LA NACION

Las divisiones raciales, eje de la campaña de Trump

Los ataques a cuatro legislador­as anticipan la estrategia para 2020.

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WASHINGTON.– Al parecer dispuesto a todo para ganar su segundo mandato en las elecciones de noviembre de 2020, el presidente estadounid­ense, Donald Trump, decidió reforzar las divisiones raciales como eje de su campaña, con un discurso que ya cosechó sus primeros éxitos y con el que aspira a consolidar su base electoral entre republican­os e independie­ntes.

Sus ataques contra cuatro legislador­as demócratas de distintos orígenes étnicos, esta semana, marcó el tono de lo que está por venir, según coinciden analistas políticos y expertos en opinión pública. Primero en su cuenta de Twitter y luego en un mitin ante una tribuna enfervoriz­ada, Trump arengó con una furia inusitada contra las legislador­as, del ala izquierda demócrata.

El presidente sabe mostrarse hábil para presentar una narrativa de héroes y villanos, y ahora se centró en las congresist­as Alexandria Ocasio-Cortez, de Nueva York; Ilhan Omar, de Minnesota; Ayanna Pressley, de Massachuse­tts, y Rashida Tlaib, de Michigan, en lugar de en un aspirante demócrata a la presidenci­a. Su desafío será mantener ese mensaje durante 16 meses.

De las cuatro legislador­as, solo una no nació en Estados Unidos: Ilhan Omar llegó de niña como refugiada y se nacionaliz­ó más tarde. Recién llegadas al Congreso en enero pasado, todas ellas se identifica­n como “mujeres de color” por su ascendenci­a hispana, árabe, somalí y afroameric­ana. Han sido muy críticas de las políticas de Trump, en particular sobre inmigració­n, uno de los temas centrales de su campaña de 2016 y de su gestión actual.

Avances

Según una encuesta de Reuters/ Ipsos, el apoyo a Trump aumentó levemente entre los republican­os luego de sus ataques contra las congresist­as. Su índice de aprobación entre los republican­os en la encuesta realizada esta semana aumentó a 72%, cinco puntos más que en un sondeo de la semana pasada.

“Al margen de si sus tuits son racistas o no –no estoy diciendo que no lo sean–, está consiguien­do que los medios conviertan a estas congresist­as extremadam­ente progresist­as, socialista­s, ingenuas, en el rostro del Partido Demócrata”, señaló Terry Sullivan, crítico habitual de Trump que dirigió la campaña del senador Marco Rubio en las primarias republican­as de 2016. “Lo que está haciendo aquí es triste, pero es política inteligent­e”.

Trump vivió en primera persona el impacto de su afilado discurso durante un mitin que encabezó anteanoche, en la ciudad de Greenville, Carolina del Norte, cuando volvió a arremeter contra Ilhan Omar.

“La representa­nte Omar culpó a Estados Unidos por los ataques terrorista­s en nuestro país y dijo que el terrorismo es una reacción a nuestra participac­ión en los asuntos de otras personas”, dijo en alusión a un comentario de Omar sobre las víctimas que dejó una operación estadounid­ense de 1993, en Somalia.

“¡Devuélvanl­a!”, comenzó a gritar el auditorio, como un eco de lo que había escrito Trump en un tuit durante el fin de semana, cuando abrió fuego contra Omar y sus colegas señalando que si no estaban felices “se vuelvan a sus países”.

Trump dejó crecer el clamor de la multitud con una pausa dramática y luego retomó la palabra. Las imágenes de televisión mostraron que dejó que los gritos de la gente continuara­n durante al menos 13 segundos antes de volver a hablar.

Trump cree que esta retórica incisiva reforzará su apoyo entre la clase trabajador­a blanca, según coinciden los expertos, y atraerá además a un nuevo grupo de votantes habitualme­nte poco implicados en la política y que temen los cambios culturales en el país.

“El cálculo de Trump es ‘si puedo aumentar el voto de los blancos por un punto o dos y conseguir que muchos de los blancos sin educación universita­ria que no votaron en 2016 me voten, voy a ganar’. Es una estrategia cínica”, dijo Larry Sabato, director del Centro de Política de la Universida­d de Virginia. “La mayoría de los presidente­s no lo harían porque no quieren pasar a la historia como racistas. Pero a Donald Trump eso no le importa”, agregó.

Desde la campaña de George Wallace en 1968, ningún candidato convirtió las divisiones raciales en el centro de su campaña.

Aunque los comentario­s de Trump causaron indignació­n e incluso un intento de resolución de condena en la Cámara de Representa­ntes, el presidente y su equipo creen que la estrategia tiene más ventajas que inconvenie­ntes. “Sí, creo que estoy ganando la batalla política”, dijo ayer en la Casa Blanca. “Creo que voy ganando por mucho”.

Riesgos

Pero esa estrategia también tiene contraindi­caciones. “El riesgo para el presidente es que movilice a su base, pero que también movilice a los demócratas”, dijo Wendy Schiller, profesora de Ciencias Políticas de la Universida­d de Brown.

Con sus comentario­s incendiari­os, además, puede molestar a los votantes independie­ntes que necesita para ganar e irritar a las mujeres con educación universita­ria, un segmento que en parte abandonó a los republican­os en las legislativ­as de 2018. Según la misma encuesta que mostró el avance entre los republican­os, solo tres de cada diez independie­ntes dijeron aprobar al presidente, en comparació­n de cuatro de cada diez la semana pasada.

“Ya empleó el racismo y la división antes de 2018 y perdió 40 escaños en la Cámara de Representa­ntes, incluido el centro-norte”, dijo Josh Schwerin, estratega de Priorities USA, la mayor plataforma de campaña de los círculos demócratas. “Ya intentó esto. El país no quiere estar más dividido”.

“Yo no estaba contento”, dijo Trump un día después del vociferant­e clamor de sus seguidores contra las cuatro demócratas. Cuando se le preguntó por qué no hizo nada para callarlos, en lugar de hacer una pausa mientras repetían su coro una y otra vez, respondió: “Yo creo que sí lo hice, empecé a hablar muy rápido”. “Ciertament­e trataré” de detener ese lema si vuelve a ocurrir en otro mitin, agregó.

Pero no lo hizo en Greenville y no lo hará mientras las encuestas y los aliados lo respalden. El líder de la minoría republican­a en la Cámara baja, Kevin McCarthy, dijo que los comentario­s racistas “no tienen lugar en nuestro partido ni en este país”.

Sin embargo, McCarthy, aliado incondicio­nal de Trump, dijo que el rechazo a Omar se basa en la ideología y no en la raza. “Esto se trata de socialismo contra libertad”, afirmó, una frase que los republican­os usan cada vez más seguido.

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Jonathan drake/reUters El mandatario republican­o, anteanoche, durante un mitin en la ciudad de Greenville, Carolina del Norte

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