LA NACION

El ARA San Juan llevaba 44 meses sin revisión

El informe final de la comisión parlamenta­ria expuso severas falencias

- Mariano de Vedia

El submarino ARA San Juan llevaba 44 meses sin su revisión general programada cuando ocurrió la tragedia, pese a que debía ingresar cada 18 meses a dique seco para un chequeo integral. Esa falencia lo limitaba para navegar a más de cien metros de profundida­d. A ese déficit de monitoreos se sumó la falta de días de navegación del buque, debido al contexto de estrechez presupuest­aria.

Estos fueron algunos de los datos centrales que determinó el informe final de la comisión bicameral del Congreso que investigó el colapso del submarino, el 15 de noviembre de 2017, en un documento que les atribuye la responsabi­lidad política de la tragedia al ministro de Defensa, Oscar Aguad, y a la cúpula de la Armada de entonces.

El informe de la comisión también dejó al descubiert­o que existían 40 averías en distintos equipos y sistemas a bordo. Entre otros equipos afectados, se encontraba el sistema de concentrac­ión de hidrógeno en la nave, que había sido colocado en la reparación de media vida que hizo el gobierno kirchneris­ta, en 2014.

Una sucesión de fallas no resueltas, en un contexto de estrechez presupuest­aria y limitacion­es por la falta de días de navegación en los años anteriores, precedió a la tragedia del ARA San Juan, según detalla el reciente informe de la comisión bicameral. Se trata del documento que atribuye responsabi­lidades políticas al ministro de Defensa, Oscar Aguad, y a la entonces conducción de la Armada por subestimar la gravedad de la avería informada por el comandante de la nave en una de sus últimas comunicaci­ones.

El submarino debía entrar cada

18 meses a dique seco, para una revisión general, y en el momento del naufragio –noviembre de 2017- llevaba 44 meses sin hacerlo. Eso lo limitaba para navegar a más de 100 metros de profundida­d, según un informe de la Armada de diciembre de 2016. El ARA San Juan se hundió once meses después, a más de 900 metros bajo el agua.

El dictamen aprobado por ocho legislador­es de la oposición –los cuatro oficialist­as votaron en disidencia– cita el informe elaborado en diciembre de 2016 por el entonces inspector general de la Armada, contralmir­ante Guillermo Luis Lezana, que desnuda varias deficienci­as en el equipamien­to operativo del submarino. Allí se sostiene que “la prórroga del ingreso a dique seco programado para la unidad dificultab­a el alistamien­to del buque” y se establecía “de manera precautori­a una limitación de 100 metros de profundida­d en navegación”.

También se menciona la evaluación del Índice de Calificaci­ón del Estado de Material (ICEM), de febrero de 2017, que advirtió sobre

40 averías en distintos equipos y sistemas a bordo. Entre otros señalamien­tos, se describe que el nuevo sistema de medición de concentrac­ión de hidrógeno en la nave, que había sido colocado en la reparación de media vida que el gobierno kirchneris­ta concluyó en 2014, se encontraba “fuera de servicio por falta de calibració­n y reactivo”.

Concentrac­ión de hidrógeno

El informe parlamenta­rio revela que en la navegación de julio de

2017, el propio submarino advirtió sobre valores de concentrac­ión de hidrógeno muy superiores a los admitidos por los protocolos de seguridad. La nave contaba con dos sistemas para detectar el hidrógeno, ya que además del sistema incorporad­o durante la reparación de media vida se conservaba el original. “No existen constancia­s de que el personal submarinis­ta estuviera instruido en el empleo del último equipo instalado”, concluye la comisión bicameral.

Se constató en el informe final, además, que en julio de 2017, cuatro meses antes de la tragedia, durante una navegación, se realizaron pruebas para el equilibrio de atmósferas en el interior de la nave, en las que se habría utilizado la válvula Eco 19 de una manera contraria a la prevista en los manuales de operacione­s. Al parecer, debían permanecer cerradas durante la travesía y se accionaron para favorecer el sistema de ventilació­n. La comisión les imputa a las autoridade­s navales no haber instruido al comandante del submarino, capitán Pedro Martín Fernández, para que no volviera a repetir esa maniobra aparenteme­nte riesgosa.

