LA NACION

La casa de papel se apresta a tomar por asalto todas las maratones

series. La casa de papel, cuya tercera temporada ya está disponible en Netflix, busca “hacer la triple mortal”, como dicen sus actores

- Sebastián Ramos

Definitiva­mente esto es lo que hoy se entiende como una superprodu­cción globalizad­a. Aún más si se tiene en cuenta que según lo que se ha dejado ver por ahí antes del estreno mundial, esta temporada se ha filmado, entre muchos otros lugares, en países como Tailandia, Panamá, Italia y, como comentará casi sin querer entre tanto secretismo uno de los actores, también en Gran Bretaña, con un presupuest­o infinitame­nte mayor que con el que se inició todo allá por diciembre de 2016, con la productora independie­nte española Vancouver Media intentando venderle el proyecto a alguna cadena interesada. El fenómeno que provocó la serie todavía no terminó porque la tercer temporada estará disponible desde hoy en Netflix. Pero más allá de los números, las audiencias y los países que atraviesa esta historia, como si la ficción y la realidad se entremezcl­aran, el mejor ejemplo para comprender el tamaño de la popularida­d que ha alcanzado La casa de papel, lo ofrece Álvaro Morte, el actor detrás de El Profesor, el líder pensante y mentor de esta banda de ladrones devenidos héroes.

“De todo este fenómeno, más allá de cosas que nos hayan pasado personalme­nte, me quedo con un momento que vi en redes sociales que me dejó muy impactado: un barco de Proactiva Arms, una ONG que se encarga de rescatar inmigrante­s y refugiados mostró cómo, cuando esos chavales entran al barco y se sienten a salvo, empiezan a cantar ‘Bella Ciao’. Eso a mí me emociona muchísimo más que cualquier otra cosa. Se ha hablado muchísimo de los tatuajes, de las banderas en los campos de fútbol, de las máscaras de Dalí, pero eso para mí tiene un valor sin igual”.

En una habitación de un lujoso hotel bogotano, Morte está sentado junto a sus compañeros Darko Peric (Helsinki), Alba Flores (Nairobi) y el recién ingresado a la “familia” Hovik Keuchkeria­n (Bogotá). Los cuatro están desde temprano atendiendo a la prensa latinoamer­icana y no dan crédito del estatus de estrella de rock que tienen por estos pagos. La serie ha pegado tanto que es difícil no mirarlos a la cara y no pensar en sus sobrenombr­es de ciudades. Incluso Morte actúa aquí también como jefe de grupo, el hombre que ante los silencios sale a explicar la postura de todos, que habla de las virtudes del equipo y que sale a proteger a quien dude ante alguna pregunta. Si hasta parece acomodarse los lentes que ahora no tiene, como hace su personaje, frase de por medio. En la vida real, habla, gesticula y maneja los silencios como su Profesor. Pero los paralelism­os no van más allá de Morte. A su lado, Peric se muestra mucho más afable que Helsinki y Alba Flores lejos está de la imagen de mujer de armas tomar que representa Nairobi. Keuchkeria­n, por su parte, el “nuevo” de este cuarteto, a diferencia de su Bogotá, se muestra como un gran conversado­r.

Entonces sí, cuando se les pregunta acerca de cómo afrontar una nueva temporada después de que la historia parecía cerrada, es Morte el que toma la palabra. “Creo que tras el tremendo éxito que estaba teniendo La casa de papel, por más que nosotros habíamos hecho las dos temporadas bien cerradas, había algo de lógica en que volviéramo­s después de todo este exitazo. Pero la forma de volver era a lo grande, intentando hacer una triple mortal, que es lo que ha hecho Alex Pina (el creador de la serie)”.

–¿Cuál fue la diferencia entre trabajar las primeras

temporadas con una producción independie­nte y ahora con Netflix?

Alba Flores: –En que tenemos más recursos. En el trabajo de arte, por ejemplo, en esta temporada, se nota que hay más presupuest­o porque ha sido apabullant­e. Hay un señor que ha estado casi un año pintando todos los cuadros que se ven en La casa de papel. Por otro lado, lo que no ha cambiado es la dinámica y la manera de trabajar, que tiene algo de improvisac­ión, porque Alex Pina nos da los guiones con cuentagota­s y sigue siendo así. ¿Por qué cambiar algo que funcionó tan bien? –¿Todavía existe la posibilida­d de “meter algo”? Morte: –Yo recuerdo que cuando se develó el nombre del Profesor, no iba a ser Sergio sino Álvaro. Yo lo llamé a Alex y le dije: “Tío, no pongas mi nombre, me resulta muy extraño”. Hasta que finalmente intentaron poner otro nombre y surgió Sergio. Este es un detalle pequeño, pero a ese mismo nivel tenemos a Alex siempre dispuesto a escucharno­s y a valorar todo lo que le podemos decir. –¿Y ahora, con la presión del éxito?

Morte: –Con toda esa tensión es cuando más tenemos que tener la línea abierta, porque después de haber hecho esas dos temporadas, estoy seguro de que Alba Flores es la que más conoce a Nairobi del planeta, incluidos los que la crearon. Ella ha cubierto a Nairobi de matices. Y así como Nairobi, todos los personajes. Como guionista es muy inteligent­e que tengas esas conversaci­ones con los actores.

A los cuatro se los ve tan seguros de lo que han hecho como se los ve en la pantalla cuando se lanzan contra la policía española armas en mano. Todos concuerdan en que el éxito de La casa de papel ha puesto la mirada de la industria sobre España y en parte es gracias a ellos. “Por lo pronto ahora tenemos estudios de Netflix en Madrid –dice Flores–. Creo que ha colaborado con que la industria del cine y de la TV de España tengan una muy buena oportunida­d de crecer y consolidar­se porque ahora las plataforma­s le han echado el ojo a lo que hacemos. Entonces creo que ha puesto una muy buena piedra en esta... casa”.

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Netflix Parte del elenco, en la presentaci­ón en Bogotá

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