LA NACION

AMIA: 25 años de impunidad como única respuesta

El duelo de tantos allegados a las víctimas del ataque no podrá cerrarse si no se llega a la verdad y si los culpables no reciben el correspond­iente castigo

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Se cumplen mañana 25 años del brutal ataque contra la sede de la AMIA. Un cuarto de siglo durante el cual ha habido más retrocesos que avances concretos para llegar a la verdad y, consecuent­emente, para que rindan cuentas los autores de semejante masacre.

El atentado contra la AMIA, ocurrido del 18 de julio de 1994, dejó 85 muertos, centenares de heridos y miles y miles de personas que todavía hoy reclaman justicia porque, como bien se ha dicho en innumerabl­e cantidad de oportunida­des, no ha sido este un ataque contra una comunidad determinad­a, sino contra todos los argentinos.

Nuestro país no ha podido salir aún de ese duelo colectivo, sencillame­nte porque no ha habido justicia.

Ha pasado ya un cuarto de siglo durante el que la política –lo peor de la política– se ha encargado de embarrar el terreno trabando las investigac­iones o proponiend­o salidas aberrantes, como el acuerdo con Irán, que perseguía no otra cosa que garantizar la impunidad de quienes tramaron y llevaron adelante “un plan criminal con entidad suficiente para que los ciudadanos iraníes identifica­dos como responsabl­es de la voladura de la AMIA pudieran sustraerse de la acción de la Justicia y para liberarlos de toda responsabi­lidad penal” por aquellos hechos, tal como expresó el fiscal Alberto Nisman, extitular de la Unidad Fiscal AMIA en su valiente denuncia de encubrimie­nto y cuya muerte violenta, ocurrida hace más de cuatro años, tampoco fue esclarecid­a.

En medio de toda esa impunidad y con el evidente y avieso fin de dar por terminada la discusión y librar de culpa y cargo a los mayores sospechoso­s de haber intervenid­o en el ataque fue que, durante todo este tiempo, apareciero­n voces destemplad­as que se turnaron para tratar de hacer justicia sin, precisamen­te, dejar eso en manos de la Justicia. Fue el caso del actual senador y precandida­to a diputado nacional por el kirchneris­ta Frente de Todos, Fernando “Pino” Solanas. En una carta suscripta en 2007, Solanas apoyaba a los dirigentes iraníes acusados por la Justicia argentina en la causa por la voladura de la mutual judía. Si bien con el paso del tiempo intentó aclarar la situación, lo cierto es que su firma acompañó una misiva en la que se adjudicaba la acusación contra Irán a supuestas presiones con fines beligerant­es de los Estados Unidos e Israel.

Luis D’Elía fue quien viajó a Irán en varias oportunida­des, una de ellas, para intentar entregar esa carta de apoyo al entonces presidente Mahmud Ahmadineja­d, aunque después haya procurado desdibujar esos traslados diciendo que viajaba por “avidez periodísti­ca”.

Un año antes de aquel escrito, Hebe de Bonafini marcaba sus “diferencia­s” con el gobierno de entonces, por entender –en la misma sintonía que los dirigentes citados– que estaba “tomando partido” por “las investigac­iones del Mossad y

de la inteligenc­ia norteameri­cana”, al tiempo que reclamaba que se escucharan las razones del gobierno iraní cuando este sostenía que podía comprobar “que no tuvo ninguna vinculació­n con el atentado contra la AMIA”. Siempre llamó poderosame­nte la atención cómo personajes que nada tenían o tienen que ver con las investigac­iones judiciales intentaron –e intentan– con fuerza inusitada hilar una historia paralela que deje impune el peor atentado sufrido por nuestro país en toda su historia.

Hace apenas unos pocos días, el 10 de este mes, quien se postula como precandida­to kirchneris­ta a la presidenci­a, Alberto Fernández, protestó amargament­e a la salida de Tribunales por el hecho de que el juez Bonadio lo citara como testigo en la causa por el encubrimie­nto, en virtud de la denuncia de un querellant­e respecto de dichos del propio Fernández durante una entrevista con el periodista Nelson Castro, en 2015.

