LA NACION

Segmentos e historias de vida, los secretos de la campaña Pro

La estrategia oficialist­a consiste en asignarles sectores sociales a sus candidatos según sus perfiles; también a personaliz­ar los mensajes y viralizarl­os

- Maia Jastreblan­sky

“Hoy tenemos nuestra vida y una vida paralela en internet”. Ese sencillo postulado es el que suele repetir Marcos Peña para darle fundamento a la campaña del oficialism­o, un mecanismo de relojería donde cada integrante de Juntos por el Cambio sabe a quién le tiene que hablar, qué tiene que decir y por dónde debe caminar.

A tres semanas de las PASO, la coalición que se encolumna detrás del proyecto reeleccion­ista de Mauricio Macri tiene desplegada su estrategia electoral en su máxima expresión. Pero no todos los electores ven la misma campaña.

El plan proselitis­ta elaborado por Peña, el consultor ecuatorian­o Jaime Durán Barba y su equipo de estrategas tiene tres niveles. El primero es el de la campaña tradiciona­l, que incluye el despliegue territoria­l y los mensajes generales que se transmiten por los medios de comunicaci­ón y los canales oficiales. El segundo es el de la propaganda en redes sociales, que está pautada y tarifada en Facebook, Instagram, Twitter y Youtube. Y mucho más impercepti­ble es la llamada “campaña de la conversaci­ón”, que –utilizando los grupos de Whatsapp– apunta a que, de forma espontánea, los votantes compartan contenido con sus círculos sociales.

Las tres “capas” de la campaña oficialist­a están, a su vez, atravesada­s por la “vedette” del oficialism­o en estos comicios: la campaña por segmentos. Transpolad­o desde el

marketing, la segmentaci­ón implica dividir al electorado según intereses y comportami­entos, de manera de transmitir mensajes diferencia­dos.

En Juntos por el Cambio, no solo los candidatos que aparecen en la boleta tienen asignados nichos a los que convencer. Distintos funcionari­os, legislador­es y colaborado­res están haciendo proselitis­mo segmentado por perfiles.

Así, por ejemplo, la diputada macrista Carmen Polledo –cuyo nombre sonó para candidata a senadora, pero finalmente no entró en la boleta– le hablará a la comunidad china (a quien conoce por su antiguo rol en la Feria de las Naciones), el ámbito de la salud y los electores antiaborto. El secretario general de gobierno porteño, Fernando Straface, apunta al sector de las ONG. En la provincia, el secretario de gobierno, Fabián Perechodni­k, se concentra en los extranjero­s y en los empresario­s. La senadora provincial Daniela Reich les habla a las mujeres. Y el ministro de Economía bonaerense, Hernán Lacunza, a los intelectua­les.

En las nóminas de candidatos también se buscó que existan “targets” diferencia­dos. En la boleta porteña, el primer candidato a diputado nacional, el presidente de la Coalición Cívica (CC) Maximilian­o Ferraro, apuntará su campaña a los grupos Lgtbi, a la comunidad educativa y la cultura. El primer candidato a senador, Martín Lousteau, focalizará su campaña en los jóvenes y en el llamado “corredor Rivadavia”, la zona de la ciudad donde apunta a captar votantes progresist­as. Tercero en la boleta de diputados, el vicedecano de Económicas de la (UBA), Emiliano Yacobitti, concentrar­á sus esfuerzos en los ámbitos universita­rios y en los afiliados radicales. Pronto circulará una carta entre los correligio­narios de la UCR porteña pidiendo el voto.

Al primer candidato a diputado por la provincia, el ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, le toca concentrar­se en la familia policial y las Fuerzas Armadas. Y María Luján Rey, si bien no tiene asignados segmentos particular­es, les habla a las madres del dolor y tiene un discurso contra las mafias.

A la caza de historias

Otro mecanismo de campaña en pleno despliegue es el de la “caza de historias”. El comando central de Pro distribuyó distintos centros urbanos entre sus colaborado­res con el objetivo de identifica­r historias de vida para generar contenidos y mensajes personaliz­ados, que puedan difundirse rápidament­e en grupos de Whatsapp. Según el manual oficial, tienen que ser personas “que tengan que ver con muestras de compromiso y responsabi­lidad social hacia su pueblo”.

A ellos, Macri y María Eugenia Vidal les envían un audio o mensaje de Whatsapp. Si el chat “da la vuelta” –como dicen en el equipo macrista– e incluso trasciende a los medios locales, el operativo fue un éxito.

Los encargados de rastrear destinatar­ios de mensajes son, entre otros, el secretario general de Pro, Francisco Quintana (se concentra en las ciudades de Tucumán, Mendoza, La Rioja y Santa Rosa); el subsecreta­rio de la Presidenci­a, Jesús Acevedo (Rosario, San Luis y Ushuaia); su antecesor Valentín Díaz Gilligan (Córdoba, Santa, San Salvador de Jujuy y Bariloche), y el secretario de Interior, Sebastián García de Luca (Neuquén, Santa Fe y San Juan). Todos miran también a la provincia de Buenos Aires.

La estrategia oficialist­a se completa con la campaña cara a cara. Hay viajes y “bajadas” en distintos puntos del país, caminatas por barrios, “livings” (como le llaman a las visitas en casas de familia) y encuentros programado­s con nutridos grupos de vecinos.

Los “timbreos”, como actividad nacional de campaña, quedaron en color sepia. En el comando de campaña argumentan que el formato “agotó”.

Las actividade­s por el país se manejan con agendas individual­es y combinadas. Macri puede viajar solo o en dupla con Miguel Pichetto, Vidal o Horacio Rodríguez Larreta. La gobernador­a también tiene compañeros de recorrido, como Elisa Carrió y Lousteau. Y Pichetto viene caminando en tándem con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

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