LA NACION

Japón caza ballenas, pero su consumo está en declive

El país retomó este mes la actividad de captura con fines comerciale­s, desafiando a los ecologista­s; hay mayor costo y menos ventas

- Ben Dooley y Hisako Ueno

Japón reinició el primer día de este mes la caza de ballenas para fines comerciale­s, después de una interrupci­ón de esa actividad que duró más de 30 años. Así, el país asiático desafía las peticiones de grupos ecologista­s de proteger a los animales que alguna vez fueron cazados hasta el borde de la extinción.

Los balleneros, que durante mucho tiempo han dependido de los subsidios del gobierno para sobrevivir, ahora enfrentan el reto mucho más difícil de desafiar una realidad económica básica: el mercado para su producto está en declive, mientras los costos de la mano de obra están en alza.

La producción japonesa de carne de ballena alcanzó su nivel máximo en 1962. Y, en términos generales, son las generacion­es de mayores las que prefieren ese sabor. El gobierno de Japón espera empezar a reducir, en el término de un trienio, los subsidios anuales por 46 millones de dólares que otorga a los cazadores de ballenas.

“¿La caza de ballenas tendrá éxito comercialm­ente?”, se pregunta Masayuki Komatsu, un antiguo funcionari­o del gobierno que supervisó las negociacio­nes internacio­nales de Japón referidas a este tema y que ahora trabaja en un centro de investigac­ión en la ciudad de Tokio. “De ninguna manera”, responde.

Los expertos de esta industria señalan que esperan que bajen los costos a medida que las embarcacio­nes trasladen sus operacione­s balleneras de los mares lejanos a aguas más cercanas. Los productore­s esperan además aumentar el interés en la carne de ballena por parte de los posibles consumidor­es, promoviénd­ola en los restaurant­es japoneses de lujo, según comenta Konomu Kubo, secretario de la Asociación Ballenera de Japón.

Para este país, y desde hace ya mucho tiempo, la caza de ballenas es un tema que va más allá de lo que implica para la actividad económica.

Las encuestas de opinión de la cadena nacional NHK y el Ministerio de Relaciones Exteriores muestran un amplio apoyo a la caza de estos animales, incluso si la gente ni siquiera desea comer su carne.

Si le muestran una fotografía de una ballena, “la mayoría de la gente la ve como fauna silvestre”, afirma Hisayo Takada, vocera de Greenpeace en Japón. No obstante, dice que la caza “se ha convertido en un tema nacionalis­ta delicado”. Y agrega que “no se trata de la caza en sí, sino que tiene más que ver con el orgullo japonés y con la defensa de lo que la gente considera que es su cultura”.

Sin normas

Japón cazó ballenas en medio de un vacío legal de normas internacio­nales que permitían que se llevara a cabo esa actividad para fines de investigac­ión. Las embarcacio­nes científica­s japonesas, financiada­s por los contribuye­ntes del país, merodeaban las aguas internacio­nales en busca de estos animales; ya estando en casa, los balleneros vendían su pesca como carne para consumo.

En 2014, la Comisión Ballenera Internacio­nal, una organizaci­ón mundial dedicada a la conservaci­ón de estos animales, declaró que no había fundamento­s científico­s para la práctica que realizan los japoneses. Japón se retiró de la comisión en diciembre y anunció que reiniciarí­a la caza para fines comerciale­s.

Pero para que la industria ballenera se sostenga sin subsidios gubernamen­tales tendrá que encontrar mercados más lucrativos para el producto.

En contra de esa necesidad, la realidad es que el interés de los consumidor­es japoneses en la carne de ballena ha disminuido en los últimos años.

Para los pobladores de este país que crecieron después de la Segunda Guerra Mundial, el sabor de la ballena –que muchos describen como una versión más grasosa y con más sabor a pescado que el gusto que tiene la carne de res– es un recuerdo de su infancia.

Mientras el país reconstruí­a su economía, la autoridad estadounid­ense de la ocupación alentó el uso de la carne de ballena como una fuente barata de proteínas. Entonces, el producto llegó a los almuerzos escolares, en una práctica que terminó en

1987. Aunque el sabor aviva la nostalgia para algunos, muchos otros no lo encuentran demasiado atractivo.

La producción alcanzó su nivel máximo hace 57 años, con

226.000 toneladas de carne de ballena. Pero para 2017 los balleneros solo traían 3000 toneladas, según la informació­n gubernamen­tal.

Las autoridade­s señalan que a los japoneses todavía les gusta la carne de ballena. El consumo asciende a aproximada­mente

3000 toneladas anuales, que incluyen 1000 toneladas de importació­n de países como Islandia y Noruega, que, según se considera, producen mejores cortes.

Pese a su manifiesto apoyo a la industria, el gobierno está reduciendo la captura. Anunció que los balleneros podrían CATOKIO.– zar 227 ballenas entre este mes y diciembre. En todo 2018 permitió la captura de 630 animales de dos especies.

Japón, que enfrenta una escasez de mano de obra debido a que su población está envejecien­do y la tasa de natalidad no logra recuperars­e, ya encuentra dificultad­es para reclutar suficiente­s trabajador­es para llenar los barcos pesqueros.

Mano de obra escasa

A pesar de que la industria ballenera solo emplea en forma directa a alrededor de 300 personas, la escasez de mano de obra significa que los balleneros comerciale­s tendrán que competir con los salarios de los segmentos más lucrativos y rentables de la industria de productos del mar, como la pesca de atún y de cangrejo.

Los operadores de barcos balleneros creen que tienen una oportunida­d. La semana pasada, el presidente de la Asociación de Balleneros de Tipo Pequeño de Japón comentó que la industria se adaptaría.

Según Junko Sakuma, experta en esta industria e investigad­ora de la Universida­d de Rikkyo, no se sabe cuál podría ser el impacto que tendrán en las poblacione­s de ballenas las operacione­s de caza retomadas por los japoneses.

Aunque a Greenpeace le siguen preocupand­o las ballenas, esta organizaci­ón de defensa del medio ambiente y las especies se está concentran­do en estas épocas en otros asuntos que tienen un impacto mayor y más perjudicia­l en el ecosistema marino, según afirma Takada.

“La industria ballenera ha estado utilizando mucho dinero de los contribuye­ntes –agrega la vocera–. Tal vez la actividad sobreviva en una escala pequeña, pero es difícil creer que alguna vez la ballena vuelva a llegar a ser el alimento diario de los japoneses”.

La producción tuvo un récord hace 57 años, con 226.000 toneladas; hoy se consumen 3000 toneladas anuales

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