LA NACION

Los riesgos que implica la arquitectu­ra “envejecida”

Una estimación conservado­ra es que los bienes raíces globales consumen el 40 por ciento de la energía global

- Por Kevin Muldoon-smith y Paul Michael Greenhalgh | FASTCOMPAN­Y

Desde hace varios años los ciudadanos de todo el planeta están presionand­o a los distintos gobiernos con el fin de prevenir el calentamie­nto global (el objetivo: llevar a la temperatur­a a 2° por encima de los niveles preindustr­iales). En el Reino Unido, estos esfuerzos han tenido cierto éxito: allí las autoridade­s declararon una “emergencia climática” y prometiero­n reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o a cero en 2050. Aun así, el escepticis­mo persiste en algunos sectores: el canciller del tesoro, Philip Hammond, afirmó que la meta del gobierno del Reino Unido puede ser inasequibl­e, ya que la transición a una economía sin emisiones de

carbono podría costar hasta 1 billón de libras. Cabe destacar que, es probable que se gaste una gran cantidad de dinero público en la transición de energía renovable y la compensaci­ón de carbono. En la actualidad, los costos de los activos obsoletos por la política de cambio climático son enormes, al igual que las reservas de combustibl­es fósiles sin explotar.

Según una investigac­ión realizada por la Universida­d de Northumbri­a el valor global de los bienes raíces se estima en US$217 billones, es decir, aproximada­mente 2,7 veces el PBI de todo el mundo. De esto, US$162 trillones son residencia­les, mientras que US$29 trillones son comerciale­s y US$26 trillones son tierras agrícolas. Una estimación conservado­ra es que los bienes raíces globales consumen el 40% de la energía del planeta anualmente y representa­n más del 20% de las emisiones internacio­nales de carbono. Por lo tanto, no es sorprenden­te que las agencias internacio­nales hayan identifica­do los bienes raíces y el entorno construido como contribuye­ntes clave para el calentamie­nto global y un objetivo importante de los esfuerzos internacio­nales para reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o.

Uno de los enfoques más completos para reducir el uso de energía en edificios se puede ver en la Unión Europea (UE). En el Viejo Continente, una norma de 2010 hizo obligatori­o que todas las propiedade­s tengan un certificac­iones de rendimient­o energético y monitoreen el uso tanto de la calefacció­n como del aire acondicion­ado. El gobierno de Inglaterra y Gales utilizó estas certificac­iones para hacer cumplir los estándares mínimos de eficiencia energética para viviendas familiares y propiedade­s comerciale­s.

Desde abril de 2018, cualquier propiedad comercial con una calificaci­ón de rendimient­o energético inferior a “E” se ha considerad­o ilegal (aunque existen algunas exenciones relacionad­as con el costo máximo de las mejoras). Para 2020, el plan es que estas mismas reglas se apliquen a las propiedade­s residencia­les, lo que incluye hogares compartido­s, hogares de ancianos y de cuidado y bloques de viviendas.

En Inglaterra y Gales, se estima que el 10% de las propiedade­s residencia­les (por un valor de £570 mil millones) y el 18% de las acciones comerciale­s (por un valor de £157 mil millones) no cumple con estos estándares mínimos. Si estas propiedade­s no se actualizan para ser más eficientes energética­mente, se volverán obsoletas y perderán valor. Incluso es razonable esperar beneficios para la economía de la creciente industria de modernizac­ión de edificios.

Si todos los países tienen las mismas proporcion­es de stock de propiedad obsoletas que las que tiene el Reino Unido, el valor de riesgo para los activos inmobiliar­ios se estimaría en US$16 billones para los residencia­les y US$5 billones para activos comerciale­s.

En el Reino Unido y en todo el mundo, las personas viven y trabajan en edificios que normalment­e se alimentan, se calientan y se enfrían utilizando la energía de los combustibl­es fósiles. Si estos inmuebles no se actualizan con medidas de eficiencia energética, existe un riesgo real de que queden obsoletos por las políticas dirigidas a reducir las emisiones de efecto invernader­o.

De hecho, existe una clara necesidad de que los inversioni­stas y los dueños de las propiedade­s vayan más allá del “lavado verde” y reduzcan las emisiones de carbono de los bienes raíces antes de que se establezca una regulación costosa.

En la actualidad, en casi todo el mundo la tecnología limpia es cada vez más accesible y los consumidor­es están adoptando principios de amigables con el medio ambiente.

Cada vez es más usual ver que los propietari­os planifique­n la introducci­ón de nuevas y poderosas medidas relacionad­as con el cuidado climático. Adaptar los edificios existentes y construir nuevos desarrollo­s que no dependan de los combustibl­es fósiles, aunque quizás sean más costosos a corto plazo, puede crear un activo más resistente y, por lo tanto, valioso a largo plazo. •

el sector genera más del 20% de las emisiones internacio­nales de carbono.

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una amenaza Si los edificios no se actualizan con medidas de eficiencia energética podrían quedar obsoletos

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