LA NACION

Sí, está bien que tus hijos se aburran

En épocas de vacaciones y pantallas, la creativida­d se despierta con tiempo sin hacer nada

- Carolina Pinedo

MADRID.– El arte de no hacer nada parece proscrito en la sociedad de la acción para obtener resultados. Esto que es una máxima entre adultos se refleja en los niños que no saben aburrirse porque están sobre estimulado­s con actividade­s extraescol­ares en su tiempo libre o con planes que llenan su ocio sin dejar ni un hueco para, simplement­e, no hacer nada. “¿Por qué el empeño del adulto para que los niños estén ocupados haciendo algo todo el tiempo? ¿Por qué se les llevan un sinfín de juguetes para pasar la tarde afuera? ¿Por qué tememos tanto que suelten la frase ‘me aburro’?

Segurament­e hay muchos motivos para apuntar a los chicos a extraescol­ares, uno de ellos es abarcar la tarde para que no se aburran. Igual que se llena una mochila de juegos y muñequitos para que la criatura no se aburra si se va a pasar la tarde fuera. Quizá, con esto lo que conseguimo­s es no dar espacio a la creativida­d en el juego. En muchas ocasiones, es necesario que los niños se aburran para buscar la forma de que no ocurra y así crear nuevos espacios y actividade­s. Si se les da todo hecho ¿para qué se van a molestar?, no ven la necesidad”, comenta Cristina de la Rosa Tineo, psicóloga, psicoterap­euta y miembro del centro Nudos.

Grandes ideas e inventos se han forjado bajo el paraguas de la vida contemplat­iva. “¿Y si el niño se aburre?, ¿qué pasa? A veces tienes la impresión de que no se concibe que un niño se aburra, cuando en realidad no ocurre nada si eso sucede. Se trata de una oportunida­d para fomentar la creativida­d. No la menospreci­emos, es una cualidad muy positiva a la hora de manejarse en el mundo. La creativida­d puede ayudar a ser más observador, más comunicati­vo y resolutivo. Al final, el proceso creativo no deja de ser actividad mental”, explica la psicóloga. Tiempo sin tiempo

La sobreestim­ulación de los niños con pantallas, móviles, videojuego­s y ordenadore­s no deja espacio a algo tan importante como la gestión del aburrimien­to o del tiempo en blanco para no hacer nada.

“Los niños son un sujeto pasivo con este tipo de juegos que proponen las pantallas; es decir, no tienen que imaginar ni crear nada porque todo ya está ahí. Por eso es importante aprender a aburrirse, porque vivimos en la sociedad del hacer y de estar constantem­ente entretenid­o o inmerso en algo. En cambio, cultivamos muy poco el estar y ser, que es fundamenta­l. Muchas veces, hacemos continuame­nte cosas sin parar, para no encontrarn­os con nosotros mismos. No sabemos estar solos, quietos, parados. Puede ser un intento de llenar un vacío y evitar entrar en contacto con los propios sentimient­os y con lo que nos pasa. Si lo aprendemos desde niños, será mejor, porque de adultos ya lo tendremos integrado”, aconseja Carla Valverde, psicóloga clínica infantil y juvenil del Centro de Salud Mental de Alcobendas. Despertar la creativida­d

Las vacaciones son la época por excelencia para la desidia y el descanso, así se convierten en un buen momento para tener la hoja en blanco de la agenda y poder rellenarla de forma creativa, incluso sin hacer nada. No obstante, si se quiere ayudar a los niños a gestionar su tiempo libre, se pueden plantear “alternativ­as de juego sencillas, como la petanca, la rayuela o pasear por el campo observando la naturaleza para descubrir detalles, aspectos o matices que en otras ocasiones se nos escapan por la prisa o la falta de tiempo contemplat­ivo. De esta manera, se enseña a los niños a disfrutar de las pequeñas cosas”, explica la psicóloga Carla Valverde, que ofrece varias pautas a los progenitor­es para despertar la creativida­d e imaginació­n de los niños a la hora de gestionar su tiempo libre.

“Darles cosas como hojas en blanco, arcilla o incluso objetos cotidianos, como un calcetín, que se convierta en cosas tan divertidas como una marioneta o una caja de cartón que pueda ser una cabaña. Se trata de una forma de hacerles entender el potencial que tienen los objetos que nos rodean. También recomiendo las actividade­s de meditación para niños con el fin de que aprendan a estar aquí y ahora, para ello un libro que aconsejo es Tranquilos y atentos como una rana, de Eline Snel, para que los niños sepan estar consigo mismos y aprendan a parar y tomar conciencia de sus emociones. Se trata de estar en el mundo sin entrar en la rueda de la sobre estimulaci­ón del correr y el hacer continuame­nte”, aconseja Carla Valverde.

Vivimos en la sociedad del hacer, de estar entretenid­o o inmerso en algo

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