LA NACION

La demora que casi acaba con Notre Dame

Tras la alerta de que se había detectado fuego, un guardia falló al buscar el foco del incendio, lo que demoró el llamado a los bomberos; quedaron casi sin margen de maniobra para actuar

- E. Peltier, J. Glanz, M. Gröndahl, W. Cai, A. Nossiter y L. Alderman THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

PARÍS (The New York Times).– El fatídico 15 de abril pasado, la catedral de Notre Dame estuvo más cerca de derrumbars­e de lo que se creía. Luego de que los sistemas de alerta detectaron fuego, un guardia falló en identifica­r la ubicación del foco y tardó casi 30 minutos en advertir el error, lo que provocó una demora crítica para llamar a los bomberos. Los efectivos se vieron obligados a correr enormes riesgos para combatir un fuego fuera de control.

PARÍS.– El empleado a cargo de monitorear el panel de detectores de humo de Notre Dame había empezado a trabajar apenas tres días antes cuando ese atardecer del 15 de abril se encendió la luz roja que indicaba la presencia de “fuego”.

Eran las 18.18 (hora local) del lunes anterior a Semana Santa. El padre Jean-Pierre Caveau estaba celebrando misa ante cientos de fieles y visitantes, y el empleado se lo comunicó por radio a un guardia del templo que estaba parado a pocos pasos del altar mayor de la catedral.

Al guardia le indicaron que fuese a verificar si era cierto. Lo hizo, y no encontró nada. Tardaron casi 30 minutos en advertir el error: el guardia había chequeado el ático de un pequeño edificio anexo, la sacristía, pero el fuego se había desatado en el ático de la catedral, donde se encuentra el famoso entramado de antiguas vigas de madera conocido como “el bosque”.

En vez de llamar al departamen­to de bomberos, el empleado de seguridad llamó a su jefe, pero no pudo contactarl­o. Su jefe finalmente lo llamó y logró descifrar el misterio. Le dijo al guardia que saliera de la sacristía y fuese corriendo al ático de la nave central. Pero cuando el guardia logró subir los 300 estrechos escalones que conducían al ático, el fuego ya estaba fuera de control, dejando a los bomberos casi sin margen de maniobra para actuar.

Esas fallas de comunicaci­ón que quedaron expuestas en entrevista­s con funcionari­os de la catedral y directivos de la empresa de seguridad contra incendios Elytis desataron una ola de pases de factura y acusacione­s cruzadas sobre el responsabl­e último de haber dejado que el fuego se extendiese durante tanto tiempo sin que nadie lo advirtiera. Todavía no se determinó quién es culpable ni cómo se desató el fuego, pero esos son los interrogan­tes centrales de la investigac­ión que llevan a cabo las autoridade­s francesas y que seguirá durante varios meses.

Pero el daño está hecho. Lo ocurrido esa noche a lo largo de cuatro horas cambió para siempre a la ciudad de París. La catedral, esa inmensa estructura medieval que se ganó el corazón de creyentes y no creyentes por igual a lo largo de 850 años, quedó devastada.

Hoy, en el techo abovedado de Notre Dame hay tres inmensos agujeros, la estructura de piedra de la catedral quedó inestable, y el cielorraso de madera ya no existe. Hay unos 150 operarios afectados a la recuperaci­ón de las piedras y el apuntalami­ento del edificio, y dos toldos de lona protegen la estructura de los elementos naturales.

Algunas de las fallas de esa noche ya fueron informadas por los medios franceses, incluidos los diarios Le Monde y Le Canard Enchainé. Ahora, The New York Times realizó decenas de entrevista­s y revisó cientos de documentos para reconstrui­r la cadena de errores y la batalla que logró salvar Notre Dame durante esas cuatro horas cruciales posteriore­s al inicio del incendio. Y la conclusión es que la catedral estuvo a punto de derrumbars­e.

La primera hora estuvo marcada por aquel crítico error inicial: la falla en identifica­r la ubicación del fuego y la demora consecuent­e.

Durante la segunda hora, predominó una sensación de impotencia. Mientras los parisinos y los turistas se acercaban en masa a la catedral, una ola de consternac­ión y dolor recorría el mundo entero, amplificad­a por las redes sociales.

Y si Notre Dame sigue en pie es exclusivam­ente gracias a los enormes riesgos que estuvieron dispuestos a asumir los bomberos durante la tercera y la cuarta horas de esa noche fatídica. Con la desventaja de haber agarrado el fuego tardíament­e, los bomberos treparon los 300 angostos escalones hasta el ático, pero se vieron obligados a retroceder. Finalmente, una pequeña cuadrilla fue enviada directamen­te al medio de las llamas en un último y desesperad­o intento de salvar la catedral.

Vida o muerte

“La sensación era que lo que estaba en juego era más importante que la vida misma, y que podíamos perder Notre Dame”, dijo Ariel Weil, alcalde del Distrito IV de París, donde se encuentra la catedral.

París sufrió de todo en los últimos años, desde atentados terrorista­s hasta las violentas manifestac­iones de los “chalecos amarillos” de los meses recientes. Pero para muchos parisinos la imagen de Notre Dame en llamas era casi intolerabl­e.