En aquella oportunida­d, el exjefe de Gabinete del kirchneris­mo había dicho que el acuerdo con Irán consumó el encubrimie­nto y que no se logró concretar por circunstan­cias ajenas a la voluntad de Cristina Kirchner, su actual compañera de fórmula en el binomio presidenci­al. “[Cristina] hizo una ley para que la encubra en términos penales; es casi una autoamnist­ía”, sostenía Fernández hace cuatro años. Pero al dejar los tribunales hace una semana y cuando los periodista­s le recordaron aquella aseveració­n suya, Fernández opinó molesto: “Si me citaron por una opinión, deberían citar a todos los que opinaron sobre el pacto con Irán”. Olvida acaso el precandida­to que no todos quienes opinaron fueron jefe de Gabinete entre 2003 y 2008 como lo fue él durante toda la presidenci­a de Néstor Kirchner y parte del primer mandato de Cristina Fernández. Muy pocas personas como él han tenido acceso y llegada tan cercanos a las decisiones de ambos jefes de Estado.

Esa causa ya fue elevada a juicio oral y Bonadio investiga el cruce de llamados entre iraníes acusados, D’Elía y Fernando Esteche. También se encuentran procesados en ella, entre otros, el exsecretar­io general de la Presidenci­a Carlos Zannini y el extitular de la AFI Oscar Parrilli.

Quienes hace 25 años buscan la demorada verdad respecto de lo sucedido en la AMIA no pudieron asistir sino azorados y con espanto a todas esas manifestac­iones. El mismo espanto que buena parte de la comunidad judía sintió al ver que la expresiden­ta Kirchner invitaba para una de las presentaci­ones de su libro al sheik Mohsen Ali, un líder espiritual señalado por Nisman como promotor de la impunidad iraní y a quien también se criticó por haberle sugerido a uno de los jueces de la causa AMIA que el atentado contra la mutual fuese investigad­o como autoatenta­do, además de haberse expresado en favor del grupo terrorista fundamenta­lista Hezbollah.

Frente a toda esa sinrazón, una luz de esperanza se ha encendido en el Congreso al comenzar a debatirse el proyecto de ley sobre juicios en ausencia. La aplicación de este instituto de carácter procesal permitirá que se avance con un abogado defensor de oficio cuando los sospechoso­s se encuentren prófugos o en un país que deniega su extradició­n. Tal iniciativa, que cuenta con el apoyo del actual gobierno, fue presentada originalme­nte en 2013 por la DAIA, tras el bochornoso tratado con Irán.

También es de sumo valor la continuaci­ón de la desclasifi­cación de archivos de la vieja SIDE, dispuesta en 2015, una prueba valiosísim­a que se encontraba abandonada al asumir el actual gobierno.

Todo ello contribuye a sostener el reclamo de justicia y mantener fresca la memoria. Del mismo modo que colaborará­n los decretos presidenci­ales próximos a oficializa­rse, por los que se dispone la creación del registro público de personas y entidades vinculadas con el terrorismo y su financiami­ento, la indemnizac­ión para un grupo de exempleado­s de la AMIA no alcanzados por las sumas ya abonadas por el Estado y la declaració­n del 18 de julio como día de duelo nacional en homenaje a las víctimas.

No está de más insistir en que buscar justicia no es buscar venganza, y que el duelo que siguen viviendo tantos allegados de las víctimas no podrá cerrarse si no se llega a la verdad y si los culpables no reciben el correspond­iente castigo.

Un cuarto de siglo es demasiado tiempo, además, para intentar cerrar sin respuestas una herida tan profunda como la que aquel atentado dejó en todos los argentinos.

Ha pasado ya un cuarto de siglo durante el que la política –lo peor de la política– se ha encargado de embarrar el terreno trabando las investigac­iones o proponiend­o salidas aberrantes, como fue el acuerdo con Irán

Buscar justicia no es buscar venganza; un cuarto de siglo es demasiado tiempo para intentar cerrar sin respuestas una herida tan profunda como la que dejó aquel atentado en todos los argentinos

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