Los riesgos que implica la arquitectura “envejecida”
Una estimación conservadora es que los bienes raíces globales consumen el 40 por ciento de la energía global
Desde hace varios años los ciudadanos de todo el planeta están presionando a los distintos gobiernos con el fin de prevenir el calentamiento global (el objetivo: llevar a la temperatura a 2° por encima de los niveles preindustriales). En el Reino Unido, estos esfuerzos han tenido cierto éxito: allí las autoridades declararon una “emergencia climática” y prometieron reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero en 2050. Aun así, el escepticismo persiste en algunos sectores: el canciller del tesoro, Philip Hammond, afirmó que la meta del gobierno del Reino Unido puede ser inasequible, ya que la transición a una economía sin emisiones de
carbono podría costar hasta 1 billón de libras. Cabe destacar que, es probable que se gaste una gran cantidad de dinero público en la transición de energía renovable y la compensación de carbono. En la actualidad, los costos de los activos obsoletos por la política de cambio climático son enormes, al igual que las reservas de combustibles fósiles sin explotar.
Según una investigación realizada por la Universidad de Northumbria el valor global de los bienes raíces se estima en US$217 billones, es decir, aproximadamente 2,7 veces el PBI de todo el mundo. De esto, US$162 trillones son residenciales, mientras que US$29 trillones son comerciales y US$26 trillones son tierras agrícolas. Una estimación conservadora es que los bienes raíces globales consumen el 40% de la energía del planeta anualmente y representan más del 20% de las emisiones internacionales de carbono. Por lo tanto, no es sorprendente que las agencias internacionales hayan identificado los bienes raíces y el entorno construido como contribuyentes clave para el calentamiento global y un objetivo importante de los esfuerzos internacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Uno de los enfoques más completos para reducir el uso de energía en edificios se puede ver en la Unión Europea (UE). En el Viejo Continente, una norma de 2010 hizo obligatorio que todas las propiedades tengan un certificaciones de rendimiento energético y monitoreen el uso tanto de la calefacción como del aire acondicionado. El gobierno de Inglaterra y Gales utilizó estas certificaciones para hacer cumplir los estándares mínimos de eficiencia energética para viviendas familiares y propiedades comerciales.
Desde abril de 2018, cualquier propiedad comercial con una calificación de rendimiento energético inferior a “E” se ha considerado ilegal (aunque existen algunas exenciones relacionadas con el costo máximo de las mejoras). Para 2020, el plan es que estas mismas reglas se apliquen a las propiedades residenciales, lo que incluye hogares compartidos, hogares de ancianos y de cuidado y bloques de viviendas.
En Inglaterra y Gales, se estima que el 10% de las propiedades residenciales (por un valor de £570 mil millones) y el 18% de las acciones comerciales (por un valor de £157 mil millones) no cumple con estos estándares mínimos. Si estas propiedades no se actualizan para ser más eficientes energéticamente, se volverán obsoletas y perderán valor. Incluso es razonable esperar beneficios para la economía de la creciente industria de modernización de edificios.
Si todos los países tienen las mismas proporciones de stock de propiedad obsoletas que las que tiene el Reino Unido, el valor de riesgo para los activos inmobiliarios se estimaría en US$16 billones para los residenciales y US$5 billones para activos comerciales.
En el Reino Unido y en todo el mundo, las personas viven y trabajan en edificios que normalmente se alimentan, se calientan y se enfrían utilizando la energía de los combustibles fósiles. Si estos inmuebles no se actualizan con medidas de eficiencia energética, existe un riesgo real de que queden obsoletos por las políticas dirigidas a reducir las emisiones de efecto invernadero.
De hecho, existe una clara necesidad de que los inversionistas y los dueños de las propiedades vayan más allá del “lavado verde” y reduzcan las emisiones de carbono de los bienes raíces antes de que se establezca una regulación costosa.
En la actualidad, en casi todo el mundo la tecnología limpia es cada vez más accesible y los consumidores están adoptando principios de amigables con el medio ambiente.
Cada vez es más usual ver que los propietarios planifiquen la introducción de nuevas y poderosas medidas relacionadas con el cuidado climático. Adaptar los edificios existentes y construir nuevos desarrollos que no dependan de los combustibles fósiles, aunque quizás sean más costosos a corto plazo, puede crear un activo más resistente y, por lo tanto, valioso a largo plazo. •
el sector genera más del 20% de las emisiones internacionales de carbono.