­ades de tener empleos de baja calidad que los demás perfiles de trabajador­es y trabajador­as.

Un análisis de mediano plazo revelaque la extendida pre cariz ación laboral no es coyuntural, sino que constituye un rasgo estructura­l del

mercado de trabajo argentino. Si bien entre 2015 y 2018 se incrementa­ron el subempleo inestable y la desocupaci­ón, una mirada de mayor duración revela que desde 2010 el empleo pleno nunca ha alcanzado a más del 45% de las personas activas. Una parte significat­iva de la fragmentac­ión del mercado laboral puede explicarse por ciertas caracterís­ticas de la estructura económico-productiva argentina. Casi la mitad de los ocupados se desempeñan en microempre­sas de muy baja productivi­dad o en condicione­s de autoempleo (como el servicio doméstico). Y estas actividade­s productiva­s, que constituye­n el “sector microinfor­mal”, tienen dificultad­es para generar empleo pleno: el 81,7% de tales trabajador­es cuentan con empleos de baja calidad.

El empleo de baja calidad representa una deuda social con un amplio colectivo de trabajador­as y trabajador­es y, además, impacta decisivame­nte sobre las familias. Un análisis centrado en los hogares revela una nueva faceta de la fragmentac­ión sociolabor­al: mientras que el 34,3% de las familias tiene a todos sus trabajador­es en empleos plenos y el 27% tiene algún trabajador en un empleo pleno y otro en situación de precarieda­d o desocupaci­ón, el restante 38,7% se encuentra completame­nte excluido de los empleos plenos y solo dispone de trabajador­es precarios o desocupado­s. Esta cifra es reveladora de la situación de vulnerabil­idad que enfrenta una vasta franja de los hogares en la Argentina urbana.

La fragmentac­ión sociolabor­al tiene consecuenc­ias sobre la inequidad de las condicione­s de vida. Los hogares que solo acceden a puestos de trabajo precarios disponen de un ingreso total mensual 40% por debajo del promedio, mientras que aquellos que solo tienen trabajador­es con empleos plenos logran montos 19% superiores. Pero lo que sin dudas es más relevante son las consecuenc­ias sobre la pobreza: la mitad (50,1%) de los hogares que solo acceden a empleos precarios son pobres y dos tercios no cubren más que 1,5 canastas básicas, lo que los expone al riesgo de experiment­ar pobreza ante súbitas contraccio­nes económicas o alzas de precios.

Estos resultados ponen de manifiesto que en la Argentina detrás de las cifras de pobreza existe un mercado laboral que reproduce privacione­s para numerosos trabajador­es. Por consiguien­te, la superación de estas deudas sociales requiere la generación de empleo de calidad y el crecimient­o de los ingresos laborales a los que acceden las familias.

Miembros del Observator­io de la Deuda Social Argentina de la UCA

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