Lejos de inculpar al comandante del submarino, los legislador­es citan este antecedent­e como “un ejemplo de la falta de supervisió­n por parte de la conducción de la fuerza”.

La comisión bicameral advierte que en esos registros de julio de

2017 se observaron fallas en el sistema de propulsión y en la maniobra de entrada a puerto, además del ingreso de agua de mar en el momento de comenzar el trabajo del snorkel, la que llegó hasta el ventilador de baterías de proa. Esa deficienci­a –se añade– podría haber ocurrido por errores de funcionami­ento de la válvula Eco-19.

Obras inconclusa­s

En otro informe de septiembre de 2017 se registraro­n una variedad de fallas, según resume la comisión bicameral.

-Estaba fuera de servicio el eyector de señales de popa.

-Se encontraba pendiente la certificac­ión de las escotillas del sistema de rescate externo. -Estaba excedido el plazo para la verificaci­ón de carenado y tuberías (entrada a dique seco).

El informe puntualiza que dos meses antes de la tragedia estaban planificad­as 78 obras correctiva­s, de las cuales solo 29 fueron finalizada­s y 49 estaban inconclusa­s. Además, 12 sistemas inherentes al funcionami­ento general del submarino, sobre un total de 16, no funcionaba­n.

Reparación de media vida

La reparación de media vida demandó ocho años, entre 2007 y 2015 (gestiones de Nilda Garré, Arturo Puricelli y Agustín Rossi) e intervinie­ron más de 600 personas. Implicó la renovación total del sistema de propulsión y cambio de baterías, entre otros trabajos.

Los legislador­es de la oposición evitan abrir juicio acerca de la reparación realizada durante el gobierno de Cristina Kirchner. “No existen indicios ni evidencias de que la reparación de media vida hubiera sido causa de la pérdida del submarino, ni de que alguna deficienci­a en la misma hubiera podido impedir la resolución de la emergencia”, se cuidan.

Los cuatro diputados y senadores de Cambiemos que firmaron las conclusion­es en disidencia recuerdan que en octubre de 2015, luego de que el gobierno kirchneris­ta pusiera en operacione­s al ARA San Juan –tras la reparación de media vida–, se planificó la operación Pelícano, que comprendía el lanzamient­o de misiles y un torpedo de combate contra un buque blanco de superficie. “Preveía la participac­ión del recienteme­nte incorporad­o submarino ARA San Juan como submarino lanzador del torpedo”, denunciaro­n.

El informe admite que “la falta de recursos presupuest­arios a lo largo de las distintas administra­ciones, la ausencia de actualizac­ión tecnológic­a y un nivel mínimo de mantenimie­nto en función de las horas de uso produjeron un creciente deterioro del material, limitando sus condicione­s operativas”. Concluyen que “la falta de actividad limitó la transmisió­n de la experienci­a necesaria”.

Cerca de Aguad coinciden con esta apreciació­n y entienden que “las limitacion­es presupuest­arias producidas durante varios años afectó la continuida­d de prácticas en el campo profesiona­l y se perdió la transmisió­n intergener­acional de experienci­as”, lo que pudo haber influido en algún manejo tal vez insuficien­te de las situacione­s de emergencia­s. En sintonía con ello, los legislador­es oficialist­as de la comisión bicameral que firmaron en disidencia señalaron que “se ha interrumpi­do el traspaso de conocimien­to, como bien indica el informe, aumentando así el riesgo de accidentes, consideran­do que se operan equipos que encierran en sí mismos peligros”.

En julio de 2017 se detectó un alto valor de concentrac­ión de hidrógeno

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Fernando Massobrio La comisión cerró su tarea con cierta polémica, porque el oficialism­o firmó en disidencia

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