Los Merkel, un matrimonio de bajo perfil y mucha discreción
La canciller y su marido protegen la intimidad de su relación
Angela Merkel es mujer entre hombres. Catorce años atrás, la canciller quebró su parte del techo de cristal y, por decisión de los alemanes, dejó de soñar con el poder para tomarlo de los hombros: desde hace más de una década se sienta al lado del mandatario de Francia, a discutir con el de Estados Unidos, a intercambiar posturas con el de Japón y a negociar con el de Rusia. Es mujer entre hombres y no es sorpresa. No para ella. Lucha contra el machismo desde mucho antes de ser la única en la sala. Se metió en política en 1989, y aunque siempre mantuvo ese perfil, lo dejó en evidencia en 1993, cuando publicó una columna en la revista Emma titulada “Cuando ella aún soñaba con el poder”.
Entonces dijo que la participación de las mujeres en la vida pública de su país mostraba un panorama aterrador, que faltaba representación femenina en grandes empresas y en medios de comunicación, que todavía las pautas las marcaban los hombres, que ellos también pueden cuidar de los chicos y limpiar el baño, “que las mujeres debemos ir a la marcha a través de las instituciones y participar del poder”.
Merkel es mujer entre hombres y criticada por masculina. Pero, más que imitar el rol del varón, la canciller parece querer dar una nueva definición al de la mujer, en la política, en la academia, en la casa, en el amor.
División de tareas
El modo en que lleva adelante su pareja es parte de su convicción. Está en una relación con el químico Joaquim Sauer desde hace casi 30 años, pero son pocas las fotos que se tienen de ambos juntos, porque casi no se muestran en público. Para ellos, el trabajo va por un lado y la familia, por el otro. Tal es la división que Sauer no estuvo presente en la mayoría de las asunciones de la canciller. El compañerismo lo centralizan dentro del hogar, donde, según dicen los diarios, comparten tareas domésticas sin reclamos. Ella arma la lista de lo que falta en la alacena y él va a comprarlo. Si uno cocina, el otro limpia.
“Ella nunca ha sido abiertamente feminista en un sentido ideológico. Sin embargo, ha incorporado sistemáticamente a las mujeres en su gabinete y ha alentado muchas iniciativas legislativas para promover los derechos y la posición de las mujeres”, asegura a la nacion el profesor Thomas Saalfeld, de la Cátedra de Política Comparada de la Universidad de Bamberg.
Merkel nació en Hamburgo, el 17 de julio de 1954. Su padre era pastor luterano, y su madre, profesora de inglés y latín, y ella en verdad era Angela Dorothea Kasner. El Merkel es de su primer marido. Se quedó con su apellido porque al divorciarse ya se había hecho conocida como tal. Fue una estrategia.
En su juventud, tras mudarse a la Alemania comunista por el trabajo de su padre, Angela estudió en la Universidad de Leipzig, donde se licenció en Física, especialidad que comparte con aquel primer amor, Ulrich Merkel, a quien conoció en Moscú. Se enamoraron, se casaron y se instalaron en Berlín. Eran jóvenes. Ella tenía 23 años. Era 1977. Cinco años después, se divorciaron. Su vida de divorciada no fue fácil: le faltaba empleo, no encontraba dónde vivir, pasó varias noches en un edificio ocupado y fue camarera de un bar. Sin embargo, siguió estudiando y tras cuatro años se doctoró en Química Cuántica con el apoyo de un tutor que no fue otro que su actual marido. Así se conocieron.
Sauer nació el 19 de abril de 1949 en Hosena, parte de la entonces República Democrática Alemana. Era el hijo del pastelero del pueblo. Estudió Química de 1967 a 1972 y dos años después se doctoró en la Universidad Humboldt. Trabajó allí como investigador hasta 1977, cuando se sumó al plantel del Instituto Central de Fisicoquímica. La caída del muro de Berlín lo encontró en el mismo lugar, pero distinto: se había casado con una colega, había tenido dos hijos, se había divorciado. Ese 9 de noviembre de 1989, al tiempo que se rompía el hormigón, se abrían sus posibilidades: viajó por un tiempo a Estados Unidos y al regresar, en 1992, se unió a la Sociedad Max Planck, se consagró como uno de los investigadores de su generación y se reencontró con su amor.
El 30 de diciembre de 1998, sin muchos invitados, se casaron. En noviembre de 2005, a los 51 años, Angela se convirtió en la primera mujer y en la primera persona criada en el este en asumir la cancillería. Y así, con su jura, le dio al papel político de la mujer en Europa otra arista. Sin embargo, Sauer no estuvo allí. Como tampoco en varios otros momentos claves de su carrera.
Papel discreto
“Alemania tiene un sistema de gobierno en el que las funciones de jefe de Estado y jefe de gobierno están separadas. El jefe de Estado, el presidente, Frank-Walter Steinmeier, tiene deberes ceremoniales y su esposa cumple funciones oficiales: lo acompaña en visitas y patrocina organizaciones benéficas. La esposa o el esposo del canciller, nuestro jefe de gobierno, ha sido tradicionalmente una figura más discreta. Puede acompañar en los viajes, pero no hay ninguna expectativa de que lo haga”, explica Thomas Saalfeld.
No es que no la acompañe nunca, pero no suele ser lo habitual. A las cumbres internacionales Merkel va sola. Por un lado el trabajo, por el otro el amor.
“Siempre mantienen su vida personal privada. No sabemos mucho sobre su relación. Sauer es un eminente químico investigador. Nunca ha aceptado ser entrevistado si el eje no era su trabajo. Nunca nadie sugirió que haya sido un asesor influyente”, asevera Saalfeld.
Existen, sin embargo, algunas fotos en las que las primeras damas de los mandatarios del mundo se ven acompañadas en las escalinatas donde posan con un hombre flaco, apenas alto, de pelo oscuro, algo cano, ojos grises, arrugas serias y piel dura. Es él. Es Sauer. El “fantasma de la ópera”, como varios medios de comunicación lo apodaron por su presencia esquiva y su adicción a la música de Richard Wagner. Una vez al año, sin falta, la pareja se muestra ante los fotógrafos cuando asiste al Festival de Música de Bayreuth, dedicado a la presentación de obras de este célebre compositor del siglo XIX.
“No hablamos todo el tiempo de política. Pero, de manera indirecta, es muy buen asesor”, dijo alguna vez Merkel sobre él.
“¿Orgulloso de mi mujer? Sí, hay razones para estarlo. Por sus éxitos profesionales”, dijo alguna vez Sauer sobre ella.