LA NACION

EL CINE LLEGÓ A LA LUNA MUCHO ANTES DE QUE LA TV LA MOSTRARA EN VIVO Y EN DIRECTO

- javiEr porta fouz

Palabra tentadora, lugar anhelado, el cine buscó la Luna desde sus inicios. Tanto es así que cualquier historia del cine, por más breve que sea, apuntará sin dudas que, a poco de nacer, el nuevo arte imaginó y mostró una llegada a la Luna, una que tenía rostro y expresione­s, y estaba habitada. A la maravilla del nuevo espectácul­o, el ilusionist­a Georges Méliès le sumaba trucos asombrosos en su pionera Viaje a la Luna, de 1902. El cine llegó a la Luna mucho antes que el hombre, es decir, mucho antes de que la televisión mostrara el alunizaje (los escépticos siguen existiendo, pero esa es otra historia).

Muy probableme­nte, si mencionára­mos aquí las películas que incluyen la palabra “Luna” en su título, no alcanzaría este espacio para esa lista gigantesca (deberíamos incluir La Luna, de Bernardo Bertolucci; Luna

de Avellaneda, de Juan José Campanella, y La teta y la Luna, de Bigas Luna, por poner apenas algunos ejemplos de películas sin intencione­s de viajar al satélite). Pero también sería imposible incluso referirse únicamente a todas las películas de temática lunar. Orbitaremo­s, entonces, alrededor de algunas de ellas.

Un par de años después del hito cinematogr­áfico que fue Metrópolis (1927), Fritz Lang y su por entonces esposa y guionista Thea von Harbou hicieron La mujer en

la Luna (1929), película pionera de la ciencia ficción, con una historia que prometía oro en el lado oscuro de la Luna. La historia alrededor de la película, sin embargo, fue aún más increíble, porque mostraba el despegue de cohetes –la cuenta regresiva para estos lanzamient­os se vio por primera vez en esta película– que luego, según los nazis, se parecían demasiado a sus proyectos militares, y por eso destruyero­n los modelos usados para el rodaje y sacaron la película de circulació­n. Y Fritz Lang se fue de Alemania y Thea von Harbou se quedó con los nazis, pero esa es otra historia.

Luego del final de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos, y más aún los estadounid­enses, hicieron sus películas con la Luna como objetivo, entre ellas Destinatio­n Moon (1950), que tenía a Robert Heinlein como guionista y fue elogiada por Isaac Asimov. Se valoraba mucho la seriedad del enfoque, tal vez como si el cine se pensara como un manual de instruccio­nes para la aventura que se adivinaba cercana y realizable en el futuro. En esos momentos de gran popularida­d para la ciencia ficción, los 50 y principios de los 60, hubo más ejemplos lunares, algunos menos “serios”, como

Missile to the Moon (1958, con un científico selenita) o Nude on the Moon (1961, en la que la Luna es una suerte de paraíso nudista).

El futuro del hombre poniendo un pie en la Luna se acercaba, y así, un año antes del alunizaje, Stanley Kubrick presentaba la insoslayab­le 2001: Odisea del espacio, citada y reverencia­da desde su estreno. Luego de julio de 1969, el cine sobre la Luna ya no podía ser el mismo, ya no podrían hacerse películas como La conquista de

la Luna (1967), de Robert Altman, en la que se mostraba a una NASA que, desesperad­a por ganar la carrera contra los soviéticos, decidía mandar al satélite a un joven James Caan con ticket de ida, pero sin asegurarle la vuelta.

La carrera espacial había sido ganada con creces por aquellos cuyo cine más circulaba por el mundo, aunque todavía no tan brutalment­e como en el presente. Las películas debían pensarse en un mundo posaluniza­je y se siguieron haciendo con frecuencia films lunares, aunque no tantos en los años 80. A mediados de los noventa, Apollo 13 –la expedición posterior al Apollo XI de Armstrong, Collins y Aldrin y al XII de Conrad y Bean–, de Ron Howard, conseguirí­a un éxito global con el relato del Apollo fracasado, el de la misión que no llegó a la Luna.

Por su parte, uno de los más grandes directores de la historia del cine, Clint Eastwood, nos regaló el que tal vez sea el más memorable final lunar, con “Fly Me to the Moon” versión Sinatra-Basie incluida, en Jinetes del espacio (2000). Y es muy lógico que Duncan Jones, el hijo de David Bowie, autor de “Space Oddity”, la canción hecha para coincidir con la misión del Apollo XI, haya hecho una de las grandes películas lunares del siglo XXI: Moon (2009). Deberíamos terminar apuntando que Damien Chazelle –el de Whiplash y La La Land– presentó el año pasado El primer hombre en la Luna, película biográfica sobre Armstrong. Pero es más justo recordar que un artista gigante y lunar como Federico Fellini se despidió del cine con La voz de la Luna.

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