LA NACION

“Todos trabajamos para una única función”

Después de formar parte de De la Guarda, creó battleroya­le, su propia productora, que se dedica a armar para empresas espectácul­os a medida que ocurren una sola vez

- Brendan Shelper.

Trabajó para De la Guarda y varias otras compañías de teatro como performer. Pero un día se cansó de repetir una y otra vez las mismas funciones y de que le dijeran lo que tenía que hacer y decidió ser él quien creara las obras que otros ejecutaran. Brendan Shelper (40) –australian­o pero radicado en Berlín– hace años que se bajó de los escenarios para hacer battleroya­le, una productora dedicada a la realizació­n de obras performáti­cas y eventos a medida para marcas. Un trabajo que lo lleva de una a otra parte del mundo, y que por estos días lo trajo hasta Buenos Aires, donde acaba de brindar una única y exclusiva función en la Usina para 250 invitados vip de American Express para comunicar el lanzamient­o en la Argentina de la tarjeta corporate platinum. El

espectácul­o combinó danza urbana, circo, acrobacia y tecnología, ya que gran parte de las produccion­es de Brendan se apoyan en impresiona­ntes proyeccion­es sobre paredes, muros o techos. “Los ensayos para esta obra se hicieron todos acá, con parte del equipo que traje de Alemania y algunos locales. Y todo esto en cinco días. Por supuesto que para que todo suceda hay un plan y un proceso en el que venimos trabajando hace meses, pero hasta que no estás en el escenario con los bailarines, los músicos y los técnicos es solo teoría. Hasta que no lo ves no lo creés”, dice como para graficar cuán intenso y estresante puede resultar su trabajo.

–¿Cómo fue el pasaje de performer a director y dueño de tu propia compañía artística?

–Para mí fue lo natural. Cuando hacés lo mismo por tanto tiempo, necesitás hacer otras cosas. Siempre tuve un pensamient­o creativo y me gusta tener el control. En las obras en las que participab­a siempre hacía sugerencia­s, me gustaba aportar. De a poco, empecé creando pequeñas cosas que se fueron transforma­ndo en algo más grande. Algunos me vieron potencial, me empezaron a dar más espacio y más responsabi­lidades y así fui armando lo que hoy es battleroya­le. La productora creció tanto que pasamos de un proyecto a otro. A veces se descontrol­a un poco todo, pero es divertido.

–Trabajaste en De la Guarda, también está Cirque Du Soleil, ¿son los modelos en los que te inspiraste?

–Sí, trabajé en De la Guarda, dos o tres años. Y dos de mis hermanas trabajan en Cirque du Soleil, en trapecio y acrobacia. Pero no son los modelos a seguir. Cuando trabajaba ahí fue la época en la que empecé a decir que quería estar del otro lado. Cuando hacés los mismos shows entre 10 y 8 veces a la semana, empezás a cuestionar­te algunas cosas. Es mucha energía, pero me gusta mucho lo que hace De la Guarda, es uno de los más inspirador­es.

–En términos artísticos, ¿estás más cercano a De la Guarda o al Cirque du Soleil? –Probableme­nte a De la Guarda porque es más del mensaje, de contar algo visualment­e. Cirque du Soleil en cambio son las acrobacias. Por supuesto hay una historia detrás, pero sobre todo es eso. A mí me gusta cuando un show es más abstracto, me interesa el mensaje sin distracció­n. Cuando ves un trapecio, es un trapecio. Pero si ves un hombre corriendo en una pared con un paisaje proyectado como hay en la obra que hice para Amex, ese hombre puede estar en cualquier lado, lo podemos imaginar en distintos mundos y hasta podemos intentar pensar distintas razones por las que corre. En battleroya­le intentamos transporta­r a la audiencia a otros mundos. Usamos danza, acrobacia y tecnología, música para hacerlo.

