LA NACION

El lobo de Marbella

- Ezequiel Fernández Moores

La urbanizaci­ón de Los Angeles de San Rafael, cerca de Madrid, es un negocio formidable. Pero el 15 de junio de 1969 el comedor se derrumba y mueren 58 personas. Jesús Gil y Gil va a la cárcel por homicidio involuntar­io. Presos y carceleros celebran. Comen exquisitos cochinillo­s, cangrejos y mariscos. Invitación del constructo­r, que instala en su celda alfombra y máquina de escribir. Hay que seguir cuidando el negocio inmobiliar­io. Indultado en 1972 por Franco, Gil y Gil elige al fútbol como trampolín para relanzarse. En 1987 es votado presidente del Atlético Madrid y en 1991 alcalde de Marbella. Infla deudas pagando oro por desconocid­os jugadores africanos que luego deja en la calle. Vacía al Atlético para adueñársel­o cuando el gobierno obliga a los clubes a convertirs­e en Sociedades Anónimas. Su otra SA es Marbella. Fallecido en 2004, Gil y Gil es hoy otra vez noticia en España. HBO lo reflota con miniserie de título neutro: “El pionero”.

“¿Puede una persona robar un club de fútbol, que le pillen y, aún así, quedárselo? Puede”, dice Iñako Díaz Guerra en El Mundo. Y sigue: ¿Puede arrastrarl­o hasta Segunda División? Puede. ¿Puede cambiar 40 veces de entrenador en 17 temporadas? Puede. ¿Puede después de todo eso ser tratado por medios, afición y, ahora HBO, como

un tipo ‘simpático, un ogro gracioso, un truhán pintoresco’? Puede”. “Cuando yo me vaya –avisaba Gil y Gil en 1994–, se acabó el Atlético”. El Atlético no se acabó, entre otras cosas, porque Diego Simeone, que entonces era jugador-líder, es ahora DT-emblema. Lleva siete títulos en siete años. Pero el Atlético tampoco se acabó porque, en realidad, Gil y Gil nunca se fue del club: su hijo Miguel Angel, condenado en 2004 por estafa, imputado en varias causas, hoy una de las doscientas primeras fortunas de España con 240 millones de euros, sigue siendo dueño de más de la mitad de las acciones del Atlético. Así se construyó el fútbol moderno.

Tres días antes de las elecciones de 1987, Gil y Gil ganó votos fichando a Paulo Futre. No sabía nada de fútbol. Lo reconoció porque el joven crack del Porto tenía su nombre en las zapatillas. Al colombiano Adolfo “Tren” Valencia no le fue tan bien: “Al negro le corto el cuello. Me cago en la puta madre que parió al negro…A ver si le matan de verdad”, pedía Gil y Gil. Pero Valencia hoy lo recuerda con cariño. Igual que el alemán Bernd Schuster, que llegó a montar a “Imperioso”, un caballo que Gil y Gil hizo famoso en toda España. Su lista de técnicos despedidos incluye a José Omar Pastoriza, César Menotti y Alfio Basile. Insultó y trompeó a dirigentes rivales. Indignó al Ajax (“parecía el Congo, salían negros de todas partes”). Acumuló 51 meses de inhabilita­ciones por insultos. Confesó sobornos arbitrales en eliminator­ias europeas: “Se les daba de comer, beber y, al que quería yegua, yegua, y al que quería caballo, caballo”.

La miniserie dominical de cuatro capítulos (se emitieron dos) gana glamour y mafia en Marbella. Gil y Gil, votado tres veces, se hizo alcalde para construir casi 40.000 viviendas ilegales, la mitad del total que hoy tiene Marbella. Había casas para todos. Prometía jardines y era todo cemento. Don Corleone atendía bajo un cuadro de Marlon Brando en “El Padrino”. Si alguien cuestionab­a, sufría violencia. Entre los damnificad­os, Malibú, la mansión del 007 Sean Connery, celebridad de una ciudad por la que pasaron Brigitte Bardot, Ava Gardner, Liza Minelli y Elizabeth Taylor. Grace Kelly y el príncipe Rainiero. Hollywood y realeza. Oligarcas rusos y jeques árabes. Y el saudí Adnan Khashoggi. El mayor traficante de armas del mundo hacía fiestas en Nabila, su yate de 85 metros poblado de oro macizo, y en La Baraka, prostituta­s incluidas, como las que Gil y Gil conoció en su primera humilde pensión de Madrid (no pagaba; a cambio llevaba la contabilid­ad del negocio). Los ’90 fueron suyos. Campeón y alcalde. “Soy más popular que el Papa”, decía. “Una mezcla de Franco, Jesucristo y Che Guevara”. Tenía prensa, jueces y policías amigos. Conducía un programa de TV. Dentro del yacuzzi y rodeado de chicas “Chin Chin”. “Su vena atrabilari­a –escribió Carmen Rigalt– hizo de él un personaje desbordant­e y asalvajado: una auténtica bestia parda”.

Después de convertir a Marbella en el ayuntamien­to más corrupto de España, Gil y Gil fue por Ceuta y Melilla. Fue demasiado. El gobierno del Partido Popular le metió servicios y justicia. Hoy, el Tribunal de Cuentas mantiene embargadas 150 propiedade­s de la familia Gil y le reclama 105 millones de euros. Gil y Gil, fundador del partido GIL (Grupo Independie­nte Liberal), no dejó nada a su nombre. Apenas 854 euros en efectivo y empresas valoradas en unos 600.000 euros. “Un hombre queriéndos­e hacer más rico y un país concediénd­ole el deseo”, escribió Manuel Jabois.

La tele anuncia también una serie sobre el FIFAgate. Y otra argentina en plena filmación, Puerta 7, sobre dirigentes corruptos y barras del ficticio Ferroviari­os Fútbol Club. La pelota que sí se mancha. Trampolín eterno para lobos de Wall Street, Marbella o Buenos Aires. Les dicen “pioneros”.

En “El pionero”, se reflota la historia de Jesús Gil y Gil, un personaje peculiar y polémico

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sebastián Domenech
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