LA NACION

Familia de circo. Flavio Mendoza vuelve a sus raíces junto a los suyos

Con dirección del coreógrafo, bailarín y acróbata se estrena El circo del ánima, un espectácul­o gestado por sus tíos y hermanas para continuar con una tradición que se inició hace siete generacion­es

- Alejandro Cruz

Patricia y Adriana Mendoza aprendiero­n un número de altura en el cual una de ellas se sostenía apretando bien los dientes. Quien les enseñó ese truco fue la tía Beatriz Eguino. Beatriz está por cumplir 70 años. Desborda vitalidad. Es sexta generación de familia de circo.

“Menos contorsion­ismo, a lo largo de mi vida hice todo lo que se te ocurra en la pista: acrobacia, malabarism­o, equilibrio, trapecio, cama elástica, báscula... Es más: mi principio fue ecuestre, porque en esa época había animales. Bueno, tampoco hice segunda. Dejá que te explique: antes los circos de nuestro país tenían la primera parte, dedicada a la acrobacia, y la segunda, que era teatro. Por eso se dice que en el interior del país el circo fue la cuna del teatro”, explica esta señora, que la última vez que se subió a una pista fue hace cosa de 30 años, cuando tenía un número con Oscar Pueyrredón. De aquellos tiempos no siente nostalgia alguna.

“Volvemos al circo porque es nuestra raíz. Amamos esto”, apunta ella. Uno de sus sobrinos es Flavio Mendoza, a quien ni hace falta presentar. Él aprendió aquel número de altura viendo a sus hermanas. Sin dudas, Flavio es el famoso de esta troup familiar que mañana estrena El circo

del ánima, en el que conviven los apellidos Pueyrredón, Eguino y Mendoza en una amplia gama de parentesco­s y de cruces generacion­ales. Apostaron a lo grande con una carpa traída de Italia con capacidad para dos mil personas que ahora está ubicada en el kilómetro 9 de la autopista Buenos Aires-La Plata.

A la hora indicada posan para la foto vestidos casi todos de negro. Algunas de ellas se pusieron todas las pilchas como para una verdadera noche de estreno aunque estemos en plena mañana de frío y sol. Salvo Flavio, el resto del clan no es de hacer notas ni nada de esas cuestiones. Esta vez es la excepción. En medio de ellos hay dos pequeños: Noah, hijo de Patricia, y Dionisio, hijo de Flavio, que, como su padre, ya es casi famoso. “Mi gran éxito no es Stravaganz­a, es mi familia”, dijo a este mismo cronista en 2012 en el camarín del Teatro Luxor, de Villa Carlos Paz. Con ese espectácul­o rompió el récord histórico de audiencias para el llamado teatro de verano. En aquel camarín convivían fotos en blanco y negro de su familia en el circo con la saturación de colores de aquellas tomadas en los programas de Marcelo Tinelli. En su impecable motorhome traído de Estados Unidos no hay fotos, no hay detalles personales. Todo parece responder a un estilo ideado en Miami. A pocos metros está la gran carpa (en verdad, son varias) en donde técnicos, artistas e integrante­s de este clan familiar pulen detalles para el estreno de mañana.

Cualquiera podría imaginar que los nervios ante un debut son algo que esta gente, curtida en tantos años de oficio, conoce a la perfección, pero no está tan así. Lo aclara el mismo señor platinado que divide su tiempo entre su rol como jurado del BAR en el “Bailando por un sueño”, sus presentaci­ones en el Circo Servian y, claro, la dirección de Ánima. “¿Sabés qué pasa? –se pregunta y se responde–. Esto es otra historia porque es la historia de nuestras raíces, de nuestras familias. Cuando estrenás un espectácul­o en un teatro, la sala ya existe. Acá no, hubo que armar todo, y desde hace tres años que estamos en ese todo. Esto es como un Luna Park que se

irá trasladand­o de una ciudad a otra del país y fuera del país”. La tía Beatriz agrega, mientras Dionisio manipula todo lo que encuentra arriba de la mesa ratona del motorhome: “Acá hay una gran infraestru­ctura. Es la primera carpa en América que está colgada de un gran arco sin que existan columnas que dificulten la visión”.

En escena no habrá nadie de este clan familiar (“los jubilamos a todos”, se ríen). Bueno, no será tan así porque toda vez que pueda Flavio Mendoza hará su número y Dionisio,elinquieto,segurament­e también pisará la pista (“yo quiero que él me vea en circo”, dice él con cierta chochera). Padre e hijo sí forman parte de las imágenes que rodean a esta enorme carpa que está ubicada en medio un gigante playón de estacionam­iento del Parque Avellaneda Shopping.

En escena serán 35 artistas, varios de ellos que llegaron de distintos países, siete músicos de la banda en vivo que interpreta la música compuesta por Federico Vila y de 15 a 20 técnicos. Sumando acomodador­es y gente de seguridad y de limpieza, el batallón trepa a 80 personas comandadas por esta familia de artistas de circo. Uno de los tíos, cuentan, todavía quería una carpa más grande. Pero Flavio se puso firme porque sabe que luego es difícil conseguir terrenos en donde montar semejante infraestru­ctura.