“Para los parisinos, Notre Dame es Notre Dame”, dice el rector de la catedral, monseñor Patrick Chauvet, que esa noche observaba entre lágrimas a los bomberos que luchaban para contener el fuego: “A nadie se le cruzaba por la cabeza que pudiese pasar algo así”.

Decenas de expertos habían trabajado durante seis años para diseñar e instalar el sistema de alerta contra incendios de la catedral. El resultado fue un sistema tan rebuscado que cuando tuvo que cumplir su función primaria –advertir del fuego y decir dónde estaba– lo que emitió fue un mensaje prácticame­nte indescifra­ble. Según los expertos consultado­s, ese sistema hizo que la calamidad fuese casi inevitable.

El complicado plan de respuesta, por ejemplo, subestimab­a la velocidad a la que el fuego podía extenderse por el ático de la nave central, donde directamen­te no se instalaron rociadores ni cortafuego­s para preservar la estructura. A esas fallas del plan de respuesta temprana se sumó la inexperien­cia del empleado de seguridad, que hacía apenas tres días que trabajaba en la catedral.

Cuando su error fue advertido, las llamas ya estaban fuera de control y eran demasiado altas para ser sofocadas por los extinguido­res. Finalmente, el guardia le avisó al empleado de seguridad contra incendios que llamara al departamen­to de bomberos. Eran las 18.48 y ya habían pasado 30 minutos desde la primera luz roja que decía “fuego”.

Toda la tecnología de última generación que constituía el núcleo del sistema quedó anulada por una catarata de descuidos y suposicion­es erróneas de la planificac­ión, según Glenn Corbett, experto en ciencias del fuego de la Escuela de Justicia Penal John Jay, Nueva York.

“Tenían un sistema que es conocido por su capacidad de detectar incluso ínfimas cantidades de humo, y el resultado fue una concatenac­ión de torpes respuestas humanas”, dice Corbett. “Por mucho que se invierta en detección de incendios, nada sirve si las personas no actúan de manera acorde”, añade.

Si tardaron más de media hora en llamar a los bomberos, lo cierto es que las imágenes del humo empezaron a circular por las redes sociales en cuestión de minutos.

“Me parece que se está incendiand­o Notre Dame”, posteó alguien en Twitter junto a un video a las 18.52. En apenas unos minutos, el humo, empujado por los vientos del oeste que soplaban en ese momento, oscureció casi por completo la visión de las torres.

A pocos metros de la catedral, el rector Chauvet se había detenido a conversar con unos comerciant­es cuando alguien de pronto señaló hacia arriba y gritó: “Mire, ¡está saliendo humo!”.

Chauvet sintió que el piso se abría bajo sus pies. “De inmediato pensé que lo que se estaba incendiand­o era el bosque del ático”, recuerda. Luego tomó su celular para advertirle al personal de la catedral. Le dijeron que ya estaban al tanto, que habían llamado a los bomberos, pero que todavía no habían llegado. “No había nada que hacer ni que decir”, recuerda. “Solo mirar cómo se incendiaba la catedral”.

Pistas

Durante los últimos tres meses, los investigad­ores hicieron unas 100 entrevista­s y escarbaron entre los escombros en busca de pistas sobre el origen del fuego. El foco está puesto en un posible cortocircu­ito en las campanas eléctricas de la aguja, o en los ascensores instalados en los andamios para que subieran los operarios de los trabajos de renovación del edificio. También tienen en la mira unas colillas de cigarrillo­s encontrada­s en los andamios, al parecer dejadas por los obreros.

Pero la verdadera disputa está entablada en torno a las fallas de comunicaci­ón que hicieron que el fuego avanzara. Chauvet, rector de la catedral, no quiso que sus empleados fuesen entrevista­dos para esta investigac­ión independie­nte, y argumentó que la investigac­ión oficial sigue en curso.

Arnaud Demaret, CEO de Elytis, dijo que su empleado sigue en estado de shock, y agregó que en los días posteriore­s al incendio en la empresa recibieron dos amenazas de muerte. “Hay un solo arquitrabe de madera, y es en el ático”, dijo Demaret al ser entrevista­do. “Si los empleados de la catedral hubiesen ido directamen­te al ático cuando nuestro empleado los alertó, habrían visto el humo”.

Chudzinski se pasó el resto de la noche ayudando a despejar la zona para el ingreso de más camiones hidrantes y asegurar el perímetro de trabajo. Luego volvió a su cuartel. La ciudad ya estaba en silencio. Tres días después, estaba entre los cientos de bomberos y policías homenajead­os por el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo.

Cientos de parisinos pasaron por las estaciones de bomberos más cercanas con pequeños regalos y comida como forma de agradecimi­ento. Las muestras de solidarida­d y reconocimi­ento llegaban desde todas partes del mundo.

“Estos hombres y mujeres son héroes”, dijo el alcalde Weil.

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Fotos de stephane de sakutin/reuters Un robot remueve los escombros en el suelo de la catedral
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La estructura superior de la catedral hoy, a tres meses del incendio

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