Manny Pacquiao y la odisea del último acto
El filipino Manny Pacquiao sabe que está viejo para el boxeo. Sus 40 años y las 70 batallas sostenidas, desde 1995 hasta hoy, fortalecieron su espíritu en modo granítico pero fueron consumiendo de a poco el impacto que producían sus reflejos electrizantes cada vez que elaboraba una de sus clásicas maniobras en el cuadrilátero. Le queda el alma, la experiencia y todo el bagaje de conocimientos que le dio este oficio profesional.
Todos viven con nervios e incertidumbre su pelea de esta noche por la unificación del título welter (AMB) con el “súper campeón” estadounidense Keith Thurman, en el hotel-casino MGM de Las Vegas, a partir de las 22, con televisación conjunta de ESPN y Fox Action Premium.
Pacquiao aglutina una duda especial para esta ocasión fusionando, a la vez, un potencial
desastre pugilístico o una noche épica y dramática, con final feliz. Ésta aparenta ser la más compleja de interpretar.
Pacquiao ganó seis coronas mundiales oficiales en pesos diferentes (desde 50.800 kg a 69.850 kg) y una séptima corona valiosa ante Ricky Hatton, aunque no reconocida al ser fiscalizada por una entidad marginal. Embolsó más de 200 millones de dólares por sus ilustres combates ante Marco Antonio Barrera, Erik Morales, Juan Manuel Márquez, oscar de la Hoya, Miguel Cotto, Shane Mosley y Floyd Mayweather. Ante este último, decepcionó: aceptó pelear con un hombro lesionado en 2015 y lo hizo saber tras el cotejo. Este hecho sumado al tremendo Ko que sufrió previamente ante el mexicano Márquez, en 2012, aceleraron su ocaso en las grandes ligas. Pese a sus victorias posteriores, ante el chubutense Lucas Matthysse y el estadounidense Adrien Broner, sus acciones decrecieron.
Repartió su fortuna con la pobreza viviente de Filipinas y con los cazadores de impuestos de oriente y occidente. Quiere ser el gran senador de su patria, más allá del récord de inasistencias que registró en el Congreso en 2018. Desafía sus mermas técnicas recomponiendo su antiguo y exitoso equipo con Freddie Roach, como entrenador principal.
¿Quién es Thurman? Es un pugilista que a los 30 años no pudo cambiar su estatus de esperanza a realidad. Un protegido del promotor Al Haymon y el mismísimo Mayweather que se tutea con los mundiales interinos desde 2013, cuando venció al bonaerense Diego Chaves. Está inmerso en veladas impactantes desde los tiempos en que el santafesino Marcos Maidana y el quilmeño Sergio “Maravilla” Martínez desfilaban triunfantes por Norteamérica. Sin embargo, nunca tuvo rol de primera figura. No protagonizó combates clásicos y ése fue su gran pecado. Tras ser sometido a una seria operación de hombros que lo alejó del ring entre 2017 y 2019, reapareció el 26 de enero pasado y, sufriendo en exceso, le ganó por puntos al veterano “Josesito” López.
Thurman es fuerte y de buena pegada, pero se sumerge en desequilibrios anímicos que lo transforman en un campeón poco confiable. Ganó sus 29 peleas, con 22 Ko. Debiera ser un favorito firme, aunque ningún experto le otorga esa ventaja.
El boxeo es un deporte, un gran espectáculo y un trabajo difícil. Todo esto resume el tránsito en el ring por casi tres décadas de Pacquiao. Vivirá esta noche sensaciones diferentes a las experimentadas en sus carteleras rutilantes. Lidiará con el tiempo y con sí mismo para evadir el dramático enfoque que oponen las peleas terminales como estas, las que lo acercan al último acto.