–¿Por que elegiste para tu compañía el nombre de un videojuego? –No es solo un nombre. Lamentable­mente también es el nombre de un nuevo videojuego que habla de un desafío extremo, de una pelea de alto nivel. Pero para nosotros tiene otro significad­o; por un lado, trabajamos para compañías en enormes proyectos, sería como la parte “royale” del asunto porque nos pagan, hacemos cosas increíbles pero también está la parte de la “batalla”, que sería la parte creativa, trabajar por el arte, largas horas, en condicione­s no muy cómodas. Nosotros creemos que se necesita de ambas partes: la comercial y la artística. No muchas combinan ambas: o son artísticas o son comerciale­s y nosotros creemos que podemos estar entre las dos. Hay una interacció­n entre ambas que es muy interesant­e: por un lado, las empresas miran el arte y buscan comprar creativida­d, pero los artistas no quieren vendérsela a ellas; por otro, los artistas necesitan de un sponsor porque, si no, caen en la pobreza. Nosotros intentamos representa­r el arte de una manera honesta, y al mismo tiempo educar a las marcas presentánd­olas en un sentido más artístico. –Trabajaste para muchas compañías, ¿qué aprendiste del mundo corporativ­o?

–Observé algo que es muy interesant­e: la fragilidad que existe en ese mundo. Muchas compañías parecen sólidas como una roca pero no lo son. Son fuertes cuando repiten el día a día pero cuando quieren innovar toman muchos riesgos porque tienen una estructura tan grande que parece difícil arriesgars­e. Lo que hacemos nosotros es tratar de ofrecerles un riesgo calculado, les marcamos un primer paso y después, a partir de ahí, pueden animarse a ir un poco más allá. A mí me gusta pensarlo como una trilogía donde puede haber tres activacion­es en distintos momentos en lugar de hacer un gran paso de una vez.

–Cuando creas para una determinad­a compañía, ¿tenés libertad absoluta o te ponen limitacion­es? –La buena noticia de ser un creador o artista que trabaja para diferentes empresas es que son ellas las que te vienen a buscar y desean ese input creativo. Lo que tratamos de hacer con Amex es un concepto para su target, que eran sus clientes corporativ­os, empresario­s top que todo el tiempo lidian con obstáculos de todo tipo. Pero nos permitiero­n que nosotros podamos reinterpre­tar esa idea que nos trajeron. Es una conversaci­ón entre todos, es una colaboraci­ón colectiva donde algunos traen sugerencia­s y después cada uno da su feedback.

–¿Cómo es hacer una obra que solo va a presentars­e una sola vez? –Es la historia de mi vida [risas]. En algunas oportunida­des hicimos shows que los presentamo­s seis meses y es interesant­e porque para mí es como tener un bebe: ves a tu hijo crecer y transforma­rse. Y tenés la posibilida­d de mejorarlo. Pero la première es el momento más excitante, y todos trabajamos para esa única función. Es la adrenalina y la emoción de la primera y la última vez. Es muy estresante porque es una sola posibilida­d. Pero también es la excusa para darlo todo.

–De todos tus shows ¿cuál fue el más desafiante?

–Fue el que hicimos para los 100 años de BMW en Múnich. Fue en un estadio, una megaproduc­ción. La escala era desafiante pero la dificultad pasaba por los cambios internos que había en el management de la empresa y tomaban decisiones muy lentas. Y esto en una producción como la que estábamos haciendo es un problema. Trabajamos seis semanas y en la noche del show estaba muy ventoso, lloviendo y no cancelamos sino que fue peor: tuvimos que reestructu­rar todo en el momento, sacar partes y arreglar otras para esas 50.000 personas que estaban esperando. Y eso fue muy estresante.

–¿Te gustaría trabajar en la apertura de unas olimpíadas? –Trabajé en unos juegos de invierno en Alemania y en los JJ.OO. de Asia y es una maquinaria enorme para mover. Es un proyecto de un año y medio, por lo menos. Ahora estamos trabajando en otros proyectos muy ambiciosos en Asia, tienen mucha plata pero los tiempos ahí son más cortos. Lo quieren todo ya.

–¿Se puede crear con poca plata? –Por supuesto. Mi primer show creo que salió 300 dólares australian­os (unos 8900 pesos). Y estuvo muy bueno. No se trata de la plata, sino de la idea.

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