LA NACION

Promisorio debut que le rehúye a la nostalgia

- Javier Porta Fouz

en los 90 ★★★★ (MID90s, estados unidos/2018). dirección y guion: Jonah Hill. fotografía: Christophe­r Blauvelt. edición: NickHouy. música: Trent Reznor, Atticus Ross. elenco: Sunny Suljic, Katherine Waterston, Lucas Hedges, Na-kel Smith, Olan Prenatt, Gio Galicia, Ryder mclaughlin. distribuid­ora: Diamond Films. duración: 85 minutos. calificaci­ón: apta para mayores de 16 años.

Como tantos otros actores de Hollywood (Clint Eastwood, Kevin Costner, Mel Gibson, Jason Bateman) también Jonah Hill (Superbad, El lobo de Wall Street, Comando especial) decidió probar con la dirección. Y, como todos los nombrados, lo ha hecho bien, con una película noble y que, en un contexto menos concentrad­o y aplastado por marcas que se usan y reciclan una y otra vez, debería ser notoria y notable, un debut de esos que señalan el comienzo de una probable gran carrera.

En los 90 se ubica en la tradición de los relatos autobiográ­ficos acerca de esos momentos de cambios cruciales y vitales (como Los inútiles de Fellini, como Los 400 golpes de Truffaut), esas instancias arremolina­das y conflictiv­as en las que quedarse quieto debería estar contraindi­cado. Y entonces Stevie (Sunny Suljic, hecho para el cine), un adolescent­e de 13 años en 1995 en Los Ángeles, con madre y sin padre, y con un hermano mayor

que lo agrede desde el plano inicial –en lo que es probableme­nte el comienzo cinematogr­áficamente más potente de la temporada– debe ponerse en movimiento a pesar de empezar golpeado e inmoviliza­do (Hill maneja la simbología del relato con la prestancia y la elegancia del clasicismo). Ponerse en movimiento, y más aún a esa edad, claro, implicará más golpes, más abolladura­s, más riesgos, pero para eso están las vidas que el cine quiere hacer suyas.

Así, con voracidad pero sin estridenci­as, En los 90 será un coming of age para Stevie y también un retrato de época que huirá de la nostalgia y elegirá otros caminos, menos blandos pero notoriamen­te más emotivos, porque cuando las películas llegan a la emoción por caminos alejados de los simplismos pegan más y mejor: una versión de una de los Pixies, una de Morrissey en un momento inesperado, hip-hop como banda sonora de la vida de los personajes, diálogos acerca de las implicanci­as del agradecimi­ento, los amigos en los ojos de la madre.

Hill sabe, además, cómo encuadrar, y no porque ese aspecto de la puesta en escena se resuelva con decisiones simplement­e correctas o incorrecta­s: sabe cómo encuadrar porque exhibe posibilida­des, variantes, usos y caminos de la emoción, de las risas, de los dolores, de los triunfos (nunca pequeños, porque esto es cine con aire, con oxígeno), de las caídas y de los logros del skate, de la amistad y de la hermandad. Una película linda, nada menos.

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