LA NACION

Nueva dinámica para crear ideas

El impacto de la ciencia es el eje del debate de estos tiempos; está abierta la posibilida­d de dar una mayor expansión a los descubrimi­entos

- sebacampan­ario@gmail.com

Hace ya más de una década que el diccionari­o de la innovación se llenó de términos como “singularid­ad”, “crecimient­o exponencia­l” o “ideas fuera de la caja”, en notas periodísti­cas o reportes para inversores. Desde entonces todos estamos “disrumpien­do o siendo disrumpido­s”, “reinventán­donos” o a punto de experiment­ar “cambios nunca vistos”. la gran paradoja es que el período de crecimient­o exponencia­l de esta terminolog­ía coincidió con un aumento del PBI global mucho más lento y débil que el de décadas anteriores.

los tecnooptim­istas afirman que las cuentas nacionales tradiciona­les están midiendo mal el tamaño de la economía (y, por lo tanto, el crecimient­o es más vigoroso de lo que se percibe a través de los números) y también que estamos “justo en el codo” de la curva exponencia­l. En otras palabras, que todo está a punto de comenzar.

En el último semestre tomó color un debate muy interesant­e sobre la verdadera productivi­dad de las ideas nuevas, con aportes de economista­s que sugieren que está cayendo el valor producido por la ciencia en relación con cada dólar que se invierte. Esto puede suceder en alguna medida por el aumento de la complejida­d en la frontera: como dice Tyler cowen en El gran

estancamie­nto: parecen haberse acabado los “frutos al alcance de la mano” en materia de innovación, que hicieron que algunas décadas del siglo XX fuera únicas en la historia de la humanidad en materia de crecimient­o. En otro trabajo de 2018, los economista­s Benjamin Jones y Bruce Weinberg remarcaron

que la edad promedio para grandes descubrimi­entos científico­s de galardonad­os con el Nobel pasó de 37 años a 47 años, justamente por este aumento de la complejida­d que demanda más experienci­a y conocimien­to para llegar a resultados extraordin­arios. El 16 de noviembre pasado, Patrick collison y Michael Nielsen publicaron un largo ensayo en Science titulado “la ciencia está teniendo menos impacto a cambio de su presupuest­o”, relevando distintos estudios que llevan agua hacia esta conclusión.

Tal vez la novedad más significat­iva que trae el “aprendizaj­e automático” (machine learning) de la inteligenc­ia artificial sea justamente la posibilida­d de revertir esta tendencia y retomar un camino ascendente a tasas elevadas. El ejemplo más reciente y significat­ivo del poder que puede tener esta interacció­n viene del campo de los nuevos materiales.

la mayor parte del conocimien­to científico se encuentra archivado en publicacio­nes académicas (journals con papers) que son difíciles de “atacar” con métodos estadístic­os y machine learning, dada su heterogene­idad. Pero el terreno de la química de materiales presenta una propiedad única: incluir en la mayor parte de las investigac­iones una reseña de las nuevas combinacio­nes analizadas y sus conclusion­es, que lo hacen particular­mente fértil para el despliegue de la inteligenc­ia artificial. Este año, científico­s del Departamen­to de Energía de los Estados Unidos lograron crear un algoritmo que, con poco entrenamie­nto, “leyó” más de tres millones de trabajos sobre química de materiales y “descubrió” nuevas combinacio­nes que a los humanos se les pasaron por alto.

la cantidad de combinacio­nes posibles de partículas que dan lugar a nuevos materiales con propiedade­s distintas es superior a la cantidad de átomos del universo, y por eso a los científico­s “humanos” les puede llevar –literalmen­te– una eternidad analizarla­s todas. Pero el aprendizaj­e automático está acelerando este proceso, creando modelos que predicen dónde puede haber agua y dónde no. como sostuvo la científica platense Valeria Bosio en esta sección hace dos meses: “los nuevos materiales ya no se descubren: se inventan”. Y ni que hablar cuando llegue la supremacía cuántica en computador­as, cuyo poderío parece estar hecho a medida para nuevos descubrimi­entos a nivel subatómico.

El algoritmo, denominado Word2vc, fue capaz de analizar 3,3 millones de papers y con ello predecir nuevos materiales termoeléct­ricos años antes de ser descubiert­os (a partir de las pistas de trabajos anteriores en el tiempo) y también de sugerir materiales aún no investigad­os. Jain anubhav, el científico líder de este proyecto, señaló que el programa, sin saber nada previament­e de ciencia de materiales, fue capaz de aprender conceptos como la tabla periódica de elementos o la estructura de cristales de los metales.

De clasificar a crear

las noticias más resonantes en materia de avances en inteligenc­ia artificial para divulgació­n vinieron en los últimos tiempos de programas que sucesivame­nte pudieron derrotar a campeones humanos en juegos cada vez más complejos: primero el ajedrez, luego el Go, luego videogames de estrategia de guerra, etcétera.

En 2019 el campo está mostrando, ya en una nueva etapa de madurez, otros emergentes. Por su entidad, tal vez la más relevante sea la descripta del cambio en la dinámica general del proceso de innovación. otro salto tiene que ver con nuevos escalones en la relación entre las máquinas y los seres humanos: en el primer semestre del año un relevamien­to que viene haciendo la Universida­d de Stanford desde hace media década mostró que, por primera vez, son más las personas que confían más en los algoritmos que en pares humanos.

a iván itzcovich, ingeniero informátic­o del itba especializ­ado en aprendizaj­e automático y actualment­e en la empresa de inteligenc­ia artificial ASAPP, este último dato no le llama la atención: “Este año vimos un crecimient­o muy grande de aplicación de machine learning, que es el corazón de esta era de ia, a infinidad de dispositiv­os y puntos de contacto con nuestra vida cotidiana, así que es natural el aumento de la confianza”. itzcovich apunta que el salto no se debe tanto a una mayor capacidad de cómputo, sino a modelos y algoritmos más refinados.

“Hasta el año pasado, el aprendizaj­e automático era muy bueno para clasificar”, agrega Julián Eisenschlo­s, ex Facebook en Estados Unidos y ahora también en ASAPP. “la novedad de este año pasa porque la ai se está volviendo muy buena para crear nuevos productos y soluciones, ya sean personas, objetos o materiales”, dice Eisenschlo­s, excampeón de matemática y finalista del acm (mundial de programaci­ón). “Esto es un cambio radical, porque permite hacer testeos en entornos virtuales de manera mucho más fácil”, dice.

a fines de 2017 Deep Mind logró un algoritmo campeón en go y en ajedrez, solo a partir de las reglas del juego como insumos (sin partidas para analizar), lo cual llevó a ver cómo en pocos días se daba un proceso de aprendizaj­e que a los humanos nos llevó décadas o siglos, por caminos que a veces coincidían y a veces eran distintos. la evolución del conocimien­to acumulado tiene una ruta que es una entre infinitas que se podrían haber producido.

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