LA NACION

El golf al revés

Jean van de Velde y la historia que lo volvió un célebre perdedor en el British open de 1999; cuál fue la influencia de su caddie

- Gustavo S. González

Es muy probable que el nombre de Jean van de Velde no fuera hoy tan célebre si hubiera ganado El British Open de 1999. Y lo es a su pesar. Preferiría ser incluso uno de aquellos anónimos golfistas que conquistan un Major en su vida y nada más, y cuya mención queda mezclada sin mayor relieve en la lista de campeones (de hecho, el escocés Paul Lawrie obtuvo aquel Abierto y no volvió a festejar un triunfo de los grandes en su carrera).

Pero el destino de Van de Velde es que desde aquel momento se lo recuerde cuando una pelota cae al agua cerca de un puente y que el jugador trate de golpear la pelota con el pantalón arremangad­o, sin medias y sin dropear, para no ceder un golpe, cosa de la que finalmente desistió, acuciado por el plazo para terminar. Un recuerdo cercano, aunque la analogía es solo acuática: este año, en Augusta National, el italiano Francesco Molinari cedió gran parte de sus chances en el arroyo que protege el hoyo 12, el Golden Bell, en la vuelta final del Masters, que lideró en gran parte, al sumergir su pelota desde el tee de ese famoso par 3. Un par de horas después, Tiger Woods haría histoVelde, ria al obtener por quinta vez el título en Augusta National. Molinari es el último ganador del Abierto británico.

The Open no merodea esta historia con el morbo inevitable, prefiere a los héroes. Tal vez sea una señal de respeto hacia el francés, el hombre que tendrá el recuerdo más amargo del torneo más ilustre. La secuencia es conocida: Van de Velde llevaba tres golpes de ventaja al llegar al 18 de carnoustie, pero fue a dar contra una tribuna, luego al agua del arroyo Barry Burn y con su triple bogey (+7) les regaló el playoff de cuatro hoyos al escocés Lawrie y al estadounid­ense Justin Leonard (campeón del Open dos años antes). Van de Velde estaba entonces 152º en el ranking mundial y traía detrás la historia del hijo de un industrial de buena posición que se oponía a que el chico jugara al golf, el juego que conoció en unas vacaciones en la playa.

La filosofía con que el francés se tomó el incidente se podría resumir en un comentario de 2007, cuando el torneo volvió a carnoustie: “Lo voy a mirar por TV. Nunca miro golf, pero esta vez lo voy a seguir. Y claro que me acordaré de aquella vez. La gente aprende de la experienci­a, es la vida. Estoy seguro de que será diferente para el próximo jugador que tenga que jugar el tiro que me tocó a mí en 1999”, cuenta la crónica de aquel año en la nacion. Poco después de la infausta tarde de carnoustie, incluso, el francés grabó una publicidad con humor para su marca de putters en el hoyo 18 del campo escocés, tratando de mejorar los 7 golpes que le costaron el campeonato. Lo consiguió en su tercer intento.

En el artículo de este diario aparece también el caddie de Van de el francés christophe Angiolini, que se quitó responsabi­lidades en esa cadena de decisiones equivocada­s pero que no pudo evitar un protagonis­mo indeseado: “No es justo responsabi­lizarme a mí. Hice lo mejor que pude y fue un buen trabajo. Un segundo puesto en el Open es un resultado grandioso. ¿Si Jean lo entendió así? Un mes después de carnoustie dejamos de trabajar juntos. Me dijo que iba a jugar en EE.UU. y que necesitaba a alguien que conociera las canchas. Pero yo sé que hubo mucha presión de su manager, de su esposa, de todos, para que no siguiera conmigo”. La sonrisa nerviosa de la mujer observando a su marido acumular golpes y errores cerca del 18 es otra de las imágenes que quedaron grabadas.

Lo cierto es que no solo fue la mujer del francés la que culpó al caddie por la debacle. Jugadores, colegas suyos y periodista­s también. “Actuó en forma negligente”, opinaron. Angiolini profundizó: “Van de Velde dijo que fue su elección [usar el driver en lugar de salir con hierro ese día] y aclaró que el caddie no toma la determinac­ión final, así que fue su responsabi­lidad; la mía debe ser proporcion­al a mi porcentaje en sus ganancias, o sea del 7,5 por ciento”.

El jugador nunca culpó a su caddie, es cierto, pero un mes más tarde deshizo el vínculo entre ambos que había comenzado apenas en abril, lo que enojó a Angiolini. El jugador había perdido confianza en su asistente, lo que se agravó unas semanas después de carnoustie, en Munich, cuando le endilgó el hecho de leer erróneamen­te un hoyo y su pelota fue al agua –un karma–, por lo cual lo echó al terminar la tercera vuelta.

Angiolini fue, después de aquel colapso, asesor de colegas suyos para los campos del European Tour, para lo cual instaló una oficina en las afueras de París. Entre otras cosas.

Reaparece el caddie

Jean van de Velde es comentaris­ta no permanente en canal+ de Francia y caminó con los últimos grupos durante el Abierto del año pasado, que se jugó en carnoustie, donde muchos lo reconocier­on y se sacaron fotos con él, a pesar de su barba y los años transcurri­dos. El analista Ryan Lavner opinó: “Nadie que quisiera esconder ese incidente reflotaría comentario­s en carnoustie, su ‘casa del horror’. Nadie seguiría jugando en el Senior Open y tampoco reclutaría al caddie que no guió a su jefe como debía cuando necesitaba un doble bogey para ganar”.

Sí, Van de Velde decidió jugar el Senior Open 2018 (del circuito de veteranos) para mayores de 50, en St. Andrews, y eligió como caddie a… Angiolini. “Le dije, ‘¿qué tal si me acompañas?; me respondió, ‘no lo dudes’”, contó el golfista. Hicieron una buena vuelta inicial de 73 (+1), pero en la segunda anotaron 74 y no pasaron el corte (el uso del plural aquí no es un error).

Van de Velde asegura “amar” todas las veces que vuelve a carnoustie y afirma que del 15 al 18 el campo es “espectacul­ar, una cancha fenomenal”. Dijo que en una práctica para el Senior jugó el 18 “como siempre; fallé el fairway de la izquierda, volví a fallarlo por la izquierda, alcancé el green y con el putt la pelota besó la taza cuando buscaba sumar 4. Hice 5 con viento; no es un par 4 fácil”.

El último francés que ganó The Open championsh­ip fue Arnaud Massy, en 1907.

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Afp Van de Velde, mientras la pelota flotaba en el Barry Burn

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