LA NACION

Las razones de la impunidad

- Hernán Cappiello

Cu ando un periodista cubre la misma historia durante 25 años es un síntoma de que algo está mal. De que esa historia no terminó, de que sigue abierta y es necesario volver a contarla hasta que encuentre su cierre. La voladura de la AMIA

sigue siendo la misma historia que es necesario reescribir una vez más. Antes, para saber qué pasó y ahora, para entender las razones de la impunidad. Porque aunque suene extraño, el ataque contra la AMIA está esclarecid­o.

Sus ejecutores tienen pedido de captura internacio­nal. La mecánica del atentado se conoce y solo faltan completar algunos detalles de la ejecución. Pero el caso sigue impune porque no hay ningún condenado. Las razones hay que encontrarl­as primero en la inoperanci­a política del gobierno de Carlos Menem, que con la experienci­a del atentado contra la embajada de Israel, en 1992, no hizo previsione­s para evitar otro bombazo como el que ocurrió dos años después. En la AMIA, los muertos de la embajada se multiplica­ron por tres.

La inexperien­cia de las fuerzas de seguridad, de inteligenc­ia y de la Justicia, donde un joven magistrado, Juan José Galeano, se encontró al año de asumir su cargo con la causa más importante de la historia argentina, que significó su caída como juez y su condena a seis años de prisión por el modo en que llevó adelante la investigac­ión. Sin embargo, la principal causa para que no haya culpables es la vación política. No alcanzó que los países más poderosos de la Tierra se pusieran de acuerdo para aportar las pruebas que pudieran exhibir un castigo ejemplar contra los culpables del terrorismo. No bastaron las evidencias aportadas por la inteligenc­ia norteameri­cana, el Mossad, los aportes del FBI, los recursos del Ejército israelí, los aportes de la inteligenc­ia europea.

Occidente se complotó para que la Argentina tuviera éxito y pudiera condenar a los culpables de la voladura de la AMIA, pero los mezquinos intereses políticos locales pudieron más. Así se llegó a saber qué paso, pero nunca a condenar a quienes lo hicieron.

Porque el caso AMIA estaba atravesado por cuestiones que impactaban en el entorno de Menem, primero, y en la policía bonaerense, después, y tras los primeros impulsos de Néstor Kirchner la causa cayó en la grieta del kirchneris­mo y antikirchn­erismo. Hubo investigac­iones K y anti-K, hubo grupos de familiares K y anti-K, hubo dirigentes de la comunidad judía K y antiK, hubo servicios de inteligenc­ia K y anti-K, y mientras tanto no hubo condenas. Hasta llegar a Cristina Kirchner, que negoció con Irán una que hacía temer que el caso quedara impune para siempre.

El ataque a la AMIA exhibe el fracaso de los tres poderes del Estado para castigar un atentado terrorista: el Poder Judicial hizo entre 2001 y 2004 un primer juicio contra un grupo de policías bonaerense­s y Carlos Telleldín, que entregó la Trafic usada como bomba. Terminó con la absolución de todos los acusados y los jueces concluyero­n que eran falsos culpables puestos allí para simular el esclarecim­iento del caso. Cristina Kirchner fue testigo estrella para poner en duda la hipótesis oficial y proponer la investigac­ión de la pista siria.

A instancias de ella se hizo un segundo juicio por la AMIA, esta vez contra los investigad­ores del caso que terminó con la absolución de Carlos Menem y la condena del juez Galeano. Ni cerca de llegar a la verdad. Y ahora se desarrolla el tercer juicio por la causa AMIA, contra Telleldín, que aun si es condenado no irá preso porque ya cumplió nueve años de cárcel sin sentencia. La Justicia Federal pudo avanzar hasta tener una idea de la mecánica del atentado y sus autores, pero fue incapaz de detenerlos y llevarlos a juicio. El fiscal Alberto Nisman murió en el intento y la Justicia dijo que lo mataron por su trabajo al investigar la causa AMIA.

El Poder Ejecutivo fracasó por acción y por omisión. No evitó el segundo atentado. Los servicios de inteligenc­ia reconstruy­eron el rompecabez­as de qué pasó, pero hay evidencias de que pudieron haber evitado la voladura de la AMIA y no lo hicieron. El ataque a la AMIA atraviesa cuatro etapas: el menemismo, la Alianza, el kirchneris­mo y Cambiemos, y ninguno pudo exhibir un triunfo. El menemismo estuvo apunto de llegar a una condena mentirosa, la Alianza no tuvo tiempo de nada, el kirchneris­mo cambió el enfoque del caso y terminó por propiciar su impunidad y Cambiemos no logró avances.

El Poder Legislativ­o fue el escribano del fracaso al refrendar el memorándum con Irán, que para Nisman buscaba la impunidad. El fiscal murió, pero su denuncia terminó con Cristina Kirchner a punto de ir a juicio oral por encubrir a Irán al firmar este pacto.

Así, el ataque a la AMIA requiere entonces que 25 años más tarde el mismo periodista tenga que seguir cubriendo la misma historia. Algo sigue mal.

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