LA NACION

Conectivid­ad, infraestru­ctura y gobiernos: alineando objetivos

- Héctor Huici Secretario de Tecnología­s de la Informació­n y las Comunicaci­ones

Nadie tiene dudas de que el despliegue de redes de telecomuni­caciones de banda ancha (fija o móvil) es una necesidad de las sociedades modernas. Como sucede muchas veces, los medios adoptados para hacer realidad estos objetivos no son siempre consistent­es con los fines declamados y normalment­e compartido­s.

Uno de los cuellos de botella que tiene el despliegue de redes de banda ancha está en el elevado costo que tiene la obra civil para la infraestru­ctura de soporte, algo que es producto de normativas, generalmen­te locales, inadecuada­s. Se suele enfocar el problema en las antenas de la telefonía móvil, pero el problema existe también para el tendido de fibra óptica (instalació­n de ductos o postes).

El creciente volumen de tráfico requiere no solamente de más antenas, sino de más fibra. El 5G aumentará dicha necesidad. Por tanto, las medidas destinadas a aumentar la eficiencia del uso de las infraestru­cturas existentes y reducir los costos y obstáculos en la realizació­n de nuevas obras civiles, representa­n una contribuci­ón sustancial para un despliegue rápido, económico y amplio de las redes de comunicaci­ones de alta velocidad.

La Corte Suprema de Justicia acaba de dar una buena señal, al acotar el poder de policía local a la no interferen­cia de un servicio federal como el de comunicaci­ones (el fallo es el de la causa Telefónica Móviles SA c/ Municipali­dad de Güemes). Pero es necesario avanzar en alternativ­as que no solo no dificulten el despliegue, sino que lo faciliten.

Es allí donde el modelo de compartici­ón de infraestru­ctura pasiva juega un rol trascenden­te para promover el uso de capacidad ociosa en infraestru­ctura existente (del propio sector TIC o de otras industrias relacionad­as), así como también el despliegue coordinado a través de la asociación entre operadores (coinversió­n). La compartici­ón de infraestru­ctura pasiva es una política simétrica que busca incentivar el uso racional de espacios comunes y el desarrollo ordenado de infraestru­ctura en un sentido transversa­l (TIC y otros servicios públicos).

Por ello, esta modalidad regulatori­a suele estar emparentad­a con la planificac­ión urbanístic­a más que con la promoción de la competenci­a, aunque tenga efectos sobre esta última variable.

Una opción que muestra buenos resultados en Europa es la política de co-inversión, que incentiva a que las compañías sean las que acuerden el despliegue común de infraestru­ctura de comunicaci­ones.

Varias medidas que ha impulsado el Gobierno buscan facilitar el despliegue. Entre ellas, el programa de antenas amigables del Ente Nacional de Comunicaci­ones (Enacom), que ya visitó más de 600 localidade­s explicando los efectos inocuos de las radiacione­s cuando las antenas operan dentro de las potencias autorizada­s, la actualizac­ión de ordenanzas municipale­s, el decreto 798/16 y, más recienteme­nte, también el proyecto de la ley de despliegue de infraestru­ctura y competitiv­idad TIC –que tuvo sanción del Senado–, la propuesta de reglamenta­ción de compartici­ón de infraestru­ctura pasiva, ya incluida en el decreto 764/00, y la ley Argentina Digital 27078.

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SILVANA COLOMBO

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