“Cuando era chico había muchísimas compañías de circo, pero desde hace años eso ya no sucede –apunta el coreógrafo y acróbata famoso del clan–. Por eso mismo muchos artistas se fueron del país en busca de trabajo. En ese sentido, Ánima es como volver a poner a una gran compañía de circo argentina. Yo creo que marcará un antes o un después. Será un circo con dos escenarios móviles que suben y bajan, aire acondicion­ado frío/calor, pantallas de led, luces de última generación. Empezamos acá, en Avellaneda, en donde nunca vieron un show de estas caracterís­ticas. No lo digo con soberbia, lo digo con orgullo. Y con orgullo de ser argentino. Porque tuvimos la oferta de lanzar el espectácul­o en otro país, pero todos nos pusimos de acuerdo en empezar acá, en el nuestro, y luego hacer la gira por el interior y la internacio­nal”.

El circo lo llevan en la piel; no hay con qué darle. Patricia y Adriana (la otra hermana de Flavio se llama Silvina) cuentan que empezaron en la carpa vendiendo caramelos y metiéndose, como fuera, en el saludo final. “Pero mi felicidad era entrar al escenario –dice una de ellas–. Hemos hecho de todo: malambo, salto, hasta especializ­arnos en trapecio volante”.

Patricia, la mayor, cuenta: “Al principio, a Adriana le costó meterse en esto porque quería irse a estudiar, quería tener la vida normal de cualquier adolescent­e y no ser nómade”. Pero las cosas cambiaron y con aquel número en altura la pegaron: vinieron contratos, giras, más viajes, los aplausos. Adriana reconoce que ahora, con Ánima y con todo el clan familiar reunido, “sentimos la felicidad de hacer algo que nos hace volver a nuestras raíces, a nuestra infancia”.

La génesis de estos cuatros hermanos hay que buscarla en Entre Ríos. A Nogoyá llegó el circo familiar. Entre la troup había una acróbata llamada Zulma Guasconi. Al carnicero del pueblo, llamado Enrique Mendoza, le regalaron entradas para ver la función de estreno. Y allá fue él aquella tarde de hace varios años. Volvía religiosam­ente cada vez que había una función. En verdad, ese fanatismo tenía otra explicació­n: se había enamorado de la joven acróbata. Le enviaba cartas, flores, sonrisas a la distancia en el momento del saludo final. Pero, claro, el circo tenía que seguir su gira por las rutas argentinas hasta el fin. Entonces, contaba Flavio en aquella charla en Carlos Paz, el señor tomó fuerzas y habló con el padre de la acróbata para contarle de su amor hacia su hija. Así fue como el carnicero del pueblo se sumó a la vida de circo detrás de su nuevo amor. Entre giras y acrobacias tuvieron cuatro hijos. Uno de ellos, claro, Flavio.

“Es una escena bien de película, lo sé –confiesa él, quien la última vez que pisó una carpa familiar fue cuando tenía unos 13 años–. Por eso el espectácul­o se llama

Ánima, porque el alma de todos ellos es fundamenta­l en este historia. No creo que el espectador se dé cuenta, pero hay una infinidad de guiños a los que nos ha pasado como familia”. Historias como estas se repiten. De hecho, la tía Olga, una de las hermanas menores de la mamá de Flavio y una de las que posaron para la foto, se enamoró de un muchacho de Bell Ville que también se terminó subiendo al circo y siendo trapecista. La tía Beatriz en algún momento compró un parque de diversione­s itinerante que funcionó muy bien. Al principio, a una de sus hijas eso de la vida nómade no le cerraba.

Desde hace un tiempo, con su esposo, se reparten entre el parque y el circo. Su otra hija no se adaptaba a la cosa nómade y se puso a estudiar derecho. Un año antes de recibirse conoció a un muchacho de Córdoba y se casó. Ahora, los dos, están en el parque y en el circo. Su otra hija está noviando con un exatleta devenido artista de circo. Así son las cosas y de esto hablan en el motorhome que poco tiene que ver con el colectivo hecho tráiler en el que se criaron Flavio y sus hermanas.

Su abuelo solía decir: “Pasen y vean el espectácul­o más antiguo e increíble del mundo”. El nuevo capítulo de ese arte tan antiguo se llama Ánima.

Para agendar

Kilómetro 9 Autopista Buenos

Aires-La Plata, lunes a viernes, de 17 y 20, y sábados y domingos, de 18 y 21.

 ?? Fernando massobrio ?? El clan (casi) completo: Patricia, noah, Oscar, Beatriz, Flavio, Dionisio, ana Carmen, Juan Carlos y adriana, las almas de ánima
Fernando massobrio El clan (casi) completo: Patricia, noah, Oscar, Beatriz, Flavio, Dionisio, ana Carmen, Juan Carlos y adriana, las almas de ánima
 ??  ?? Flavio Mendoza y su hijo junto a una de sus hermanas y su tía
Flavio Mendoza y su hijo junto a una de sus hermanas y su tía
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Fotos fernando massobrio Nueve de los integrante­s del clan, 2000 butacas, 35 artistas en escena y siete músicos
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Tía, hermana e hijo del señor platinado

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