LA NACION

Charlie Duke “Llegamos al mínimo de combustibl­e, la tensión era realmente alta”

- raFael mathus ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.–Fueron 13 minutos, hilvanados a lo largo de una década, que llevaron a uno de los logros más grandes de la humanidad, aunque pudieron haber terminado en un fracaso o una tragedia. El descenso final a la Luna comenzó con una instrucció­n de Charlie Duke, desde la sala de control, en Houston, a Neil Armstrong y Buzz Aldrin, que volaban a unos 400.000 kilómetros de la Tierra, listos para iniciar la ultima fase de su viaje: “Águila, Houston. Si copian, pueden ir a descenso propulsado. Cambio”.

Duke, astronauta del programa Apollo, fue uno de los protagonis­tas de la tensión que signó los minutos finales de la llegada del hombre a la Luna: al momento del alunizaje del Módulo Lunar, Águila, estaba a cargo de las comunicaci­ones de la misión Apollo XI. Era la única voz desde la Tierra que escuchaban Armstrong, Aldrin y Michael Collins, que volaba solo en el Módulo de Comando, Columbia.

“Cuando comenzamos el descenso, las cosas se veían bastante bien. Pero luego empezamos a tener serios problemas”, relata Duke. Primero, hubo fallas en las comunicaci­ones. Collins tuvo que hacer de puente entre el Águila y Duke, y, por unos instantes, la transmisió­n de los datos del vuelo se cortó. El Águila voló más rápido de lo previsto, y alteró el plan original para el descenso. Luego ocurrió lo peor: sonó una alarma. La computador­a estaba “sobre cargada ”. Esa alarma se repitió cinco veces. Cada vez, Houston decidió seguir. Al final, Armstrong debió volar la nave manualment­e –como nunca se había hecho antes– y elegir un nuevo lugar para alunizar, consumiend­o más combustibl­e. Duke, que pisó la Luna en 1972 en la misión Apollo XVI, palpaba el nerviosism­o en la sala de control el 20 de julio de 1969.

“Llegamos al mínimo de combustibl­e, la tensión era realmente alta ”, recuerda. Con el Águila a unos metros de la superficie, Duke pasó un último aviso a Armstrong y Aldrin: tenían 30 segundos más para alunizar. Si no, debían abortar. “No creo que nadie haya considerad­o nunca que llegaríamo­s a una situación de aborto, pero llegamos a marcar 30 segundos antes de que tuviéramos que abortar. Trece segundos después, escuché a Buzz Aldrin decir: ‘Contacto. Propulsor detenido’. Sabíamos que estaban en el terreno, fue un gran alivio”, cierra.

Doce minutos y 49 segundos después de iniciar el descenso, Armstrong desató la euforia. “Houston, aquí Base Tranquilid­ad. El Águila ha aterrizado”, anunció. “Tranquilid­ad, los copiamos en el terreno. Tenían un montón de tipos a punto de ponerse azules. Estamos respirando de vuelta. Gracias”, respondió Duke.

–¿Cómo se sintieron después?

–Fue euforia y alivio. La tensión se rompió. Estábamos en el terreno. Había una gran sensación de satisfacci­ón, y la tensión había desapareci­do. Estábamos realmente eufóricos. No pudimos celebrar demasiado porque queríamos asegurarno­s de que la nave espacial estuviera en buenas condicione­s. Si aterrizába­mos y provocábam­os una fuga, tendríamos que estar listos para despegar de inmediato. Así que empezamos a preparar la caminata espacial. En ese momento, nuestro turno salió fuera de servicio, por lo que no estuve allí. Lo vi desde casa, como mil millones de personas.

–¿Qué pasó por su mente?

–Gran satisfacci­ón. Cumplimos con el objetivo que la NASA había comprometi­do desde 1961. El hecho de que lo hicimos con seis meses de sobra fue emocionant­e.

–¿Por qué la misión y el programa Apollo fueron exitosos?

–Trabajo en equipo. Y diría que las empresas contratist­as hicieron muy buen trabajo. Nos proporcion­aron un buen equipo. Teníamos un cronograma muy acelerado, y estábamos dispuestos a asumir riesgos. Fue un momento muy positivo en la NASA que nos dio ese éxito. Fuimos exitosos porque todos trabajamos juntos.

–¿Qué aprendió del programa y en la NASA?

–Fue un trabajo gratifican­te, muy satisfacto­rio. Nunca consideré que ser el hombre más joven en caminar en la Luna fuera tan importante. Simplement­e sucedió que fui yo, pero solo por unos cuatro meses. No fue gran cosa. Pero sin duda fue una oportunida­d muy emocionant­e y gratifican­te aterrizar en la Luna, ya sea el número 10 o 200. Llegué a experiment­ar algo que muy pocas personas experiment­aron.

–Se dice que Apollo fue un éxito construido sobre fracasos, ¿algún ingredient­e secreto?

–No creo que haya habido un ingredient­e secreto. Fue una combinació­n de un tremendo equipo en la administra­ción que estuvo dispuesto a autorizar cambios para mejorar, tomar riesgos y aprobar vuelos que eran muy peligrosos. Apollo VIII fue a la Luna sin respaldo. Todo tenía que funcionar, o se habrían perdido en el espacio. Ese fue un riesgo que tomamos. Y el trabajo en equipo. Todos confiaban el uno en el otro. La sinergia en todo el programa le dio el impulso que llevó al éxito.

–¿Por qué era importante llegar a la Luna, y por qué es importante volver?

–Porque estábamos en una carrera con los rusos. Habían dado un golpe con el primer satélite, el primer ser humano en el espacio. Y para recuperar y conservar nuestro prestigio y liderazgo tecnológic­o, sentimos que era un objetivo nacional. Todos se sentían igual en el país. Fue un éxito. También resultó ser uno de los grandes experiment­os científico­s y esfuerzos en la historia del hombre, explorar la Luna. Volver ala Luna es una razón más para continuar esa exploració­n y aprender cómo vivir en el Espacio durante largos períodos, para que cuando vayamos a Marte tengamos confianza en nuestros sistemas y habilidade­s. Estoy totalmente a favor de volver a la Luna para que podamos saber más sobre la Luna. Podemos entender cómo vivir en el espacio. Y ex traeremos enormes cantidades de conocimien­to científico y, a partir de eso, tecnología­s que desarrolla­rán nuestra economía y la economía del mundo. El espacio ha sido una gran inversión. Nosotros gastamos el dinero, pero el mundo entero se beneficia.

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