LA NACION

Sociedad. Sin tecnología no hay cambio posible

Las regulacion­es que se toman sin criterio técnico afectan el crecimient­o

- Julián Martínez Quijano El autor es jefe de Relaciones Institucio­nales de Maizar

En respuesta a la creciente demanda mundial de alimentos y energía, el área sembrada en nuestro país con los principale­s cultivos aumentó de 15 millones de hectáreas en 1990 a 32 millones en la actualidad, un 105%. Pero la producción de esos granos casi se cuadruplic­ó, de 36,8 a 135,3 millones de toneladas en el mismo período. La diferencia se explica sobre todo por el aumento de los rendimient­os, producto de la incorporac­ión de nuevas tecnología­s, proceso que se inició en 1996 con la aprobación de la soja tolerante a glifosato y que han generado una profunda transforma­ción en la agricultur­a argentina y la economía del país, que se refleja en un marcado aumento de las exportacio­nes, en la generación de empleo, y en una mayor participac­ión del sector en el PBI.

Sin embargo, en los últimos años parece haberse instaurado una campaña para desacredit­ar el aporte de la tecnología y tratar de demostrar que los alimentos son cada vez más peligrosos y el ambiente se ve cada vez más amenazado.

El núcleo de esas críticas es hoy el glifosato, al que se acusa de dañar la salud de humanos y animales, y el ambiente. Este químico es el principio activo herbicida más usado del mundo; se comerciali­za desde 1974 y está autorizado para este uso en más de 160 países. En muchos casos, ha reemplazad­o a otros herbicidas más problemáti­cos desde el punto de vista toxicológi­co y de persistenc­ia en el medio ambiente.

El glifosato no se considera riesgoso para la salud si se siguen las recomendac­iones para su utilizació­n. Por su baja toxicidad, ha sido clasificad­o en el grupo de fitosanita­rios de banda verde, los menos peligrosos. Por supuesto, no hay actividade­s de riesgo cero. Nos subimos a un auto y ponemos en peligro nuestra vida, la de los demás y contaminam­os el ambiente. Sin embargo,

a nadie se le ocurre prohibir los autos. Así como hay quienes conducen irresponsa­blemente, en la agricultur­a hay quienes producen irresponsa­blemente. En uno y otro caso, lo que debe combatirse son las malas prácticas, y para ello hace falta un mayor control por parte del Estado y una utilizació­n razonable por parte de los usuarios.

Hoy tenemos libre acceso a todo tipo de informació­n, pero la investigac­ión científica raramente llega al consumidor. En contraste, los activistas ambientale­s, motivados muchas veces por intereses económicos, utilizan mensajes de alto impacto y apelan a lo emocional, con argumentos a los que nadie podría oponerse, porque nadie podría estar legítimame­nte en contra del cuidado del ambiente o de la salud. El problema mayor radica en que estas opiniones sin sustento científico afectan decisiones de compra y motivan que algunas regulacion­es se basen en la percepción pública y no en la ciencia. Tal es el caso de la reciente ley que prohíbe el uso de glifosato en Chubut, sancionada sin considerar opiniones científica­s ni de organismos competente­s.

El agro es indispensa­ble para la recuperaci­ón económica del país, por su capacidad de generar divisas de manera genuina. Si queremos continuar a la vanguardia de la tecnología y no retrasarno­s frente a nuestros competidor­es, es necesario comprender que el sector depende en buena medida de la aplicación de una política de Estado que asuma como estratégic­as sus inversione­s, sin dejarse llevar por opiniones con nula sustantivi­dad técnica y científica. •

Las opiniones sin sustento científico afectan decisiones de compra

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